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Un Mediterráneo libre de contaminación: el reto de reducir el impacto del transporte marítimo​

El lunes arranca la 78º cumbre de la Organización Marítima Internacional. Los países deberán alcanzar un acuerdo para establecer una Área de Control de Emisiones en el Mediterráneo, una zona que limite lo máximo posible el impacto ambiental y climático de los buques de carga. 

Los barcos navegan junto a la bahía de Haifa en el mar Mediterráneo, en Israel.
Los barcos navegan junto a la bahía de Haifa en el mar Mediterráneo, en Israel. Ari Rabinovitch / REUTERS

El trasiego de buques de carga está presionando los ecosistemas marinos y los países trabajan en una acción global que avance en la descarbonización del transporte por mar. Los barcos que arriban en los puertos de Europa generan cada año, según los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, 140 millones de toneladas de emisiones de CO2 y vierten 1,63 millones de toneladas de azufre. En algunas zonas concretas, como el Báltico, se han puesto restricciones y ahora es el turno de limpiar las aguas del Mediterráneo. Al menos eso es lo que van a reclamar este lunes las naciones de rivera en la 78º cumbre de medio ambiente y clima (MEPC78) de Organización Marítima Internacional, adscrita a la ONU, que se celebra en Londres.

Los países que se asientan en la cuenca mediterránea esperan conseguir luz verde por parte de la comunidad internacional para poder instaurar una Área de Control de Emisiones, una suerte de plan anticontaminación marítima, que impida el tráfico de los cargueros más contaminantes y reduzca el impacto del azufre en el mar. De esta forma, solo podrían entrar en las aguas aquellos barcos que se propulsen con combustibles compuestos por un 0,1% de óxidos de azufre (SOx), en lugar del actual 0,5%, mejorando así la calidad del aire. 

Si bien este plan supone un avance, existen problemas relacionados con los vertidos que también deberán tratarse en la cumbre. Actualmente, las normativas permiten que los buques dispongan de sistemas de depuración de gases de efecto invernadero, denominados scrubbers, que limitan las emisiones a la atmósfera, pero vieren ingentes cantidades de sustancias tóxicas a los océanos. Los colectivos ecologistas reclaman que la Área de Control de Emisiones del Mediterráneo que pueda salir tras esta cumbre, regule esta práctica también.

María García, responsable de la campaña marítima de Ecologistas en Acción –organización que representa a España en la Coalición por la reducción de las emisiones del transporte marítimo– señala que el camino para limitar la contaminación del Mediterráneo no puede pasar solo por regulaciones sobre el tipo de combustible, sino por una reducción del tráfico.

"Para tomar un rumbo claro hacia los objetivos de protección del clima, se deben parar de inmediato las ampliaciones de nuevas terminales portuarias y de crecimiento del sector, y abordar un plan de reducción del sector del transporte marítimo. El nuevo escenario de descenso energético obliga a trabajar en un cambio de modelo productivo y económico, relocalizado y de bajo consumo energético y de recursos materiales, que dé respuesta a las necesidades básicas de la población ante los previsibles colapsos en las cadenas globales", ha explicado la conservacionista.

Entre los problemas de tráfico intensivo de buques por el Mediterráneo está el transporte involuntario de especies alóctonas o invasoras. Esta cuenca es, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, la que más especies de este tipo tiene registradas, con una clara afección en el ecosistema. Se trata de animales que llegan desde otras partes del planeta al adherirse a los cascos de los buques. 

Un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y publicado en mayo de 2022 estima que en los últimos once años ha habido un repunte del 40% de las especies invasoras que han llegado al Mediterráneo. Los datos, según los investigadores, muestran el éxito colonizador y alertan de riesgos de "invasión severa" del ecosistema marítimo. 

El desarrollo de esta cumbre, por ende, será clave para determinar el futuro ecológico de estas aguas, de las que depende buena parte de la pesca europea. Además de los retos climáticos y ambientales, el establecimiento de una zona de bajas emisiones Mediterránea supondría claros beneficios para la salud humana, pues la Organización Mundial para la Salud ya ha advertido que alrededor del 70% de las ciudades costeras de esta zona del planeta tienen niveles muy altos de contaminación por partículas vinculadas a la combustión de los buques. 

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