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José Mansilla: "Hay intereses muy poderosos que quieren que el turismo vuelva a la 'normalidad', tal y como era todo antes"

El antropólogo José Mansilla es uno de los autores del libro 'Sé lo que hicisteis el último verano' (Bellaterra), donde se analizan críticamente los cambios del sector durante la pandemia. Airbnb sigue siendo un actor clave.

Turistas bajo las sombrillas en la playa de Sitges (Barcelona). REUTERS/ Albert Gea
Turistas bajo las sombrillas en la playa de Sitges (Barcelona). Albert Gea / REUTERS

Tras el impacto, las reflexiones. Sé lo que hicisteis el último verano. La transformación del turismo antes, en y después de la pandemia (Bellaterra, 2022), coordinado por Jorge Sequera, no es ciertamente el primer libro que se publica sobre cómo la Covid-19 ha afectado a un sector tan importante para las economías del Mediterráneo. Seguramente no será el último. La pandemia ha revelado el error "de poner todos los huevos en una misma cesta en cuanto a desarrollo económico, crecimiento... cuando vienen malos tiempos todo se derrumba como un castillo de naipes", afirma a Público el antropólogo José Mansilla (Sevilla, 1974), uno de los autores del libro, en entrevista telefónica.

Si el diagnóstico está claro, el pronóstico, en cambio, no lo es. "Después del confinamiento no sabemos qué va a pasar, porque aunque se han terminado las medidas más estrictas, la movilidad sigue siendo reducida, siguen habiendo restricciones a nivel laboral...", apunta Mansilla. Lo único claro es que "no acaba de arrancar".

"No sabemos dónde desembocará la situación actual", comenta al añadir que "la mayoría de voces decían que el turismo sería reinventado, que se apostaría más por el turismo al aire libre, por realizar actividades vinculadas a la naturaleza, el turismo rural, el turismo de interior... pero hay intereses muy poderosos que quieren que todo vuelva a la 'normalidad', tal y como era todo antes".

Turismo de plataforma

No tarda en realizar acto de aparición una empresa que se encuentra en el centro de casi todos los debates sobre el turismo: Airbnb. Mansilla es el coautor de un capítulo dedicado a la plataforma y su mutación durante la pandemia. "Airbnb ya no es sólo una plataforma que se encarga de la gestión de los apartamentos turísticos", asegura al señalar que el portal "ha demostrado su flexibilidad" y "se ha transformado en un sitio de donde podías buscar alojamiento para una semana o un fin de semana a lo que denominamos un guardián en la puerta". Con esta expresión los autores quieren ilustrar cómo Airbnb se ha convertido en "la entrada al alojamiento temporal en la ciudad de muchos tipos de poblaciones en tránsito, se ha convertido en un gestor de la vivienda para estudiantes, nómadas digitales que vienen a pasar una temporada en Barcelona... que usan Airbnb como puerta de entrada y a veces definitiva en la ciudad".

el antropólogo José Mansilla
El antropólogo José Mansilla. CEDIDA

Esta mutación no es mejor que la anterior, como se apresura a desarrollar Mansilla, porque permite "la posibilidad de que particulares y empresas sigan sin poner viviendas en el mercado de alquiler y continúen en el turístico, ya que precisamente las zonas grises de la ley les permiten alquilarlos por menos de un año a este tipo de personas, con lo que puede sacarse un mayor rendimiento y esperar a que la situación vuelva a la normalidad para volver a ponerlas en el mercado turístico”.

En otras palabras, los propietarios ven la situación actual "como un mientras tanto", durante el cual "hacen arrendamientos a corto plazo, de menos de un año, que está permitido para poblaciones en tránsito, y utilizan a Airbnb para ello". "Pueden repetir esta estrategia el tiempo que sea necesario hasta que la situación vuelva a la normalidad y las viviendas puedan volver a ser destinadas a uso turístico", lamenta Mansilla al recalcar que "de este modo no se incrementa el parque de vivienda general".

Por supuesto, los llamados nómadas digitales dejan también una impronta que no pasa desapercibida para un antropólogo. Se trata, como los define Mansilla, de "personas de alta calificación que trabajan en el sector creativo o de las nuevas tecnologías y que pueden permitirse el lujo de vivir en cualquier ciudad o en cualquier parte del mundo porque todo lo que necesitan es conectarse a Internet". Algunos "trabajan a título individual", mientras que otros lo hacen para empresas que "tienen oficinas en varios lugares del mundo y se van moviendo de un sitio a otro a nivel global". "Estas poblaciones en tránsito", continúa, "van determinando con su presencia, cada vez más, las características de los territorios donde viven por un período de tiempo limitado, transformando el espacio comercial, las características de uso del espacio público y, por supuesto, incidiendo en el precio del alquiler allá donde residen".

La huella de los nómadas digitales

Mansilla se muestra muy crítico con la reciente campaña del Consorci de Turisme para atraer precisamente a este grupo de trabajadores. Lo hace porque "por un lado, sigue el juego a estas estrategias alternativas de los propietarios particulares y grandes empresas para escabullirse de poner estas viviendas en el mercado a largo plazo", lo que facilita que los propietarios puedan seguir viviendo como rentistas y sigan extrayendo un beneficio extraordinario a viviendas que de otro modo podrían estar en el mercado tradicional". Y por otro, porque es una campaña "con un tono muy idealista y muy naif, de pensar que traerán su conocimiento y se quedarán aquí, cuando muchas veces lo que hacen es utilizar los recursos de la ciudad en beneficio propio".

Portada del libro 'Sé lo que hicisteis el último verano. La transformación del turismo antes, en y después de la pandemia' (Ed. Bellaterra)
Portada del libro 'Sé lo que hicisteis el último verano. La transformación del turismo antes, en y después de la pandemia' (Ed. Bellaterra). CEDIDA

Ofrece un ejemplo para que quede más claro: "Hace poco asistí a un congreso de antropología donde en la mesa de la cuestión urbana había un chico que estudiaba este tema y los nómadas digitales lo que querían era un buen Wi-Fi y que los vecinos no hicieran ruido, básicamente". Es decir, que se trata de "una población en el fondo conservadora", que viene a Barcelona "a consumir el capital simbólico de la ciudad y que no aporta tanto al sitio donde se establece, más allá del consumo que realiza". Es más, "puede llegar a transformar negativamente la realidad de la calle o del barrio donde se establece" al tiempo que "a los que vivimos en la ciudad nos convierte en atrezzo del escenario donde ocurre la vida de estas personas y los trabajos que acabamos realizando es del sector servicios vinculado a la restauración y el turismo".

Se hace difícil no preguntarle a Mansilla por la reciente noticia de la cancelación del proyecto del Hermitage. "Estoy contento", responde de inmediato, sin dudar ni un segundo. "Di apoyo a la gente de las diversas entidades y movimientos sociales que protestaron para llamar la atención de lo que suponía la apertura de un museo de estas características", recuerda al precisar "que al final no era un museo ni era nada", y cuya instalación suponía muchos problemas "en un lugar tan frágil como la boca del puerto y la Barceloneta".

Mansilla cree que sus promotores "nunca tuvieron un proyecto claro" y que el proyecto "estaba más basado en el continente, que era el edificio del arquitecto japonés, que en su contenido". "Por no hablar de los impactos social, ambiental, laboral... en el entorno no podía ser más que negativo", observa. Según Mansilla, de la cancelación del proyecto "nos alegraremos a medio y largo plazo", porque "supone un punto y seguido, que no punto y aparte, a la dinámica de turistificación en la que se encuentra Barcelona".

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