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Guerra Rusia - Ucrania La invasión de tu país vivida a 4.000 kilómetros: "Perdí mi casa en 2014 y ahora podemos perder toda Ucrania"

Ciudadanos ucranianos en España viven con tensión el avance de las tropas rusas mientras reciben noticias de amigos y familiares en el país. "No quiero dormir, no quiero comer, no quiero reír. Mi vida ahora es una guerra", asegura una joven desde Kiev.

Cientos de ucranianos se manifiestan este sábado por las calles de Alicante contra el ataque ruso en el país.
Cientos de ucranianos se manifiestan este sábado por las calles de Alicante contra el ataque ruso en el país. Manuel Lorenzo / EFE

"No quiero dormir, no quiero comer, no quiero reír. Mi vida ahora es una guerra", escribe por WhatsApp desde un pueblo cercano a Kiev Hrystyna, una joven ucraniana de 19 años a la que el pasado jueves la despertaron los sonidos de las bombas rusas y las sirenas. "Levántate, la guerra ha comenzado", le dijeron sus padres. "Escuché explosiones, vi volar los aviones y cuando cayó la noche, 12 horas después, la ciudad parecía estar muriendo. Estamos destrozados psicológicamente", describe.

Las palabras las traduce a Público Lia Motrechko, otra joven ucraniana refugiada en España desde 2018 junto a su familia. Hrystyna es amiga de Lia, que vive con demasiada tensión los acontecimientos a miles de kilómetros de su patria, ahora bajo el asedio total ruso. La familia Motrechko ha vivido ya dos invasiones rusa en solo ocho años. Lia cumplió los 18 en Sevilla en vez de en su Crimea natal, de la que huyó con solo 12. La primera ocupación que vivió fue en 2014, cuando Putin anexionó militarmente la península del Mar Negro desde la que el jueves avanzaban los tanques rusos hacia la Ucrania continental. Sus padres decidieron escapar poco después del territorio ocupado por Rusia, pero pasaban los años y la familia Motrechko sentía que aún no había puesto suficiente tierra de por medio, que la amenaza rusa era tan real como la casa, las tierras y la vida que ya les habían arrebatado. No se equivocaban.

"Vi los misiles rusos atacando mi patria. Estaba en 'shock'. No podía parar de llorar", cuenta Lia

La segunda invasión la sorprendió el pasado jueves, cuando el Kremlin lanzó su ofensiva y, en pocas horas, los militares rusos llegaron a las puertas de Kiev, la capital de Ucrania, cuyas calles son ya escenario de combates entre los invasores rusos y las milicias populares y el Ejército ucraniano. Es de esas veces en las que descubrir que se tiene razón, que la ambición de Putin iba más allá de Crimea, no da ningún consuelo; aunque se haya conseguido poner más de 4.000 kilómetros de distancia con los bombardeos, aunque se haya logrado el estatus de refugiado en España. En la distancia también se sufre de algún modo como si se estuviera allí mismo, afirma Lia.

"Me desperté a las cuatro de la mañana y puse las noticias. Estaba en shock. Vi los misiles rusos atacando mi patria. No podía parar de llorar", explica a Público por teléfono la joven Motrechko.

Su móvil comenzó llenarse de mensajes de familiares, de fotos y vídeos donde los tanques rusos avanzaban por las carreteras de Crimea ampliando el campo de batalla. Lia relata cómo algunos de sus familiares, que siguen viviendo en el norte de la Crimea ocupada, despertaron de madrugada con el estruendo de las detonaciones. "Los bombardeos era muy fuertes y estaban muy asustados porque los misiles rusos se lanzaban desde su pueblo y desde otras localidades cercanas", relata.

Al mismo tiempo, su amiga Hrystyna le contaba desde la región de Kiev cómo se escondía en el refugio antibombas más cercano. "Aquí solo hay silencio ahora", le escribía a Lia. No tuvo más noticias de su amiga hasta más de un día después. La incertidumbre se convierte en tensión; la tensión, en miedo; y el miedo, en rabia, describe.

"Es muy duro, no creo que Ucrania pueda resistir sola"

A Yuri, de 59 años, solo le sorprende la magnitud del ataque, pero no la ofensiva. "Pensé que Putin solo ocuparía la región prorrusa del Dombás. Ahora parece que quiere volver a recuperar las fronteras de la URSS", afirma este solicitante de asilo ucraniano, también desde Sevilla.

"Veo cómo estoy perdiendo mi patria. Es difícil de explicar lo que siento"

Está angustiado, aunque al menos tiene la certeza de que su hijo, de 36 años, y su nieto "están a salvo fuera del país", dice. Prefiere no revelar el nombre ni la ubicación por seguridad. "Decidieron salir de Kiev el lunes, justo cuando Putin anunció que reconocía las autodenominadas repúblicas de Donetsk y Lugansk. Supo que todo iba a empezar a empeorar y se anticipó", comenta con alivio.

De madre rusa y padre ucraniano, Yuri decidió huir de Ucrania en 2016 tras ser llamado a filas por el Ejército. "No tengo edad para combatir y si me negaba iría a la cárcel por deserción", asegura. Tampoco tenía interés en una guerra. Vivía en la ciudad de Zaporiyia, a menos de 200 kilómetros de la conflictiva región de Donetsk. Cuando estalló la guerra del Dombás decidió alejarse hasta Kiev, pero el servicio militar obligatorio en un país en guerra le llevó a poner rumbo a España.

Tras años de espera le denegaron el asilo y lleva tiempo indocumentado, en situación irregular. Él no vivía en las regiones de combates ni en Crimea, aunque temía igualmente por su vida. "Ahora veo cómo estoy perdiendo mi patria mientras España tampoco me deja vivir legalmente aquí", lamenta. "Es muy duro, no creo que Ucrania tenga fuerza por sí sola sola para frenar a Rusia. No sé si tendré un país al que volver algún día. Es muy difícil expresar lo que siento en estos momentos", reconoce.

Aunque la invasión rusa da una nueva oportunidad a su situación en España. Si todo su país es un campo de batalla, puede iniciar de nuevo sus trámites de asilo con una situación actualizada y más favorable para su permanencia como refugiado.

Noticias casi en directo de los ataques rusos

"Toda mi familia está muy triste. La mayoría de mis parientes viven en Crimea. Mis abuelos han preferido alejarse hacia el sur porque vivían en la frontera, desde donde se lanzan los misiles rusos hacia Ucrania. Ellos no querían irse, pero ahora está lleno de soldados y vehículos de guerra rusos", explica Lia. Añade que la mayoría de sus parientes siguen en esta zona de Crimea. "De momento, en esa zona no está en peligro su vida, pero tengo amigos en otras regiones de Ucrania que están viviendo de cerca la guerra y estoy muy preocupada por ellos", reconoce.

Cuando abandonó Crimea, en 2014, pasó un tiempo viviendo en la ciudad de Jersón, en la orilla norte del río Dniéper, a algo más de cien kilómetros de la península ocupada por Putin en 2014. El viernes, varios amigos de su padre les hacían llegar imágenes del mercado central de la ciudad bombardeado y calcinado. Algunos, dice Lia, les narraban casi en directo cómo la tropas rusas entraban en la ciudad y cómo advertían a los soldados ucranianos de que lanzarían artillería contra la población civil si no se rendían. 

Otra amiga le contaba que, tras los bombardeos en Jersón, había huido con su familia en coche hacia el oeste del país. "Me escribió anoche. Todos están bien, por suerte", asegura. Tras intensos combates, las fuerzas ucranianas lograron recuperar el control de la ciudad, aunque, según varias fuentes, habría heridos y muertos civiles entre las víctimas.

"Hoy estoy algo mejor, aunque sigo muy pendiente de las noticias", asegura Lia. La guerra se recrudece y no puede dejar de revisar sus mensajes y confiar en que todos sus conocidos están a salvo. "Todo se hace demasiado difícil para mí y para mi familia. Pensaba volver a Ucrania algún día, a trabajar después de terminar mis estudios aquí", relata. "Ahora no sé que pasará. Ya perdí mi casa en Crimea en 2014. Ahora temo perder mi país entero, toda Ucrania. Es horrible", sentencia.

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