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Cuidados Cuidados más allá de la maternidad: así son para gitanas, musulmanas o mayores LGTB

Más que nunca, con la crisis de la covid, se ha demostrado que las labores que sostienen la vida van más allá de la productividad. Y más allá de la maternidad. ¿Cómo es cuidar para las gitanas, en una relación poliamorosa, entre los menores tutelados, para los mayores LGTB o en un sindicato feminista?

05/03/2021. Imagen recurso de una Indianara Castanho, profesora brasileña, cuidando de sus hijos, en Sao Paulo (Brasil). - EFE
Imagen recurso de Indianara Castanho, profesora brasileña, cuidando de sus hijos, en Sao Paulo (Brasil). Fernando Bizerra Jr. / EFE

Mucho se está hablando de los cuidados en el último año. Cuando por culpa de la crisis sanitaria producida por la covid-19 se paró la producción, se vio de forma más clara que nunca lo que realmente era esencial. Los sectores llamados "esenciales" están estrechamente relacionados con los cuidados, cuidados entendidos de una manera amplia y completa: cuidados para tener las necesidades básicas cubiertas, para no morir. Alimentación, limpieza, sanidad, atención y soporte. Antes, la vista solo alcanzaba hasta los cuidados de los menores a cargo, pero poco a poco, la pirámide poblacional invertida dio paso a hablar de la economía de los cuidados. Solo cuando la atención sociosanitaria de las personas mayores se empezó a monetizar, se le empezó a dar la importancia que hoy día tiene.

Pero, ¿los cuidados van más allá de la dependencia o la maternidad? "Cuando tú estés enfermo o vayas a dejar este mundo, necesitarás a alguien: igual es tu amigo, los hijos de tu vecina...", afirma María Llopis, autora del libro La revolución de los cuidados, (Txalaparta, 2021). La artista y activista entabla conversaciones en esta obra con mujeres muy diversas en torno a qué es cuidar, sobre todo después de su experiencia como madre. "Aprendí a cuidarme a mí misma porque tendía a perderme a mí misma", comenta y asegura que "es el mito de la madre abnegada y que lo que genera es cansancio, resentimiento y dolor. Aunque sea de forma inconsciente, le afecta al crío también". Un mal punto de partida en la relación madre-padre-hijo-hija, pero también en otras, como cuando cuidamos de los padres mayores, de una persona dependiente e incluso en una relación amorosa. "No sirve de nada decirle a tu hijo que luego sea feminista si te ve borrada a ti misma por los ciudadanos. Lo haces desde un lugar del amor, pero las consecuencias son peligrosas", indica.

María Llopis: "No sirve de nada decirle a tu hijo que luego sea feminista si te ve borrada a ti misma por los ciudadanos"

En esas conversaciones o entrevistas, Llopis trata temas como la crianza en una relación poliamorosa, la llamada "consciente" o el negocio de la maternidad. También otras maternidades como la de los menores extranjeros no acompañados. Sobre ello habla Lamiae Abassi. Es fundadora de Exmenas Madrid y aunque no es madre, hace un poco de ello o de hermana mayor con los jóvenes tutelados. "Al principio, nosotras hacíamos los acompañamientos, pero cada vez que les ofrecíamos sitios donde podían ir a pedir ayuda, les enviábamos a esta gente y esta gente les fallaba, y teníamos la sensación de que las que les fallábamos éramos nosotras, porque, a fin de cuentas, éramos las que les dábamos la idea de ir a ese lugar. Y nos dijimos: ¿Por qué no lo hacemos nosotras?".

Los cuidados, más allá de la maternidad

Otra de las muchas caras de los cuidados que hoy en día son necesarios no están tan visibilizados como creemos. Es el caso de las personas mayores. Desde los colectivos que se manifiestan contrarios a la institucionalización de los cuidados, el tutelaje de las personas no por sus capacidades sino solo por su edad, hasta el terror vivido en las residencias por las numerosas muertes por covid. Cada vez más, los que llegan a una edad avanzada están dispuestos a tomar más decisiones y exigir los cuidados que se merecen.

El problema es cuando la precariedad laboral y económica que han vivido a lo largo de su vida no les permite ni exigir ni elegir. Es el caso de colectivos reprimidos sistemáticamente por el franquismo y que ahora ven que sus condiciones son muy vulnerables. El colectivo LGTB conoce esta situación a la perfección. "El VIH arruinó mi vida", explica Luis Canga, de 72 años, que continúa: "Perdí a mi pareja, el trabajo; sin el apoyo de parte de mi familia, lo perdí todo". Luis, que estuvo cuidando de su madre durante 15 años, se vio sin ningún tipo de apoyo al morir ésta. "Si no fuera por la Fundación 26 de Diciembre ahora estaría muy mal", comenta, ya que gracias a esta organización creada por personas mayores del colectivo no tendría una alternativa habitacional hoy en día.

Luis Canga: "Los cuidados implican comunicación, también acompañar"

Luis, que está esperando entrar en estas semanas en un piso tutelado con otros dos hombres de la fundación, reconoce que los cuidados son mucho más que un techo, la comida o la limpieza. "Los cuidados implican comunicación, también acompañar", explica. Y es que desde la Fundación 26 de Diciembre tienen muy claro lo que ha supuesto para gays, lesbianas y otras personas del colectivo LGTB haber sido perseguidas, encarceladas y anuladas socialmente solo porque su orientación sexual o identidad de género no encajaba con la que quería el régimen. De hecho, el nombre de la organización conmemora el 26 de Diciembre de 1978, año en el que se modificó por fin la ley que les penaba, la Ley 16/1970 sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social (sustituta de la Ley de Vagos y Maleantes). Lejos de recordar los días malos, Luis está muy ilusionado por sus siguientes pasos y por ser voluntario de la fundación en cuanto pueda. Tiene mal las rodillas y los fármacos para el sida le han generado otros efectos secundarios, por lo que no tiene toda la autonomía que querría, pero se siente vital. "Es un alivio saber que aunque ahora no necesite mucho más, cuando lo haga tendré la ayuda precisa", añade.

Cuando el patriarcado impide los cuidados entre mujeres

Rompiendo estereotipos, pero también idealizaciones, está la activista feminista saharaui Násara iahdih Said. "Lo importante es ser honesto", comenta, ya que ella es muy crítica con algunos aspectos de la cultura musulmana que inculca a los hijos e hijas la obligación de "servir" a los progenitores. "Por norma general se les venera a los padres, es muy raro que les dejen en una residencia o sin atender. La abuela nunca pierde la importancia en la familia, se le tiene en cuenta siempre. El tronco común a través del que se desarrolla nuestra vida, no de forma puntual. La cosa cambia cuando eres hijo". Násara comenta que, para ella, al pensar la palabra "cuidados" lo que se le viene a la cabeza es "carencia". "Nos criamos en un contexto donde desde que empiezas a gatear estás al servicio de tu madre y tu padre". Algo que choca con su experiencia en España, cuando con 14 años vino a pasar un verano con el programa Vacaciones en Paz. "Aquí los padres cuidan mucho a los hijos y hay afecto en esos cuidados", explica, a la vez que califica esa parte de los cuidados como algo "mecánico" en su cultura, parte de un deber.

En parte a esa imposición afectiva tan estructurada y estricta, comenta la activista y estudiante de derecho que a ella le cuesta mucho encontrar amistades de verdad entre mujeres musulmanas. La razón: la desconfianza que el sistema patriarcal impone entre las mujeres. "Nos cuentan historias de traición, de celos, de rivalidad entre nosotras y así entablar una relación real y sincera es muy complicado", comenta. Por eso, explica, fue especialmente difícil poner en marcha la plataforma Amnat Thawra (Hijas de la Revolución), en el que juntaba a feministas islámicas, seculares, ateas e incluso mujeres no feministas pero que compartían el nexo de unión de su procedencia. "No las culpa a ellas, es el sistema que han mamado desde siempre".

Contra los estereotipos de los ciudadanos

El patriarcado y los estereotipos son algo que también hay que derribar de la mirada a otras culturas. Siempre se habla de que dentro de los gitanos hay mucho machismo, pero no se destaca su forma de crear comunidad y que nadie se quede atrás por cuestiones como la económica. De ello habla Silvia Agüero, escritora y activista gitana, que considera que "el funcionamiento de las familias gitanas con respecto a la maternidad no ha sido el mismo que el de las payas, porque la historia no ha sido la misma". Ella explica que ante el bloqueo de tener voz, voto, e incluso autonomía financiera, la realidad gitana era otra. "Cuando vosotras estabais en casa criando sin tener cuenta corriente, nosotras estábamos en la calle con el dinero en las tetas", le comenta a Llopis en La revolución de los cuidados, animando a "gitanizar" un poco la maternidad y la vida.

Agüero busca derribar estereotipos y afirma que la mujer gitana tuvo autonomía financiera antes que la paya 

Agüero incluso ahonda en las dificultades que el sistema capitalista crea a las mujeres que quieren cuidar, criar y centrarse en las labores reproductivas, no solo productivas. "Somos (los y las gitanas) una alternativa válida y no nos ven así, porque el sistema no solo es capitalista, heteronormativo, católico... es que además es payo". Sobre esto, las dificultades que existen a la hora de elegir entre trabajo y cuidados, también habla Llopis. La también autora de Maternidades subversivas y El postporno era eso insiste: "Si yo quiero cuidar de mi madre o de mi hijo pero no tengo esas circunstancias, el espacio del adulto es pelear para tener ese espacio, esas condiciones, no victimizarse".

Sobre la precariedad que impide cuidar como debe o que convierte en una carga especialmente femenina esta cuestión saben mucho en el sindicato feminista y de clase CNT. Yolanda de la Torre, secretaria general de CNT Comarcal Sur, explica que "las organizaciones anarquistas, anarcosindicalistas y libertarias llevan hablando de los cuidados toda la vida basando su éxito en el apoyo mutuo y la solidaridad entre personas". Desde esta organización se entiende que debe haber cuidados también en el ámbito de lo laboral, siendo los compañeros y compañeras quienes se respalden también entre ellos. "No nos podemos olvidar –comenta De la Torre– que los sindicatos son lugares a menudo de conflicto, donde van llegando realidades muy difíciles, y para gestionar todo eso hay que estar bien preparada". Por eso, son muchas las personas que después de contar con el apoyo de los demás sindicalistas se quedan para impulsar otras luchas, como otros ejemplos de solidaridad y cuidados.

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