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La mujer gallega sin hogar, un colectivo que aumenta expuesto a las violencias machistas

Un estudio de la Universidad de Santiago ha determinado la vinculación entre las violencias machistas y las mujeres sin hogar, al correr éstas doble riesgo al exponerse a abusos o agresiones en las calles.

Imagen de un albergue.
Imagen de un albergue. Pixabay

Aunque el porcentaje de sinhogarismo en Galicia sea mayor en los hombres, las mujeres, que alcanzan entre el 15 y el 20%, están expuestas a una mayor vulnerabilidad que ellos por la violencia de género. Este estudio, encargado por la Xunta y elaborado por investigadoras de la Universidade de Santiago (USC), demuestra que el sinhogarismo incrementa las situaciones de riesgo en las mujeres por ser objeto de agresiones sexuales.

De las 72 mujeres que entrevistaron las profesoras, 64 contestaron a la pregunta "¿alguna vez sufrió violencia de género?", y, de ellas, el 70,8% respondió de manera afirmativa. En Galicia, las causas que llevan a las mujeres a perder su hogar o a no poder acceder a uno seguro son de diversa índoles, determinadas por la situación económica y social de ellas, donde se enmarcan el desempleo, la precariedad laboral y los precios de la vivienda. La falta de un entorno familiar y social de apoyo, incluso la discapacidad, las enfermedades o el nivel de estudios componen el arco de las causas principales de la falta de un techo propio.

Según los datos que arroja el estudio, en 2012 había 1.903 personas sin hogar en Galicia, de las que un 19,5% eran mujeres. El término sinhogarismo no solo hace referencia al hecho de vivir en la calle o dormir en albergues, centros de servicios sociales o refugios, sino también constar en hospitales sin tener a dónde ir, vivir en una vivienda sin título legal, avisos de desahucios, es decir, la ausencia de una vivienda segura. Esto último también abarca la violencia ejercida por la pareja o familia o la vivienda temporal y masificada.

El perfil de estas mujeres está vinculado con empleos precarios y con remuneraciones que reciben de prestaciones sociales o pensiones. La tasa de actividad de las mujeres en 2018 se cifraba 8 puntos por debajo de la de los hombres, el 48,4% de la población activa son ellas y del total de la inactiva, representan el 56,5%. Un 90,8% de las personas que no buscan empleo por responsabilidades de cuidados son mujeres. Cuando ellas acceden a puestos de trabajo, poseen más jornadas parciales (21,9% frente al 5,9% de los hombres), así como que se dedican a actividades no remuneradas relacionadas con la conciliación.

También dentro del perfil de las mujeres sin hogar, "en su mayoría fueron víctimas de violencia de género en algún momento de su vida, aunque pocas presentaron denuncia", reza el documento al que ha tenido acceso Público. Asimismo, sostiene que en general residen en habitaciones con derecho a cocina y hacen un bajo uso de los albergues, principalmente porque se sienten desprotegidas en ellos. La presidenta de la Asociación Profesional de Agentes de Igualdad (Apaioga), Mercedes Renda, puntualiza que "las mujeres sin hogar están invisibilizadas y algunas de ellas están asexuadas como mecanismo de defensa: el pelo corto, la manera de vestir… así es más difícil reconocerlas como mujeres". En el caso de sufrir malos tratos por parte de su pareja, las mujeres llegan a aguantar la situación de violencia extrema por el miedo a quedarse en la calle y perder la custodia de sus hijos.

La coordinadora del estudio y profesora de Economía en la USC, Emilia Vázquez, explica a Público que al grupo investigador le sorprendió el elevado porcentaje de usuarias de los centros de atención para mujeres que sufrieron violencia de género. Del total de las mujeres sin hogar, un 53% viven en centros de acogida, un 25% en la calle y un 16% en viviendas ocupadas ilegalmente. "Una tercera parte de estas mujeres no denuncian la situación, entre otras cosas por miedo a perder la custodia de los hijos", sostiene. También, el estudio detectó que "aumenta el riesgo de sufrir violencia de género cuando no participan los dos miembros de la pareja en la organización del hogar, además de otras circunstancias como cuando la mujer es obligada por su pareja a dejar de trabajar o cuando es solo una persona la que acerca ingresos al hogar, siendo el hombre o la mujer".

El perfil general de estas mujeres ronda los cuarenta años de edad - disminuyendo cuando es víctima de violencia de género- y el 25% tienen hijos a su cargo. La investigación demuestra que en los últimos años mudó el perfil de las mujeres sin hogar, aumentando las personas menores de 30 años y mayores de 65 años. "Se observa también un aumento del sinhogarismo femenino encubierto, como el trabajo de internas o la prostitución encubierta", continúa Vázquez. La gente más joven reside en casas ocupadas y proviene de centros de menores, aunque también hay una parte que no ha crecido en un contexto "desestructurado" pero que padecen adicciones o trastornos de personalidad. En definitiva, una situación total de desamparo que empuja a que pidan ayuda a los recursos sociales. "A raíz de la crisis pasada se constata que hay mucha gente que no fue capaz de remontar la pérdida del trabajo, y esto, sin redes personales, los lleva a la baja autoestima y problemas de adicción", sostiene el estudio.

Emilia Vázquez espera que este trabajo, pionero en el sinhogarismo femenino, influya para su aplicación en otros países. "El objetivo último del estudio es ayudar a que las mujeres en esta situación puedan salir de la exclusión social en la que se encuentran, pues muchas veces carecen de un alojamiento estable y seguro, sin poder cubrir sus necesidades básicas y las de sus hijos".

Para ello es necesario anticiparse al fenómeno para evitar que las mujeres se expongan a estos escenarios, a través de políticas a largo plazo, campañas de sensibilización, visibilización del sinhogarismo, informar a las mujeres de los recursos con los que pueden contar y mudar los prejuicios a los que se tiene sometido el Servicio de Menores. Los recursos aportados por la Administración tienen que reforzarse, como viviendas, servicios, incluso facilitar productos de higiene femenina y para sus infantes, así como anticonceptivos. "Ahora, como ellas son menos que ellos en la calle, hay recursos a los que no pueden acceder, porque son albergues de hombres. El hecho de estar en la calle te aboca a servicios sociales y probablemente te quiten la custodia antes de ofrecerte una vivienda", concluye Renda.

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