Este artículo se publicó hace 2 años.
Madrid acorrala aún más a los espacios sociales: el centro La Atalaya se enfrenta a un nuevo desalojo
Un juzgado emitió el martes un auto por el que se ordena su desalojo cautelar. El centro social, presente en el barrio de Vallecas desde hace ocho años, luchará por mantener este "espacio de contrapoder".
Irene González Rodríguez
Madrid-Actualizado a
El Centro Social Okupado (CSO) La Atalaya, situado en Vallecas, recibió el martes un auto del Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid en que se ordenaba su desalojo cautelar. El aviso llegó unos pocos días después del intento fallido de ocupación de la histórica sede de UGT en Madrid de la calle Hortaleza, y del cierre de otro centro social, la Enredadera.
"Alegría para combatir, organización para vencer". Con este lema anuncia la Atalaya a través de su cuenta de Instagram una asamblea abierta el próximo lunes ante la amenaza a la permanencia del centro social. Daniel, uno de los jóvenes que forma parte del espacio, explica a Público que desde el centro social han presentado este jueves un recurso al juez de Instrucción pertinente pero, en caso de que este no sea aceptado, el desalojo podría producirse en cualquier momento a partir del próximo martes.
Tras ocho años de presencia del CSO en el barrio de Vallecas, y un intento previo de desalojo encabezado por el ahora llamado Organismo Autónomo Agencia de Vivienda Social de la Comunidad de Madrid, el Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid ha imputado por usurpación y defraudación de corriente eléctrica a dos de los miembros de su asamblea y ha dado cinco días para que se abandone el espacio. La acusación viene —por segunda vez— de parte del antiguo IVIMA, y de la eléctrica Naturgy.
"Este es un espacio que brinda oportunidades y posibilidades al barrio, siempre hemos dado una alternativa diferente que no ofrecen las instituciones", afirma Daniel. La Atalaya ocupó hace ocho años un instituto abandonado por el IVIMA, el IES Margerit de Vallecas. Yesca, un colectivo juvenil, fue quien entró en el edificio y lo convirtió en el espacio lleno de vida que es actualmente. "No había ventanas ni puertas, estaba totalmente desvalijado. Tuvimos que aprender a reconstruir el edificio", recuerda el miembro de la asamblea.
Ahora el antiguo instituto tiene un rocódromo, una pista de skate, un proyecto de pole dance, una escuela deportiva y numerosas actividades. "Hemos permitido que en una zona de pocos recursos los jóvenes tuvieran actividades gratuitas", cuenta el joven. Durante la pandemia, algunos vecinos del barrio decidieron poner en marcha una despensa solidaria, Somos Tribu, que encontró su lugar en el centro social y que aún sigue funcionando, a la que acuden semanalmente decenas de familias.
Daniel relata que semanalmente van a La Atalaya unas 200 o 300 personas. El centro también acoge eventos culturales, charlas y asambleas de diferentes colectivos, como Vallekas Barrio Rebelde, e incluso está dotado de un punto morado, que lucha por la igualdad y el feminismo en el barrio.
La cercanía con el barrio es innegable. "Desde el aviso de desalojo un montón de gente nos apoyó a sacar cosas y nos han ofrecido alternativas", afirma Daniel. Ante la incertidumbre del futuro del centro social, defiende la necesidad de lugares como La Atalaya: "Estos espacios ayudan a crear comunidad. Estamos aislados en nuestras casas y creemos que no tenemos ayudas o alternativas, pero los centros sociales nos ayudan a entender que los problemas son colectivos, y que tenemos que encontrar soluciones entre todos".
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