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Granjas Las macrogranjas arrasan la ganadería familiar

Más de 21.000 pequeñas explotaciones de porcino cierran en todo el país en una década mientras la industrialización del sector sigue batiendo récords con más de 52 millones de animales sacrificados en un año y más de 4,5 millones de toneladas en canales que llevan camino de duplicar la demanda local.

La ganadería familiar del porcino está sucumbiendo ante el avance de las macrogranjas y la industrialización del sector | PxHere

“Los datos son escalofriantes y confirman la tendencia: las granjas de menor capacidad están condenadas a la extinción y las grandes o muy grandes, las de los grupos 2 y 3, son las únicas que crecen, lo que visibiliza claramente el proceso de intensificación” de la ganadería del porcino, explica Luir Ferreirim, responsable de Agricultura de Greenpeace.

Los datos a los que se refiere son los que expone el Ministerio de Agricultura en sus “Indicadores económicos del sector porcino 2018”, que exponen de una manera gráfica cómo el proceso de industrialización del ramo está llevándose por delante el tradicional modelo de explotaciones familiares al mismo tiempo que, año tras año, bate sus récords de producción y se consolida entre los primeros del mundo.

“El sector ha experimentado una considerable reestructuración durante los últimos años, con un notable descenso en el número total de granjas durante los últimos 12 años” que, en realidad, explica el documento, “se ha limitado a las explotaciones más pequeñas” con el cierre de “cerca de un 47% en el caso de las explotaciones reducidas y en torno a un 25% en el caso de las explotaciones del grupo 1”; es decir, las de menos de mil animales de engorde y las pequeñas de cría, que son las que tradicionalmente han centrado la actividad ganadera familiar.

Las primeras pasaron entre 2006 y 2018 de 32.710 a 17.346 mientras las segundas caían de 24.311 a 18.258, lo que supone un descenso conjunto de 21.417, el 37,5% del total, más de una de cada tres.

"Las explotaciones de mayor tamaño se han incrementado notablemente", aseguran desde Greenpeace

Paralelamente, añade el informe “las explotaciones de mayor tamaño se han incrementado notablemente en este periodo, especialmente las más grandes, las del grupo 3, que se han incrementado más de un 50% en estos doce años”. Estas, con capacidad para entre 3.000 y 7.200 cerdos de engorde, según recoge el decreto que establece las normas básicas de ordenación de las explotaciones porcinas, pasaron en ese periodo de 1.421 a 2.152, mientras las de mil a 3.000 plazas aumentaban de 7.476 a 8.694.

El cambio de tendencia hacia la industrialización y el desmantelamiento de la ganadería familiar, con un 22% más de macrogranjas frente a un 37% menos de pequeñas explotaciones, es tal que las primeras ya proliferan al mismo ritmo que desaparecen las segundas, en un vertiginoso proceso que ha pasado a ser de sustitución. Incluso ha habido “incrementos en el número total de granjas en algunos ejercicios”, anota Agricultura, que explica cómo en 2018 las medianas y las grandes crecieron, respectivamente, un 2,18% y un 5,85% mientras las pequeñas disminuían en un 4,08%.

Un grupo de vacas lecheras comiendo pienso en una granja | EFE

Un grupo de vacas lecheras comiendo pienso en una granja | EFE

“Conforme se cierran granjas cae la población”

“En España ha proliferado el modelo de la integración, en el que el ganadero elude los riesgos del mercado pero pierde el control del negocio”, explica José Luis Miguel, director técnico de COAG, la principal organización del sector agrario español, que anota que “las granjas cada vez son más grandes porque la economía de escala se va imponiendo en todo el sector agrario, lo mismo que ocurre en otros como la hostelería y el comercio”.

En la integración, una empresa pone los animales, la atención veterinaria, el transporte y el pienso mientras el dueño de la granja, a cambio de un tanto por animal que sale hacia el matadero, unos ratios vinculados al peso y una penalización por bajas, pone el trabajo y las instalaciones y gestiona los purines y las bajas.

Jaume Bernis, responsable del sector porcino de COAG, coincide en el análisis, aunque añade otros dos factores para explicar la debacle de la ganadería familiar del porcino: el cierre de granjas entre 2012 y 2014 por no cumplir los requisitos ambientales y de bienestar animal que exige la UE y, por otro lado, la falta de relevo generacional en el campo. Sin embargo, añade, “el principal motivo, el que ha convertido el goteo de hace unos años en algo masivo, es la expansión del modelo de integración”, que desdeña las pequeñas instalaciones, las de menos de mil cabezas.

“Nos gustaría que quedara el mayor número posible de ganaderos, porque eso asienta población y mantiene vivos los pueblos”, señala, ya que “conforme se cierran granjas cae la población” en las zonas rurales.

No obstante, Barnis, partidario de un crecimiento sostenible que no dañe el medio rural en asuntos como la gestión de los purines, anota que, tras esa fase destructiva, “ahora la integración está manteniendo a la gente en el territorio, esa es la realidad”, lo que evoca los procesos de “destrucción creativa” que, en el medio urbano, llevan años poniendo patas arriba los barrios históricos de las ciudades occidentales.

“¿Quién se plantea hacer turismo donde huele mal?”

Elisa Otero, de Ecologistas en Acción, pone en duda los beneficios del modelo de ganadería industrial que se está imponiendo en España. “Las macrogranjas, en realidad, destruyen empleo. Se trata de instalaciones muy mecanizadas que requieren poca mano de obra. Dos personas pueden llevar una explotación de 5.000 cerdos”, indica, al tiempo que llama la atención sobre un estudio de su organización que concluye cómo la ampliación de la cabaña ganadera ha ido de la mano de la pérdida de población y de un descenso del empleo en varias zonas de Castilla-La Mancha y de Andalucía.

La ampliación de la cabaña ganadera ha ido de la mano de la pérdida de población y de un descenso del empleo

Otero llama la atención sobre otros dos efectos nocivos de este modelo. “Por una parte compiten por otros recursos, como el agua, con el resto del sector primario -explica-; y, por otra, impactos como el mal olor y la contaminación del agua destrozan el turismo y otras actividades ¿Quién va a plantearse ir a disfrutar de un lugar que huele mal?”.

Ferreirim, por su parte, apela al reciente informe del IPPC (Panel de Expertos de Cambio Climático) de la ONU, que denuncia la insostenibilidad del modelo de alimentación y aboga por reducir la producción y el consumo de carne para atenuar el consumo de recursos y favorecer la reforestación. “Ya tenemos alertas suficientes como para pasar a la acción. Esperemos que nuestros políticos comprenden la situación”, anota.

Greenpeace denunció a primeros de año en su informe “Alimentando el problema” el disparatado sistema de producción alimentaria en la UE, donde “más del 71%” de las tierras cultivadas “se dedican a la alimentación del ganado”. Si se excluyen los pastos, “y solo teniendo en cuenta la tierra utilizada para cultivos, vemos que más del 63% de la tierra cultivable se utiliza para producir alimentos para animales en lugar de alimentos para las personas”, mientras la ganadería industrial devora el modelo familiar en toda la Europa comunitaria, indica el estudio.

Más de 52 millones de cerdos sacrificados en un año

España no anda lejos de ese modelo. Más bien al contrario, ya que casi dos tercios del porcino y cerca del 60% de las aves crecen en macrogranjas. Son las carnes de mayor consumo en un país que, mientras va convirtiéndose en el establo de Europa, produce ya el triple de la carne que consumen sus habitantes.

La evolución del sector porcino es, en ese sentido, sintomática tras haber dejado atrás los históricos 50 millones de cerdos sacrificados en 2017 y alcanzar los 52,4 (un millón por semana, casi 6.000 por hora) mientras la cabaña ya supera de manera holgada los 30 millones.

Son 30,8 millones de cabezas según los datos provisionales del año pasado, más de la mitad de ellos en Aragón y Catalunya, con más de cuatro de margen sobre Alemania, que cedió el liderazgo en la producción en 2015, un año después de que la peste porcina africana llegara a Lituania, Letonia, Estonia y Polonia desde Rusia, en cuyas regiones caucásicas había sido detectada siete años antes.

Los 4,52 millones de toneladas de canales que salieron el año pasado de los mataderos españoles suponen una sobreproducción del 70% sobre la demanda interna, lo que, según los datos de Agricultura, sitúa las exportaciones en el entorno de los 1,82. Uno de cada cuatro cerdos que viven en la UE es sacrificado en España, cuya producción se ha disparado por encima del 30% en los últimos cinco años.

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