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¿Sabes qué es el despido interior?

Es posible que tu trabajo te aburra y que incluso hayas perdido la pasión que un día sentiste por él, tal vez en sus comienzos. Pero si tu desazón va aún más lejos y tus jornadas laborales te parecen un suplicio insufrible, es probable que estés padeciendo los efectos del denominado síndrome del ‘despido interior’. ¿Quieres saber de qué se trata? A continuación te lo explicamos con detalle.

El síndrome del despido interior

Fue descrito inicialmente en 2007 por el prestigioso autor y consultor Loftu El-Ghandouri, que tomó como base los estudios previos del psicólogo alemán Herbert Freudenberger. A grandes rasgos, hacemos referencia a una crisis de motivación profesional que provoca un profundo desaliento en quienes la soportan.

Este estado emocional aboca a quien lo padece a sentir la ruptura subjetiva de los vínculos con la empresa y desear con fuerza que su pesadilla finalice lo antes posible. La infelicidad se vuelve insoportable y solo se perciben los inconvenientes y lacras de de una relación laboral a la que se desea poner fin cuanto antes.

Es como si ya sintieras que te has despedido de tu compañía, sin encontrar argumento o ilusión alguna que pueda ayudarte a reconstruir tu afecto o tu interés por ese empleo. El compromiso profesional se quiebra y la vocación se aleja por momentos, si es que alguna vez la hubo.

Causas que provocan el despido interior

Teletrabajo
Teletrabajo

Es difícil identificar alguna causa única, brusca o repentina que suscite esta desagradable desconexión con el puesto de trabajo. Más bien se trata de un proceso gradual y paulatino, en el que la interacción con la organización, la actividad, los compañeros, los jefes o los clientes fuera deteriorándose poco a poco, sin que seamos capaces de atajar la situación o remediar los pequeños o grandes escollos que van surgiendo en cada jornada.

El despido interior vendría a ser como una carrera de fondo en la que cada día nos sentimos más agotados y perdemos posiciones respecto del lugar en el que entendemos que nos correspondería estar. ¿Cómo se llega a tal extremo? Revisemos algunas de las posibles causas:

  • Falta de reconocimiento: por alguna razón, el profesional no recibe el suficiente feedback positivo con relación a su esfuerzo, a sus logros o a su entrega respecto de la consecución de los objetivos de la entidad. El trabajo bien hecho no va seguido de valoraciones ni expresiones de gratitud por parte de quienes supervisan su labor y el empleado no se siente suficientemente valorado, ni tan siquiera percibe si su desempeño es correcto o no.
  • Exceso de crítica: en bastantes ocasiones el despido interior se ve impulsado al recibir reprobaciones desproporcionadas, inoportunas y demasiado frecuentes cuando se comete algún error en la tarea, por minúsculo que este sea. Además, a menudo estos reproches o feedback negativo se realizan en presencia de otros compañeros y acaban por minar el bienestar emocional de quienes los reciben. De forma progresiva, vamos perdiendo la confianza en la empresa, en nuestros responsables y también en nosotros mismos.
  • Alta exigencia: a menudo el afán por ser más competitivos lleva a las compañías y a sus mandos intermedios a elevar cada vez más el listón de los objetivos a alcanzar por cada profesional. De esta manera, el rendimiento elevado y la excelencia de los empleados pueden ser ‘castigadas’ con el incremento paulatino de la presión y de la carga de tarea. Este proceso es fácil que provoque agotamiento, frustración e insatisfacción, al no poder cumplir el asalariado con la demanda creciente de resultados por parte de la empresa.
  • Necesidad de realización: muchas personas precisan de retos que les permitan aportar su talento, sus capacidades, su creatividad y sus destrezas en beneficio de la organización. Cuando la entidad impide esta proactividad, crece la desilusión y se deteriora el bienestar emocional de su gente, al no ver cumplidas sus expectativas y no sentirse ‘realizados’.
  • Incertidumbre: el cambio es natural y deseable en cualquier actividad productiva. No obstante, cuando la evolución de una organización o de un sector desemboca en despidos, reestructuraciones de plantilla y otros procesos colectivos traumáticos, es inevitable que quienes permanecen en la compañía sientan su confianza severamente dañada por la incertidumbre o por la inseguridad respecto a las decisiones futuras de sus patronos.

Fases del despido interior

Ser un pelota en el trabajo
Ser un pelota en el trabajo

Se dice que las etapas que conducen a este estado se asemejan a los peldaños de una escalera, en los que el bienestar laboral de quienes caen en él va descendiendo hasta alcanzar las cotas de desasosiego y descontento ya descritas. Distinguimos las siguientes fases, conforme el vínculo profesional con la organización se va deteriorando:

  • Entrega: acabamos de aterrizar en el puesto de trabajo y todo son ilusiones, compromiso y expectativas halagüeñas. Queremos dar lo mejor de nosotros mismos, en la confianza de que la empresa nos va a corresponder.
  • Realidad: el tiempo avanza, bajamos un peldaño de la escalera y nos topamos de bruces con una realidad que comienza a contrariarnos. Nada es lo que parecía inicialmente y la desesperanza comienza a asomar por el horizonte. En esta etapa ya procuramos solo hacer lo justo y cumplir con lo estrictamente necesario respecto de nuestras funciones.
  • Decepción: un peldaño más abajo, el panorama comienza a mostrarse más sombrío y frustrante ante nuestros ojos. Los lazos emocionales entre profesional y empresa ya están seriamente dañados y se hace cada vez más difícil recomponerlos.
  • Retirada: en este tiempo el salario es ya lo único que nos une a la compañía, a la que culpabilizamos de todas nuestras desdichas profesionales. Ya no hay vuelta atrás y aguardamos con impaciencia la oportunidad para cerrar definitivamente este ciclo.
  • Resignación: si llegamos a este peldaño sin huir de la compañía, el desencanto alcanzará su máximo nivel y es más que probable que las relaciones productivas y personales se vuelvan insostenibles.


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