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Machismo deportivo Educación en igualdad para combatir el sexismo en el deporte

Las diferencias entre la práctica deportiva femenina y la masculina persisten desde hace más de treinta años sin que se haya experimentado reducción alguna de este diferencial, aunque la sociedad perciba, de manera errónea, que estas desigualdades ya desaparecieron.

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Futbolista. Pixabay

Luzes-pública | mercé barrientos

Las mujeres que en 2007 decidimos fundar la asociación de Mujeres Deportistas Gallegas (MUDEGA), tomamos la determinación de luchar colectivamente contra la discriminación de género en el deporte en todas sus diversas manifestaciones. Nos resultaba insoportable ver cómo se mantenían situaciones que habíamos vivido de muy jóvenes y que tendrían que estar superadas en una sociedad moderna. Nuestro enlace con el deporte nos decidió a enfrentar el sexismo que afecta a las mujeres en el ámbito deportivo, donde son tolerables actitudes que en campos como el laboral o el académico serían hoy consideradas insoportables.

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¿Hay sexismo en el deporte?

El sexismo tiene un carácter tan pandémico que no es fácil encontrar un ámbito en el que no se pueda apreciar. Es obvio, para cualquiera que esté informado, que es difícil presentar una perspectiva de denuncia realmente inédita. Pero, así como en otros ámbitos la situación tiende a equilibrarse poco a poco, en el deporte no parece que la situación haya mudado de manera relevante. Yo suelo hacer algunos experimentos con mis alumnos y alumnas, por ejemplo, mostrándoles una foto en la que aparecen Cristiano Ronaldo, Messi y una bella mujer rubia. Les pregunto si saben quién es ella y qué pueden estar pensando ellos y recibo las respuestas que ustedes pueden imaginar. Luego les explico que estos deportistas seguramente sentían una sana envidia de que Stephanie Roche hubiese sido candidata al premio al mejor gol del año en los Fifa Football Awards 2014.

Les muestro después los titulares con los que alguna prensa recogió la anécdota de estos premios: «El espectacular gol de una mujer desafía a James y Van Persie», «James, Van Persie y una mujer candidatos al mejor gol del año»... Es lógico que mis alumnos no sepan el nombre de esta extraordinaria jugadora innominada y sí de sus famosos colegas masculinos.

¿Cuál es la situación de las deportistas gallegas?

La gente, en general, tiende a realizar actividades que se les da bien. Las mujeres deportistas gallegas saben que tienen talento. Y lo ejercitan contra viento y marea. Estas mujeres, a pesar de que están a la altura de sus colegas masculinos y mismo los superan en títulos y resultados, sufren discriminación. La mucha motivación que hace falta para salvar circunstancias adversas, para obviar la falta de reconocimiento y la frustración que las diferencias de trato les provocan, no impide que perseveren hasta conseguir grandes logros.

Los mismos logros que luego se emplean para justificar la inercia, la falta de iniciativas que reviertan la situación de discriminación existente. Las medallas y premios obtenidos por las mujeres deportistas acostumbran a ser el árbol que oculta la visión del bosque.

¿Cuál es la diferencia entre hombres y mujeres en el deporte?

Los datos son muy reveladores: las diferencias entre la práctica deportiva femenina y la masculina persisten desde hace más de treinta años sin que se haya experimentado reducción alguna de este diferencial y, lo que es peor, la sociedad percibe, erróneamente, pues los datos son asfixiantes, que las diferencias ya desaparecieron; siguen recogiéndose noticias de las distintas cuantías en premios masculinos y femeninos en competiciones de diversas modalidades deportivas; el potencial de árbitras, juezas o entrenadoras está infrautilizado y limitado por normativas muy cuestionables; el reparto de espacios y horarios en las canchas de entrenamiento les perjudican a pesar de que sus equipos, en algunos casos, tengan mayor categoría que los de sus homólogos masculinos; las mujeres están claramente infrarrepresentadas en los cargos directivos y en los artículos científicos que estudian el deporte y, mismo, cuando se estudian los modelos competitivos de muchos deportes, únicamente se analiza el modelo masculino para luego extrapolarlo como modelo universal.

¿Por qué estas desigualdades?

Los estudios sociológicos presentan como evidente la situación de que la sobrecarga de tareas de cuidado de hijos, ascendentes y dependientes, reduce sensiblemente el tiempo de ocio disponible para las mujeres; la presencia de deporte femenino en la prensa del sector es anecdótica; podríamos seguir... Como experiencia personal puedo recordar que después de pasar un año estudiando una asignatura denominada Historia del Deporte en mi licenciatura, llegué a la conclusión de que la historia del deporte era únicamente una historia de las épicas rivalidades masculinas.

Ni una sola vez se hizo referencia en aquel curso a personas de la relevancia de Alice Melliat y su ímprobo trabajo para conseguir que las mujeres fueran aceptadas en los JJ.OO. y en los campeonatos del mundo de atletismo ni a las dificultades de las mujeres para acceder a la práctica deportiva o al progreso experimentado en este campo. Afortunadamente los tiempos van mudando y en mi ex-facultad hay hoy un grupo, Mujer y Deporte, que hace un trabajo meritorio para devolvernos el protagonismo que aquellos programas nos negaban.

¿Cómo se manifiestan en la escuela?

Como profesora de Educación Física tengo desarrollado estrategias múltiples para incorporar a mis alumnas a las actividades deportivas escolares más allá del contexto lectivo. Fracasé muchas veces contra un insólito muro de proporciones extraordinarias. Las chicas me manifestaban sus reticencias a participar en partidos y liguillas de los recreos porque se sentían «observadas y cuestionadas» por sus compañeros que, lejos de valorar su pericia motora o su rendimiento, se dedicaban a observarlas como meros objetos sexuales.

Claro está que la percepción es fruto no solo de nuestros sentidos sino también del pasado, de la herencia cultural, de las expectativas, de los aprendizajes previos sobre cómo interpretar el mundo. Es un modelo neurobiológico: lo aprendido se vuelve corpóreo, físico, y estos espectadores, que no fueron educados adecuadamente, no pueden disociar las atribuciones de género del espectáculo que están observando. Si no realizan un aprendizaje —o desaprender— previo no podrán valorar el espectáculo deportivo como tal, aislando los rasgos sexuales de las jugadoras de su rendimiento en la pista.

¿Por qué hace falta revertir la situación?

Es muy reveladora la lectura del artículo aún vigente de la eurodiputada Izaskun Bilbao «Qué buenas jugadoras versus que buenas están las jugadoras». En este contexto es lógico el rechazo de muchas chicas a servir de carnaza, a sentir una vergüenza similar a la que otras mujeres experimentamos al observar la diaria foto de contraportada de un conocido diario deportivo, una de las escasas referencias a las mujeres que en él se pueden encontrar, que no guardia relación alguna con el deporte por más que el pie de la foto intente contextualizarla allí.

Estas anécdotas y muchas otras me llevan a una conclusión que hace tiempo me ronda sobre el futuro del deporte femenino. Parafraseando la conocida frase de James Carville, concluyo: «¡Es la educación, idiotas!». Y entonces echo de menos iniciativas verdaderamente audaces que permitan que el deporte escolar sea un vehículo de construcción de una nueva sociedad más igualitaria y más justa. Se nos llena la boca hablando de los valores que el deporte transmite a nuestra juventud. Entonces tendremos que diseñar programas decididos y valiosos que incidan en la búsqueda de una situación de igualdad en la que la participación de las mujeres en el deporte se normalice y rompa con los estereotipos que en otros ámbitos ya fueron derribados.

¿Cómo romper con el techo de cristal del deporte?

Los retos son aún muchos, faltan políticas audaces y decididas que promuevan la igualdad en las organizaciones deportivas, especialmente en los ámbitos técnico y directivo. Pero si hay algo definitivo, es la falta de acceso de chicos y chicas en edad escolar a prácticas deportivas que los valoren en igualdad de condiciones. Hay que promover la participación en equipos realmente mixtos en todas las modalidades del deporte escolar. Una medida sin coste económico y que a medio plazo cambiará la percepción sesgada actual del deporte y que les dará a nuestras chicas la oportunidad de vivirlo de manera normalizada desde niñas.

Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes. Ahora Público lo reproduce como parte de un acuerdo de colaboración con la revista. Aquí puedes encontrar más artículos de Luzes en Público. 



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