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Alexander Vasudevan: "Okupar es imaginar una ciudad diferente"

El profesor Alexander Vasudevan, esta semana en Madrid.
El profesor Alexander Vasudevan, esta semana en Madrid. Eva Peñuela/ / Anaya

Alexander Vasudevan es profesor asociado de Geografía Humana y miembro de Christ Church en la Universidad de Oxford. Tiene un doctorado por la University of British Columbia  y es uno de los mayores expertos en fenómenos urbanos modernos, sobre todo relacionados con la vivienda y con los movimientos sociales derivados de ello. En 2017 publicó La ciudad autónoma: una historia de la okupación urbana, que ahora ha traducido al castellano Alianza Editorial.

La primera pregunta no es una broma. Cada vez que paso unos días fuera de mi casa, en Madrid, mi madre, que vive fuera, suele alarmarse. Me pide que vaya alguien a ver si me han okupado el piso. No hay forma de tranquilizarla.

En Reino Unido se cuenta lo mismo, pero no pasa. Esta es una historia muy común que ha fabricado la prensa para meternos miedo. Eso de que te vas de viaje y te okupan la casa no suele pasar casi nunca. No debería ser una preocupación social, pero su mitología es potente y funciona exactamente igual que con tu madre. Al final es trasladar la sensación de que te pueden quitar lo tuyo, algo que significa mucho para ti, por eso causa tanto miedo.

España es un país de propietarios. En Reino Unido, Margaret Thatcher acuñó el término "democracia de propietarios". El temor al okupa entre la clase media sería comprensible si no fuera porque la acción del movimiento okupa se centra en grandes propietarios o edificios públicos abandonados, ¿no?

Sí, pero el mito está cambiando porque la crisis mundial de la vivienda está afectando sobre todo a la gente joven. Hijos de familias de clase media cuyos padres pudieron comprarse una casa. Pero el sistema ya no funciona para ellos y ni siquiera sus padres pueden ayudarles a comprar. La mitología sobre el okupa va a cambiar porque cada vez seremos menos propietarios. Y eso también están calando ya en España, donde cientos de miles de personas perdieron su casa por la hipoteca en los últimos diez años. Fueron las plataformas las que ayudaron a la gente ante la inseguridad con su vivienda, y la gente que acudía a las plataformas era de diferentes clases sociales y se organizaron de forma diferente al activismo social previo. La crisis de vivienda se recrudece porque la idea democrática de ser propietario de tu casita se ha acabado.

Hace una exhaustivo repaso a la historia de activismo  por la vivienda en Norteamérica y Europa, ¿ve alguna opción política ahora mismo que puedea paliarla la crisis en alguna ciudad?

"Ada Colau no lo ha tenido fácil pero ha dado una respuesta modesta a la turistificación"

Si me lo hubieras preguntado hace seis años te hubiera dicho que Barcelona. Pero sabemos que Ada Colau no lo ha tenido fácil. Llega de una tradición de activismo social por la vivienda, pero ser alcaldesa supone encontrar también un equilibrio. Es muy fácil criticarla, pero puesto en contexto, ha dado una respuesta al menos modesta al fenómeno de la turistificación. Algunos académicos hablan de una municipalidad radical para buscar soluciones, yo creo que la mayoría solo pueden llegar desde las alcaldías. Y también veo avances en Estados Unidos, donde se está debatiendo sobre el control de los alquileres en lugares impensables, como Pasadena (California). Estamos viendo surgir y crecer sindicatos de inquilinos que abren debates acertados y necesarios, y creo que por ahí veremos nuevas coaliciones.

Cubierta de 'La ciudad autónoma', de Alexander Vasudevan, publicado por Alianza Editorial.
Cubierta de 'La ciudad autónoma', de Alexander Vasudevan, publicado por Alianza Editorial.

Más allá del perfil vinculado a la delincuencia que hacen los medios, ¿cuál sería una definición académica del okupa?

Un okupa es aquella persona que ocupa un terreno en propiedad con vistas a largo plazo. Eso es lo básico. Pero en muchos casos también vienen definidos no solo por okupar el espacio, sino por lo que se hace con él después de ocuparlo. Eso es lo que he aprendido al preparar el libro. Okupar es imaginar una ciudad diferente, unas relaciones sociales distintas y, desde un punto de vista muy práctico, cómo podemos reconstruir espacios o incluso replantearnos la su arquitectura.

La ciudad autónoma son esas pequeñas burbujas que combaten el avance de lo que llama ciudad neoliberal, que acaba engullendo todo. ¿Tiene algún límite el capitalismo urbano?

"El capitalismo no solo se adapta a las crisis, también la adopta y las absorbe"

Hablamos muchas veces de crisis del capitalismo, pero el capitalismo es muy ágil para responder a las crisis. No solo se adapta a ellas, también las adopta y las absorbe; normaliza, gentrifica y también ocupa barrios que albergan posibilidades alternativas. Suena muy pesimista. Pero también vemos otras crisis, como la ecológica, que nos plantean preguntas urgentes, con respuestas como las viviendas sostenibles y la vida en colectivo. Son asuntos que ya propuso el movimiento okupa. Hay urgencia política en varias áreas, y la okupación puede ser una parte de esa historia.

Sobre esa capacidad de rentabilizar hasta los fracasos, uno de los grandes ejemplos que menciona es Detroit.

Detroit es una ciudad que se encoge, un ejemplo intenso del fracaso del modelo económico, y aun así vemos una nueva gentrificación que además está disfrazada de proyecto verde. Se ha convertido en una fuente de posibilidades para las fuerzas neoliberales que invierten en la ciudad para sacar rédito de una forma diferente. El reto más importante sería usar el freno de emergencia, parar y abrir un espacio de debate sobre otras posibilidades. Ese es el gran reto del activismo por la vivienda.

La historia que describe es la de múltiples luches, pero sobre todo de derrotas. ¿Qué historia éxito del movimiento okupa es importante para usted?

"Me gusta destacar el papel del activismo okupa que ha dado refugio y apoyo a personas migrantes"

Es difícil de responder, hay diferentes éxitos en distintos sitios. En Berlín sobreviven proyectos de hace 40 años que hoy siguen ofreciendo viviendas y servicios sociales a comunidades locales. Eso es un ejemplo de victoria, sin duda. El centro de Ámsterdam, pese a la gentrificación, no tendría su aspecto actual y muchos de sus edificios si no hubiera habido okupas. Aunque de la historia reciente destaco sobre todo el papel del activismo okupa que ha dado refugio y apoyo a personas migrantes y solicitantes de asilo en situación muy precaria. Son gente que no tenía ningún otro respaldo.

Alexander Vasudevan, en durante su entrevista.
Alexander Vasudevan, en durante su entrevista. Eva Peñuela / Anaya

La tradicional distancia entre el movimiento okupa y la política institucional se ha superado en alguna ocasión, como en el anterior Ayuntamiento de Madrid, aunque siempre hubo fricciones. ¿Cómo se puede superar ese conflicto?

Es la gran pregunta. Siempre ha habido una gran tensión entre los okupas que rechazan totalmente y los que apoyan una negociación con las instituciones. Pero también hay múltiples ejemplos en los que el activismo por la vivienda y los okupas desarrollan relaciones incluso legales con el Estado o un ayuntamiento que les permite disponer de un espacio para crecer como centros sociales.

Y ya no sorprende que gente que viene de un activismo fuerte por la vivienda acabe dedicándose a la política. Madrid y Barcelona son buenos ejemplos de esto. A muchos les parece que son unos vendidos, pero en muchos casos logran meter un pie en el aparato estatal y abrir una puerta para llevar las demandas, explorar otras posibilidades y normalizar ciertas actividades. Es un proceso complejísimo que no siempre funciona porque hay mucha hostilidad entre ambas partes y también depende de quién esté en el poder en ese momento. En muchos caso hay ciudades con gobiernos más conservadores que no quieren siquiera plantearse una negociación. Es un reto claro.

El alcalde de Madrid, por ejemplo, desalojó ilegalmente el centro social La Ingobernable nada más llegar al poder. Sobre los activistas dijo: "Son gente que quiere vivir por la cara, que no tienen oficio ni beneficio". ¿Cómo analiza esas palabras?

Oficio y beneficio. Trabajo y valor. Estamos hablando de un espacio que funciona fuera de ese marco, de esos términos. En la mentalidad del alcalde, el valor está asociado a actividades muy concretas. Pero La Ingobernable jugaba un papel fundamental en su barrio, en su activismo, en su organización, en las actividades que se hacen dentro. Todo eso es muy difícil de recrear en otros espacios, de ahí toda la historia de la solidaridad que se genera entorno a los centros sociales. A la gente a veces le da miedo porque ofrecen una idea de ciudad muy diferente a la que nos venden desde arriba.

¿Cree que los centros sociales son realmente tan abiertos cómo deberían? Mucha gente los percibe como excluyentes.

Su imaginario es del de apertura, pero la realidad es que hay divisiones políticas internas que desde fuera dan la sensación de que no es tan abierto, de que es algo exclusivo. Es cierto que hay tensión entre el compromiso radical con una apertura total y la exclusividad, porque quienes están dentro trabajan y viven ahí. Curiosamente, de alguna forma se sienten propietarios de un espacio que nos les pertenece y que no acercan a la gente externa. Es otro de los retos que deben superar y requiere de un trabajo interno bastante grande.

¿Por qué cree el movimiento okupa más conocido, el de los centros sociales, no despierta más simpatía entre la sociedad en general?

Ha habido momentos en los que sí han tenido más aceptación. Por ejemplo, en las crisis más graves de acceso a la vivienda en los años 70, en ciudades como Ámsterdam, Copenhague o Berlín. Son momentos en los que la necesidad va más allá de una simple casa, cuando la gente busca soluciones. En los últimos años hemos visto mucha más preocupación por la propiedad y el papel que esta ocupa en nuestra vida. Plantear alternativas supone un salto de fe, y hasta que no se tiene nada que perder no se buscan alternativas y se piensa en una vida en colectivo La vivienda es un derecho con el que todo el mundo está de acuerdo, pero ¿cómo llegamos a ejercerlo? ¿Alquilando, comprando u okupando? Lo que plantean los okupas es que la gente tiene derecho una vivienda digna, no necesariamente en propiedad. Y esa lucha es aceptable políticamente. Más de lo que mucha gente con miedo a los okupas aceptaría reconocer.

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