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Lince ibérico Los 15 años que resucitaron al lince 

En 2002 estuvo a punto de extinguirse; hoy su población se ha quintuplicado gracias al éxito de los proyectos para su conservación que cumplen ahora cinco lustros. Aún así, el felino sigue necesitando de un gran trabajo para salir adelante.

Un ejemplar de Lince Ibérico. MANUEL MORAL CASTRO / LIFE+IBERLINCE

Dos técnicos del proyecto para la conservación del lince ibérico en Castilla-La Mancha revisan una de las cámaras de fototrampeo instaladas en una finca del municipio de Mazarambroz, en la provincia de Toledo: “Este de aquí es Lucero, ¿lo ves?”, dice uno, señalando la pantalla. “Viene casi todos los días por aquí”.

Para un ciudadano de a pie, sería prácticamente imposible distinguir a Lucero de entre el resto de los más de 40 ejemplares de lince ibérico que a día de hoy campan a sus anchas por esta comarca manchega, pero ellos los conocen. Están acostumbrados a seguirles los pasos, literalmente, porque casi todos portan collares con localización GPS. Custodian su territorio, saben sus nombres, su edad y genética. Vigilan lo que comen, con quién se aparean o cuántas crías tienen. También dan parte si son arrollados por algún coche en la carretera, como ha ocurrido este año con 48 de ellos en toda la península, o si terminan siendo víctimas de algún cazador furtivo.

Un técnico revisa una de las cámaras de fototrampeo, donde se ve al lince Lucero. L.V.

Un técnico revisa una de las cámaras de fototrampeo, donde se ve al lince Lucero. L.V.

Es un trabajo exhaustivo y meticuloso, pero aún muy necesario. Este felino endémico de la Península Ibérica sería hoy una especie extinta si no fuera por los esfuerzos del plan Iberlince, liderado por la Junta de Andalucía con fondos del Ministerio de Medio Ambiente y de la Unión Europea, que se puso en marcha en 2002. En aquel año, los censos revelaron que entre España y Portugal quedaban apenas 94 ejemplares, localizados sólo en dos puntos: Sierra Morena y Doñana. La degradación y fragmentación del bosque mediterráneo, la destrucción de hábitat y la escasez de conejos –su principal alimento- habían dejado a la especie en una situación absolutamente crítica: en menos de 20 años, la zona de ocupación del lince se había reducido un 87%, su área de reproducción un 93%, el número de hembras reproductoras más de un 90% y la cantidad de linces de más de un año de edad un 86%.

“En aquel momento el objetivo era evitar la extinción. Se capturaron algunos ejemplares por si había que empezar de cero”, recuerda Miguel Ángel Simón, director a cargo de este proyecto, que ha conseguido la mayor cuantía de fondos Life de la UE, además de prestigiosos premios otorgados por la Comision Europea y los Estados miembros.

Él es el principal responsable de su éxito. En estos 15 años, no sólo se ha conseguido quintuplicar la población de linces –la cifra supera ya el medio millar- y sacarlo de la lista de especies “en peligro crítico de extinción” que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Uno de los principales hitos de plan ha sido también lograr devolver al lince a algunas de las zonas donde históricamente habitó. Por eso Lucero forma parte de la fauna de Montes de Toledo. Nació en cautividad en Andalucía, pero fue liberado allí en 2014 como parte de los proyectos de reintroducción, al igual que otros 185 ejemplares que ocupan ahora algunas zonas de Portugal, Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura.

Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil. En el camino ha habido que poner de acuerdo a organizaciones ecologistas, asociaciones de cazadores, administraciones públicas, empresas privadas y propietarios. “El inicio de los proyectos de reintroducción coincidieron con la crisis económica y hubo administraciones que estuvieron a punto de dejarlo”, reconoce Simón.

Un lince atrapa a un conejo, su principal fuente de alimento. JUAN MANUEL SÁEZ MUÑOZ / LIFE+IBERLINCE

Un lince atrapa a un conejo, su principal fuente de alimento. JUAN MANUEL SÁEZ MUÑOZ / LIFE+IBERLINCE

El lince afronta además amenazas propias, no siempre fáciles de abordar, que han puesto en riesgo la buena marcha del plan. El depredador tiene la menor variabilidad genética de todas las especies amenazadas que existen, lo que le hace más vulnerable a determinadas enfermedades. En 2007, la población que habitaba en Doñana sufrió un brote de leucemia felina que afectó a más del 25% de los ejemplares de ese núcleo. Aunque a partir de entonces se inició un proceso de refuerzo genético y se controlan las sueltas para asegurar una menor erosión de su ADN, Simón reconoce que los trabajos genéticos necesitan mayor dotación presupuestaria.

También preocupa, y mucho, la epidemia vírica que está diezmando las poblaciones de conejo y que por ahora no tiene cura. Los linces se alimentan principalmente de estos mamíferos y su ingesta es fundamental para asegurar las camadas, pero las poblaciones de conejo no dejan de descender. Sólo en Andalucía han bajado un 40% en los últimos cinco años, y otras regiones también están afectadas. Este problema ha hecho que una parte importante de los fondos se destinen precisamente a asegurar las existencias de presas para los depredadores con puntos de alimentación suplementaria y sueltas de conejo salvaje.

El director de Iberlince, en una suelta de conejos en los Montes de Toledo. L.V.

El director de Iberlince, en una suelta de conejos en los Montes de Toledo. L.V.

Unas inversiones imprescindibles para garantizar su futuro, que sigue dependiendo en gran medida del éxito de los planes de conservación. El reto ahora es conseguir que la especie deje de estar en peligro de extinción y pase a ser catalogada como “especie vulnerable”, algo que desde Iberlince calculan que podrá conseguirse hacia 2025. Entre los objetivos del nuevo proyecto, que comenzará en 2018 y para el que ya se ha pedido presupuesto, está el de consolidar las áreas de presencia actuales y establecer nuevas zonas de conexión entre estos territorios, algo que pasa también por acondicionar espacios públicos como el Parque Nacional de Cabañeros.

“No se trata sólo de tener una especie emblemática en espacios protegidos, sino que su presencia como gran depredador implica un equilibrio para todo el ecosistema, es un síntoma para su buena calidad”, señala Montserrat Fernández, directora adjunta del organismo Autónomo de Parques Nacionales.

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