Los nuevos test genéticos para mujeres atletas reavivan el debate sobre la discriminación de los cuerpos disidentes en las pruebas deportivas
A priori, estas pruebas cromosómicas pretenden asegurar la igualdad efectiva entre mujeres en las competiciones. No obstante, como denuncian distintas agrupaciones deportivas LGTBIQ+, existe una inmensa diversidad biológica que desborda la simple categorización binaria de los cuerpos como “masculinos” o “femeninos”.
Muchas voces coinciden en que las pruebas de género buscan perseguir a quienes se salen de los marcos hegemónicos de feminidad y desafían las normas de género preexistentes.

Madrid-
Desde el pasado mes de agosto, la simple detección del cromosoma masculino XY puede ser suficiente para sentenciar el futuro de las mujeres dentro de las competiciones de alto nivel. Este verano, el World Athletics (órgano rector del atletismo mundial) aprobó una nueva normativa que afectará a todas las mujeres que quieran participar en competiciones deportivas internacionales: deberán realizarse un test cromosómico bucal, conocido como test SRY, para demostrar su género. De esta manera, dos letras determinarán si la jugadora puede competir en la categoría femenina o, por el contrario, si queda excluida.
"Preservar la integridad de la competición femenina es un principio fundamental del atletismo", defendió en marzo Sebastian Coe, presidente de World Athletics, tal y como recoge la revista deportiva Runner’s World. Ya en intervenciones anteriores no exentas de polémica, Coe había insistido en que el objeto de estas pruebas de género no era otro que “verificar la biología femenina”. Decenas de mujeres ya fueron sometidas a esta prueba para participar en el Mundial de Tokio de 2025 y se prevé que su puesta en práctica, que también se da en las competiciones de boxeo, se extienda a otros deportes.
Aunque la implantación de los test SRY es relativamente reciente, no lo es la exclusión de mujeres con cuerpos disidentes en las competiciones. Ya en marzo de 2023 se prohibió a las atletas trans competir en la categoría femenina una vez hubieran pasado la pubertad masculina y ese mismo año, como ya transmitió la BBC, el Consejo Mundial de Atletismo votó a favor de reducir la cantidad de testosterona en sangre permitida para las atletas con diferencias en el desarrollo sexual (DDS).
“Los test de género no son ninguna novedad en el deporte. Las atletas que hace 20 años estaban compitiendo, hoy comentan que les hacían desnudarse para comprobar su género. Por suerte, hubo un tiempo en el que esas pruebas se vetaron porque era algo humillante para una competidora”, desliza en conversación con Público Bárbara Vilariño, miembro de la Agrupación Deportiva Ibérica, que agrupa a la mayoría de clubs LGTBIQ+ de España y Portugal, mientras hace hincapié en un dato clave: los test solo se aplican a mujeres, pero nunca a hombres con características físicas no normativas.
Muchos aficionados al deporte habrán escuchado en más de una ocasión el nombre de Cáster Semenya, la atleta sudafricana que fue dos veces campeona olímpica y tres veces campeona mundial en los 800 metros. En 2019 el World Athletics le prohibió competir a menos que redujera sus niveles naturales de testosterona por medio de intervenciones médicas, algo a lo que se negó y que provocó que fuera apartada de la competición.
Su caso dio la vuelta al mundo especialmente después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declarara en julio de 2023 que la prueba impuesta por la autoridad deportiva suponía una grave injerencia en su derecho a la privacidad. El tribunal cuestionaba asimismo la validez científica de las pruebas de género impuestas. Antes que ella, en 1985, la corredora de vallas María José Patiño perdió todos sus méritos deportivos después de que descubrieran, a partir de pruebas genéticas, que tenía un cariotipo XY, a pesar de ser una mujer intersexual que se había desarrollado físicamente como una mujer.
Pruebas que castigan las disidencias corporales
A priori, el fin principal de estos test es asegurar la igualdad efectiva entre mujeres en las competiciones deportivas. No obstante, como denuncian desde distintos colectivos y agrupaciones deportivas LGTBIQ+, existe una inmensa diversidad biológica que desborda la simple categorización binaria de los cuerpos como “masculinos” o “femeninos”. En ese abanico multicolor entrarían mujeres intersexuales, personas con diferencias en el desarrollo sexual (DSD), mujeres trans en distintas etapas de su transición, con alteraciones cromosómicas o sencillamente con niveles testosterónicos elevados y un larguísimo etcétera.
Por tanto, basar la inclusión o exclusión de deportistas en función de dos características genéticas resulta en muchos casos, como poco, problemático. “Estos tests lo que quieren hacer es determinar un binarismo que no existe porque hay 50 tipos de intersexualidades distintas”, indica Vilariño, quien asegura que actualmente “el deporte es el gran bastión del binarismo y del machismo”.
Los rasgos físicos biológicos (y que, por tanto, nos vienen dados por nacimiento y no dependen del entrenamiento de cada persona), como pueden ser la estatura o la musculatura, generan una ventaja competitiva en cualquier deporte independientemente de la categoría. Sin embargo, esas diferencias genéticas se naturalizan en algunos casos (como en el baloncesto masculino, donde compiten hombres de alturas muy diversas) y se problematiza en otros. De hecho, como denuncian muchas deportistas feministas, estamos acostumbrados a ver a hombres deportistas muy diversos corporalmente pero ningún órgano deportivo ha considerado que ello favorezca a los hombres más fuertes, altos o musculosos. Siguiendo esta línea, muchas voces coinciden en que las pruebas de género lo que buscan en todo caso es perseguir aquellos cuerpos que rebasan los marcos hegemónicos de feminidad desafiando las normas de género preexistentes.
Una de estas voces críticas con las nuevas pruebas de género es Mar Cambrollé, presidenta de la Federación Plataforma Trans. Cambrollé sostiene que reducir el rendimiento únicamente a los genes o cromosomas “es simplista y excluye a personas con variaciones naturales en la biología humana”. “El desempeño deportivo depende de múltiples factores: entrenamiento, nutrición, acceso a recursos o condiciones socioeconómicas”, declara a este medio. Además, explica, las pruebas colocan bajo sospecha a quienes presentan cuerpos fuertes o rasgos no normativos respecto a la feminidad tradicional, ya que cuestionan la “autenticidad” de las mujeres, mientras que los varones no son sometidos a pruebas similares “aunque existan variaciones genéticas que puedan favorecerles”.
Pero en última instancia, los efectos de los test basados en los cromosomas ahondan en la estigmatización de determinados cuerpos. Lo explica Paula Iglesias, presidenta de la Federación Estatal LGTBI+, que pone el acento en los efectos de pruebas como la mencionada: “Las consecuencias de estos test son claras: perpetúan la asociación de determinados caracteres sexuales, corporalidades o construcciones sociales con un género concreto y resultan estigmatizantes para quienes no encajan en los modelos hegemónicos de feminidad”. Además, cuando se ponen en práctica estas pruebas, incide Cambrollé, las atletas son cuestionadas públicamente sobre su identidad de género, sufriendo críticas o exclusiones, con lo que ello acarrea para la confianza y la autoestima de las competidoras.
“Queremos impedir que estas pruebas deriven en persecución o marginación”
A su vez, las expertas alertan de que la existencia de pruebas de género legitima que en el deporte de base, donde la cooperación se suele privilegiar por encima de los resultados deportivos, también se discrimine a chicas no cisheteronormativas. Aunque según Mar Mas, presidenta de la Asociación Mujeres en el Deporte Profesional, en los equipos amateur “el consenso deportivo es que el deporte sirve para cohesionar una sociedad, la comunidad y lo prioritario es la inclusión”, casos como el de la adolescente trans Aura Pacheco ponen en tela de juicio que esta premisa acabe llevándose a la práctica.
Cuando tan solo tenía 13 años, la Federación de baloncesto de Castilla-La Mancha negó a Pacheco jugar con sus compañeras en 2023 al estimar que había una “ventaja competitiva” respecto a sus compañeras. El Comité de Justicia Deportiva de Castilla-La Mancha acabó dándole la razón. “Tenemos que trabajar en que lo profesional no acabe enturbiando el deporte base. Queremos impedir que estas pruebas deriven en una persecución y marginación de las personas trans o disidentes de la forma que sea”, reclama Vilariño.
En España, la actual legislación deja claro que se trata de prácticas que vulneran derechos fundamentales: la ley 39/2022 del 30 de diciembre y la ley 4/2023 del 28 de febrero estipulan que es ilegal discriminar la participación deportiva por motivos de orientación sexual, identidad ni expresión de género. Asimismo, organismos internacionales como Human Rights Watch se han pronunciado en distintas ocasiones al respecto y han calificado los test cromosómicos de “humillantes, degradantes y discriminatorios” ya que, argumentan, “se basan en comprobar si se ajustaban a unos estándares arbitrarios y subjetivos de feminidad”.
Por su parte, la Agrupación Deportiva Ibérica (ADI LGTBI+) cuestiona directamente la validez científica de las pruebas: “Las mujeres trans que han seguido un tratamiento prolongado de supresión hormonal no conservan ventajas físicas significativas respecto a las mujeres cis”, mientras que tampoco existen “evidencias sólidas que respalden una relación directa entre los niveles de testosterona y el rendimiento deportivo”, alegan.
No existe una única fórmula que permita abordar rápidamente la participación de las mujeres trans y no binarias en el deporte, pero sí prevalece un claro consenso sobre la necesidad de un debate profundo al respecto que cuente con la presencia de todas las identidades implicadas. Un repensar colectivo que permita una igualdad real fuera de normativas que han resultado excluyentes y estigmatizantes. Pero también es preciso, destaca Iglesias, reescribir las categorías deportivas en base a criterios “alejados de concepciones simplistas como los cromosomas ni basadas en estigmas”. Se pueden explorar, concluye Cambrollé, formas alternativas de establecer esas categorías sin invadir la privacidad de las competidoras, por ejemplo valorando límites por rendimiento o biomarcadores concretos, como niveles de testosterona, o incluso contemplar la implantación de ligas abiertas o mixtas en ciertos deportes.


Comentarios de nuestros socias/os
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros socias y socios, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.