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Metro de MadridEste es el hombre que está paralizando las obras del metro de Gran Vía
Algunos de los edificios emblemáticos de Madrid llevan su firma, como el Palacio de Comunicaciones o el Círculo de Bellas Artes. Su rúbrica no consta, sin embargo, en otras construcciones, aunque la autoría también es suya. Su nombre es Antonio Palacios.
Madrid-Actualizado a
Nació en una cuna de granito, quizás de ahí que algunos le hayan achacado un uso brutalista de la piedra. Venía de familia: la de su madre poseía canteras y su padre trabajaba en las obras del ferrocarril que salvó el río Miño para unir Galicia con Portugal. De joven, flirteó con la escultura y la pintura, pero decidió irse a Madrid.
Antonio Palacios (O Porriño, 1874-1945) estudió arquitectura y pronto se convertiría en el responsable de modernizar la ciudad. Algunos de los edificios más emblemáticos llevan su firma, como el Palacio de Comunicaciones o el Círculo de Bellas Artes. Su rúbrica no consta, sin embargo, en algunas construcciones, aunque la autoría también es suya.
Infelizmente, otras fueron víctimas de la piqueta, que todavía sigue ahí, amenazante. Las cocheras de Cuatro Caminos corren peligro de extinción, mientras que las reformas en algunas fincas privadas están desvirtuando su diseño original. Cuando Palacios parecía olvidado, las obras del metro de Gran Vía descubrieron los restos de la antigua estación.
Bajo la superficie, permanecía oculto el hueco de un ascensor y unas escaleras que conducían al vestíbulo proyectado por él en 1919. El templete de la Red de San Luis pasó a la historia, al igual que el pabellón de acceso al suburbano en la Puerta del Sol. Los trabajos para unir ambas paradas sufren retrasos desde el hallazgo.
El arquitecto porriñés modeló la capital en la primera mitad del siglo pasado, si bien muchos madrileños y turistas desconocen al autor de los espacios que frecuentan y visitan. El Instituto Cervantes, antiguo Banco Español del Río de la Plata, es suyo. También la Consejería de Transportes, que se alzó como el Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula.
Basten como ejemplos del legado de aquel hombre que ideó una nueva ciudad, cuyas calles cuentan con numerosos edificios residenciales y recintos industriales concebidos por Antonio Palacios, quien además erigió fábricas, balnearios, hoteles, bancos y hasta puentes. Algunos en la capital y otros en su tierra, aunque su ámbito de actuación fue estatal.
Sus construcciones se convertirían con el tiempo en sets de películas y series televisivas, por lo que los espectadores podrán reconocer en esos escenarios la impronta del artista porriñés, quien de alguna manera habría visto inmortalizados en el celuloide espacios que ya no existen o podrían dejar de hacerlo en el futuro.
Como repasa la guionista y directora de programas Ana Cermeño en el artículo Para Palacios, Antonio, publicado en la revista Luzes, directores como Álex de la Iglesia, Marcel Langenegger, Fernando León de Aranoa o Pilar Miró eligieron sus muros y paredes como paisaje, véase El día de la bestia, Deception, Barrio y Beltenebros. Obviamente, Cuéntame también dio cuenta.
Seguimos la trayectoria de Palacios de la mano del arquitecto Jaime Tarruell, a quien no le sorprende que la omnipresencia de sus frutos no se corresponda con su popularidad: "Los hijos adoptivos siempre son desconocidos. Sin embargo, él lo tocó prácticamente todo, si bien algunos trazados fueron completamente ignorados porque no llegaron a materializarse".
Hijo de O Porriño... y de Otto Wagner
"Antonio Palacios es un discípulo de Ricardo Velázquez Bosco, quien fue muy innovador. Se inspira en él y bebe enseguida de la arquitectura francesa y, sobre todo, de la vienesa. Por ello, podríamos decir que es el introductor de la arquitectura secesionista. O sea, un hijo de Otto Wagner, pero con inspiraciones vernáculas", explica el experto en la obra del gallego.
Si Palacios nació en O Porriño, Tarruel nació en Palacios. Su propia casa fue diseñada por el autor del Círculo de Bellas Artes, de quien heredaría la profesión y a quien profesaría culto, hasta el punto de convertirse en su hagiógrafo. "Tiene un gran sentido compositivo y construye maravillosamente bien. Hablamos de una persona que ve grande".
Basta fijarse en el Palacio de Comunicaciones, aunque también mimó el detalle. "En sus inicios dibuja desde las rejerías hasta los azulejos, pasando por las carpinterías y las vidrieras. Hacía las trazas y los modelos para los oficios al natural, con papel de estraza y carboncillo. Prácticamente les entregaba las plantillas".
De hecho, impartió la asignatura de Proyectos de detalles arquitectónicos en la Escuela de Arquitectura después de enseñar dibujo en la Escuela Superior de Artes e Industrias. "Él lo hacía todo, pero tenía grandes colaboradores, como el ceramista Daniel Zuloaga. Por esa forma de trabajar tan exquisita, más que tener gusto por el detalle, era el rey del detalle".
Un pilar de la arquitectura
"Madrid sin Antonio Palacios no se entiende". Hablamos de la primera mitad del siglo XX, cuando el porriñés une su ingenio al de su compañero de clase, Joaquín Otamendi. Ambos se presentan a concursos y, aunque a veces no los ganan, ven cómo sus ideas van tomando forma. La escalera imperial volada del Casino lleva impresas sus huellas en cada peldaño.
"No sólo es una persona muy innovadora, sino que constituye una pieza fundamental de la arquitectura madrileña. Sus edificios son de una representatividad muy grande", afirma Tarruell, quien suma los templetes de Sol y de San Luis, trasladado a su pueblo natal en los setenta, pero sin su característica visera. Mucho más pequeños, igualmente icónicos.
La lista es ingente y trasciende la capital: Cádiz, Zaragoza, Huelva, Ávila o Málaga, donde nació su mujer. Su obra también está desperdigada por Galicia, de Santiago a Panxón, aunque Vigo y O Porriño concentran su producción. La desidia y el abandono quisieron que la Fuente de Troncoso se cayese a cachos en el minúsculo municipio pontevedrés de Mondariz-Balneario. Un aviso para reumáticos y navegantes.
Metro a metro
"Él casi lo hizo todo. Otra cuestión es que no lleve su firma, aunque su obra va unida a la de Joaquín Otamendi", matiza Tarruell respecto a sus encargos para la entonces Compañía Metropolitano Alfonso XIII, cuya red fue planeada por el ingeniero de caminos Miguel Otamendi, hermano del socio de Palacios, quien descubrió las ventajas del suburbano durante un viaje a San Luis, en Misuri.
El gallego es el responsable de la decoración de las bocas de entrada, de los vestíbulos y de los pasillos, en los que relucían unos azulejos de alma andaluza, como puede verse en la estación fantasma de Chamberí. En la superficie, además de los templetes, también llevan su firma la estación eléctrica de Pacífico, las cocheras de Cuatro Caminos o las subestaciones eléctricas de Salamanca y Quevedo.
"Metro fue el primer gran consulting multidisciplinar, pues trabajaban ingenieros industriales y de caminos, arquitectos y otros profesionales. Todos aportaban sus conocimientos y las labores se realizaban en común", deja claro Tarruell. Por ello, considera que su obra en el suburbano madrileño es "gigantesca".
Moderno y visionario
Aunque en ocasiones ha sido catalogado como monumentalista y megalómano, Tarruell insiste en que él lo veía todo a lo grande, una influencia de Velázquez Bosco. "Sí que cultivó ese estilo y sus primeras obras importantes son de inspiración francesa, pero en Madrid le pudo la tradición vienesa, con algunos toques estadounidenses", añade el experto.
Su obra, en todo caso, es compleja, porque también abarcó la arquitectura industrial. No obstante, a juicio de Tarruell, fue un adelantado a su tiempo con sentido de la modernidad y el futurismo. "Lo que hoy conocemos como ascensores panorámicos ya estaban presentes en el Círculo de Bellas Artes, en la Casa Palazuelo o en la Red de San Luis".
"Ya los tenía en mente hace décadas, lo que sucede es que entonces no eran metálicos, sino de cristal. Un concepto etéreo, ligero y panorámico", explica el estudioso de su figura, quien considera que era muy moderno para la época. Entre otros motivos, por su concepción del trabajo multidisciplinar. "Su valía era enorme y sus colaboradores, magníficos".
Aunque Joaquín Otamendi terminaría ejerciendo por su cuenta como arquitecto en Correos, surtiría a Palacios de contactos que le permitieron ser tan prolífico, rodeado de los mejores. "No se hacía nada en lo que no metiese cuchara, pero era lo suficientemente inteligente como para entender que había personas que sabían más que él, por lo que contaba con su colaboración".
Un creador que conjugaba un espíritu visionario con una referencia terrenal que le venía de niño, testigo de la construcción del ferrocarril entre Guillarei y Valença do Minho, cuando vivía cerca de las explotaciones de Atios y Budiño. "La suma de ser hijo de canteros, de la tradición gallega de la buena piedra y de la excelencia en la construcción".
Las cocheras de Cuatro Caminos
Tarruell considera "sangrante" el proyecto de derribar las cocheras de Cuatro Caminos y lamenta el destino de las obras proyectadas por los "genios singulares", entre los que incluye a Palacios. "España es un país de grandes entierros y mucha placa, pero conservar el legado de las mentes brillantes es harina de otro costal".
El experto en el arquitecto porriñés plantea que en Viena sería impensable que se destruyese o adulterase la obra de Otto Wagner. También remite a París y a quienes modelaron la capital francesa. "Estamos viviendo la destrucción del patrimonio madrileño a pasos agigantados con la complicidad del Ayuntamiento y de la Comunidad. Ignorarlo es no querer ver la realidad".
Además, considera que el patrimonio es una herencia que debemos conservar, por lo que su pérdida es inestimable. Por ejemplo, las cocheras de Cuatro Caminos. "Tras derruir fábricas fantásticas, ahora van con saña a por esas instalaciones del metro. Las autoridades han llegado a negar la autoría de Palacios porque no encontraban su firma, lo que demuestra que están más interesados en el negocio inmobiliario que en conservar la historia de la arquitectura".
Un informe de la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio —redactado por Álvaro Valdés y Antonio Manuel Sanz— señaló en su día que los planos conservados están firmados por los ingenieros de caminos Alejandro San Román y José Valentín de Dorda, quien curiosamente se atribuyó las estaciones de Chamberí y Sol, incluido su templete, ideadas por Palacios.
Por ello, considera que la firma de Dorda sería meramente "facultativa" y no constituiría un argumento "concluyente para esclarecer su autoría". Estos datos de la asociación se completan con el hallazgo de la firma del porriñés en tres documentos del proyecto de las cocheras. Además, el informe refleja las similitudes con otras obras del arquitecto.
"Si permites que durante veinte años se arruine un edificio y haces todo lo posible para que se quede hecho un asco, después puedes justificar su derribo. En vez de restaurarlo a tiempo, es pasto de la especulación", afirma Tarruell. "Todo el mundo se llena la boca con su nombre, pero lo que hay que hacer es conservar la obra de Palacios, algo que no está sucediendo".
Una obra desvirtuada
Si la renovación del metro madrileño ha disipado a lo largo de los años el rastro de Palacios, otras construcciones sufrieron una transformación que han desvirtuado su esencia. "En Madrid hay edificios que se han ido al vertedero, porque autorizaron reformas para instalar oficinas y han tirado carpinterías, tarimas y elementos decorativos".
Tarruell se queja de que muchas de estas modificaciones se hayan producido durante este siglo. "De la Casa Palazuelo no queda ni un solo tabique, cuando era un edificio residencial maravilloso. Han destruido los interiores, alterado los techos y sólo brillan unas horribles luces fluorescentes. Lo que pasa en Madrid es difícilmente comprensible, pues han autorizado deformaciones de su obra tremebundas".
También considera "lamentable" el estado actual, respecto al diseño original, del Palacio de Cibeles y del Círculo de Bellas Artes, que han perdido sus puertas giratorias. Y prefiere no hablar de Banco Español del Río de la Plata, conocido como el edificio de las Cariátides y sede del Instituto Cervantes. "La degradación ha afectado hasta a los templos de la cultura".
Una restauración compleja
El propio Tarruell batalló para salvar el ascensor de su casa, cuyos planos fueron trazados por Palacios. "Industria quería destrozar el ascensor, un aparato singular, pero conseguimos salvarlo. Nos hicieron la pascua hasta extremos inimaginables porque, en vez de abrir la mano en cuestiones no vitales, nos abrumaban con requisitos de seguridad que impedían conservarlo".
La exigencia de una pieza, asegura, forzó a la comunidad de vecinos a prescindir de la máquina de bronce original del ascensor. "En vez de ayudarnos a conservarlo, daba la impresión de que querían cargárselo. Y lo mismo está sucediendo con el metro de Gran Vía", se lamenta Tarruell, quien subraya que restaurar una obra de Palacios es muy complejo.
"Era tan perfeccionista que hoy resulta, además de difícil, muy caro, porque los oficios de entonces desaparecieron. Ahora bien, si se intenta, se consigue". Huelga decir que su obra favorita de Palacios es el edificio que lo vio nacer y donde sigue viviendo. "Es un orgullo habitar en un sitio así, como también defender su patrimonio y darlo a conocer, porque el Ayuntamiento permite barbaridades".
Tarruell suma otra dificultad para restaurar apropiadamente sus obras: la guerra civil se llevó por delante su archivo, con sus planos, bocetos y detalles. "Sólo quedan algunos que se presentaban para obtener los permisos, pero los diseños eran más someros que los definitivos. Por eso es tan complicado aquilatar su trabajo, cuya única referencia es lo que hoy queda de sus obras".
Qué hay en el metro de Gran Vía
Desde el verano de 2018, cuando encontraron los restos en la estación de Gran Vía, las obras se han ralentizado. Público ha contactado con Metro de Madrid y con la Dirección General de Patrimonio para conocer el estado del paso subterráneo hasta la parada de Sol, la recuperación del diseño original de Palacios y la fecha prevista de su finalización, pero su respuesta está pendiente.
El pasado 11 de febrero, el consejero de Transportes, Movilidad e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, anunció que podrían demorarse hasta comienzos del próximo año debido a las tareas que han debido realizar tras el "descubrimiento de unas muestras de valor patrimonial en las excavaciones" y los requerimientos de la Dirección General de Patrimonio para preservarlas.
"No sé sabe qué están haciendo. Parece un secreto de Estado, porque los trabajos están cubiertos por un manto de silencio", protesta Tarruell, quien considera que habría que intentar recuperar el diseño original en la medida de lo posible. "Sin embargo, quienes queremos conservarlo somos tachados de locos y arqueológicos".
Qué fue de Antonio Palacios
Antonio Palacios falleció a los sesenta y nueve años en una modesta casa, en comparación con las que había construido para otros, en El Plantío. "Nunca tuvo dinero ni fue un potentado. Pese a todo lo que hizo, no acumuló una fortuna", explica Tarruell, quien señala que aunque académica y profesionalmente estaba muy bien considerado, no penetró en ciertas esferas madrileñas.
"Se introdujo en el Madrid constructivo y aristócrata a través de los Otamendi, que más que una familia era un clan, pero luego sus caminos divergen. Además, se casó con una persona poco relevante socialmente, por lo que le faltó el apoyo de clase para ser el arquitecto de moda", añade el experto en su figura. Palacios ganaba los concursos por méritos propios, no por su influencia ni por un poder financiero que nunca ambicionó.
Una persona interesante. Un personaje deslumbrante. Un hombre desinteresado. "No se movió nunca por dinero y sus trabajos tampoco tuvieron tintes especulativos", asegura Tarruell, quien compara su falta de ambición económica con el talento y la visión empresarial de los hermano Otamendi, "unos águilas para los negocios".
Simplemente, "se ganó la vida y punto". Después de que su obra fuese desvirtuada, se ha convertido involuntariamente en el hombre que está paralizando las obras del metro de Gran Vía, aunque todavía está por ver qué será de los restos arqueológicos hallados en la estación. Merecen, como su propia figura, ser recuperados. "Porque Palacios es el constructor de Madrid", concluye Tarruel. "Sin él, Madrid no se entiende".
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