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Cierre Alcoa Galicia La pelea contra el cierre de Alcoa se bate entre neumáticos quemados y el negocio de las eléctricas, que nadie se atreve a tocar

En tres semanas, 1.000 puestos de trabajo desaparecerán carbonizados. El despido colectivo que se hará efectivo en unos días anula la devolución de 36 millones de euros de las arcas públicas cobrados para evitar esos mismos despidos. Su defensa, un combate que estalla contra el calendario.

Un trabajador de Alcoa frente a una barricada en la entrada de la factoría de Alcoa custodiada por la Guardia Civil en San Cibrao, Lugo. MANU BRABO
Un trabajador de Alcoa frente a una barricada en la entrada de la factoría de Alcoa custodiada por la Guardia Civil en San Cibrao, Lugo. MANU BRABO

                                                                                                                                       La noche.

"Si vais a liarla mañana por la mañana, no limpiamos las vías. ¿Para qué vamos a limpiarlas dos veces?". No debe ser fácil despegar de los raíles esa masa maloliente, entre metálica oxidada y pastosa verdeazulada, que deja la goma quemada. A giro de cabeza de esa conversación entre ferroviarios y trabajadores en huelga, tan amigable que terminó en café, una docena de guardias civiles come alrededor de una caja de pizza que les han sacado desde el Comité de Empresa. La polarización en España tiene más de pose y discurso que de bronca entre, a fin de cuentas, vecinos que conviven. Dicen los trabajadores que si la fábrica cierra, hasta los guardias civiles tendrán que irse a vivir a otro lugar. Como si lo supieran, los agentes ni se mueven. Un giro de mirada más y las pupilas se contraen ante dos barricadas de fuego naranja intenso que devoran cada media hora un par de ruedas más grandes que quienes las queman – barricadas como ventiladores expulsan un humo tan denso que parece sólido. Que baila al albur del viento y obliga a quien las mira a moverse constantemente escapando de su toxicidad. Se crean corrillos que no paran de mezclarse. En las barricadas se hacen amigos. Quizás por eso aquí las llaman churrascadas. Estamos en Lugo.

En tres semanas, 1.000 puestos de trabajo desaparecerán carbonizados. Su defensa, un combate que estalla contra el calendario y este asalto se pelea contra el insomnio.

Mañana hay mani y huelga general en la Mariña. Son las 2.51 de madrugada y los trabajadores se aferran a la fábrica y los locales del Comité de Empresa de Alcoa, la única, la última fábrica de aluminio primario de España, a kilómetro y medio de San Cibrao. La oficina de Comisiones Obreras rebosa logísticas y va cargada con décadas de contexto. El local, forrado de clásicos. Un gomero de madera, un lanzador de hierro galvanizado, cohetes de pólvora y bengalas, una foto en blanco y negro de Marcelino Camacho, reproducciones de carteles de la guerra civil, banderas rojas llenas de polvo y cientos de archivadores. Humo, mucho. Mascarillas, café y tortilla. Estrella Galicia, la suficiente. Sin abridor, a mechero y muñeca ágil. Hablan quedo. Eso, al principio, cuando aún recuerdan que, tras la mampara, alguien duerme. Antes de olvidarlo, atabalarse y cabalgar a toda retranca.

-A mí me dio pena el de seguridad… ¿Pero qué le hicisteis?

-Nada. Me miraba y decía: A este lo conozco. Pero no va a decir nada.

-Los de seguridad son los últimos que echan.

-No, joder, los últimos son los que barren.

-Pues dame una escoba.

Silencio.

"No, esto no es sólo un empleo. Esto no es un supermercado que cierra y quedan otros 200 abiertos. Esta fábrica son tapas de yogur, blísteres para medicamentos, aviones, llantas de camiones, envases de pintalabios, latas de refrescos", dice Rubén Balseiro Otero, de 41 años, mecánico. Aquí todos se saben los números. Hay que entenderlos.

Trabajadores de Alcoa alimentan el fuego de la barricada con una rueda de camión a la entrada de la factoría. MANU BRABO
Trabajadores de Alcoa alimentan el fuego de la barricada con una rueda de camión a la entrada de la factoría. MANU BRABO

Alcoa Aluminio Español son 534 trabajadores que se van al paro. El 85% de una plantilla de 633. Recuerden ese porcentaje, es importante. Hay más. Es todavía más sangre. Son otros 500 trabajadores de empresas auxiliares que se van con ellos. Esos mil trabajadores al agujero del paro representan el 10% de la población activa de la Mariña Lucense y son, además, los que tienen los sueldos más fijos y más altos -una media de 1.600 euros al mes-, el pilar de la comarca de la Mariña, el 30% de su Producto Interno Bruto.

-Esto es como un dominó, cae Alcoa y cae detrás toda la Mariña— sentencia Rubén.

Y la noche se agota en discusiones sobre la cantidad de neumáticos necesarios, la velocidad a la que se queman, cuánto tienen que durar y cámaras de seguridad rotas para quemarlos sin que los graben -han tenido que reventar una ventana sellada para llegar a un cable colgado de una pared y poder cortarlo, no se crean que es tan fácil. Alboreará sobre más café vertido entre conteo de coches, lugares, horas, planes.

Por la mañana, casi todos llegarán a manifestarse a Santiago de Compostela y reunirse con quien haya que reunirse. Alguno se quedará a calentar la retaguardia. Hace tiempo empezaron a poner dinero. En la caja de resistencia hay más de 30.000 euros para pagar multas.

*

                                                                                                                                  Amanece.

José Antonio Zan preside el Comité de Empresa desde hace poco más de un año. Irá de uniforme a la manifestación de Santiago. Para la ocasión ha elegido camisa vieja azul oscuro -no se equivoque nadie, es azul mono de trabajo. Al entrar en el local, rayando las cinco de la madrugada, los compañeros le envidian los logos de la empresa, los primeros, los originales, impresos sobre el bolsillo de la camisa obrera, una pieza ya vintage. Explica que sólo le quedan dos mientras se pone el primer café y, como si de un profesor con años de pizarra a las espaldas se tratara, sintetiza la composición, naturaleza y estrategia de las fuerzas y motivos que asedian la fábrica: el conflicto de Alcoa.

La síntesis aparece dibujada sobre una imagen de trazo grueso, clara y esquemática, gatopardiana. Todo cambiará pero todo seguirá igual:

- ¿Tú sabes quién era el conde de Fenosa?— pregunta.

[Pedro Barrié de la Maza fue nombrado conde de Fenosa por el dictador Francisco Franco en 1955. En 1943 había creado Unión Fenosa y tenía el monopolio de la electricidad en Galicia. En líneas muy resumidas era una "de las eléctricas"]

Y se responde.

-Pues era un tipo que necesitaba vender electricidad. Y para eso se creó una fábrica de aluminio, para que él hiciera millones.

Trabajadores controlan el acceso de los empleados en servicios mínimos durante el cambio de turno a la entrada de la factoría de Alcoa, custodiada por la Guardia Civil. MANU BRABO
Trabajadores controlan el acceso de los empleados en servicios mínimos durante el cambio de turno a la entrada de la factoría de Alcoa, custodiada por la Guardia Civil. MANU BRABO

En el aluminio, todo pasa por la electricidad. De la electrólisis a las facturas. Alcoa Aluminio Español son 250.000 toneladas anuales de aluminio y supone el dos por ciento del consumo nacional de electricidad.

No lo pillo a la primera. Me está midiendo. Zan, de 42 años, mira con escepticismo. [En su interior piensa: Este periodista no se entera de nada, y es verdad, nunca he leído ni sabido de aluminio] El color del pelo, tirando indudablemente a rojo, ha perdido intensidad con la madurez. Es imposible saber si la ceja derecha levantada es parte también de la distancia con la que habla, para protegerse -los años aportan eso- pero con profesionalidad extrema, es decir, sin intimidación ni prepotencia alguna. Sabe de lo que habla, que parte de la posguerra civil y llega hasta la descarbonización de la economía a través de la historia de las ideas y la geoestrategia.

El tema es complejo. Es de los que va recogiendo trozos de papel por la mesa y explica al ritmo de un bolígrafo que traza siglas, círculos, líneas, flechas y cuadrados. Cuando empecé a entender ya había estallado el día. Pero sólo para cubrirse de nubes y paraguas. De ese verdegrisoscuro que en Galicia orbaya hasta en verano. 

No se detuvo en esto. Me detengo yo porque amerita inciso. [Zan, te dije que al llegar a casa haría los deberes] Al inicio de la guerra civil, en Galicia había dos eléctricas. La del conde de Fenosa y Electra Popular Coruñesa, propiedad de José Miñones, que además era diputado republicano. A Miñones lo fusilaron. Requisaron su empresa. Se la entregaron al conde. Ya sólo quedaba una. Cuando el mercado no funciona a gusto de quien manda, se interviene el mercado. A cualquier precio. Con el dinero de verdad no se juega. No se ha jugado nunca. Fin del inciso.

Esta industria nació en 1958 con el nombre de Inespal (Industrial Española del Aluminio) Entre sus funcionalidades, la de consumir mucha, muchísima electricidad en un mercado de la electricidad controlado por actores con mucho poder. Llegó a emplear a 4.500 personas. Pasaron las décadas. Los últimos gobiernos socialistas de la era Felipe González comenzaron un proceso de privatización que culminó en 1998 con su venta a una empresa estadounidense, Alcoa. Aquel fue uno de los últimos coletazos de la primera reconversión industrial. De las 11 fábricas originales en 2014 ya sólo quedaban tres. Es la economía, estúpido, dicen algunos. Una en Coruña, otra en Avilés y esta, en Lugo.

En 2018 Alcoa vendió Coruña y Avilés a una empresa suiza. Fondos, las llaman ahora. Empresas que compran, limpian de empleo, trocean con programas de apoyo público de nombre y casuísticas cada vez más complejos para romper fronteras y vender de nuevo rápido y con buena plusvalía los esqueletos de lo que habían comprado.

Ya sólo queda Lugo, donde se fracciona la empresa en dos una vez más. Alúmina y Aluminio. Alcoa Aluminio, la que ahora va a cerrar, carga, además, con 633 trabajadores y un puerto anclado en su lista de activos. Zan explica con tiro largo y a futuro. Por ese puerto entra el mineral que se funde en las cubas de las que sale el aluminio. Por ese puerto puede entrar dentro de un tiempo el aluminio fabricado en otro país donde la electricidad cueste menos, donde los salarios sean menores, donde no haya que cumplir criterios para descarbonizar la economía y respetar el medioambiente.

La explicación de Zan enfada a cualquiera: "Compraron un sistema productivo para desmantelarlo, quedarse con el puerto y seguir metiendo el material en España a través de empresas que producen más lejos, fuera del radar, más barato, peor, contaminando más. La ecología del avestruz, corro y meto la cabeza en un agujero para no ver lo que sucede a mi alrededor".

Para gestionar ese puerto una vez cerrada la empresa, pura operatividad, sólo hace falta quedarse con el 15% de los trabajadores. Hay que despedir al 85%. Además, cuando se trata de empresas privadas que han recibido multimillonarias inyecciones de dinero público -en este caso hasta 36 millones de euros sólo para mantener el empleo, según ha explicado el propio presidente del Gobierno- existe una cláusula que las exime de devolver esas ayudas en caso de catástrofe laboral. Definamos catástrofe laboral como prescindir del 85% de la plantilla. Todo tiene un porqué. Sobre todo, las paradojas. El despido colectivo que se hará efectivo en unas semanas anula la devolución de 36 millones de euros de las arcas públicas cobrados para evitar esos mismos despidos.

Trabajadores debaten sobre próximas acciones de protesta mientras guardan una de las barricadas a la entrada de la factoría. MANU BRABO
Trabajadores debaten sobre próximas acciones de protesta mientras guardan una de las barricadas a la entrada de la factoría. MANU BRABO

Si ese cheque parece generoso, aún queda por explicar el mayor de todos.

La industria del aluminio se define a través de una palabra rara: hiperelecrointensiva. Consume muchísima electricidad. La electricidad supone hasta el 45% de su coste de producción. La electricidad es cara por una serie de factores. Inmersos como estamos en un proceso de transición ecológica, incorpora el precio de la descarbonización, de la modificación de los combustibles con los que se produce. Pero no sólo. También es cara porque las eléctricas tienen un gran poder de negociación a la hora de vender su producto. Es sabido que por sus consejos de administración han pasado decenas de exministros y los expresidentes José María Aznar y Felipe González. Las eléctricas, como hizo en su día el conde de Fenosa, saben de buenos negocios y de los movimientos políticos que los garantizan.

Y Zan responde con su lectura de macroeconomía y estrategia. "No puedes competir si pagas un CO2 muy alto en la factura de la electricidad. España deja meter aluminio de países que no cumplen los estándares internacionales, por eso la Unión Europea ideó las compensaciones por gases de efecto invernadero. Esas ayudas consisten en disminuir las diferencias de precio entre nosotros y otros países para que no deslocalicen la empresas. Yo, gran consumidor, acuerdo contigo, gran productor, y pacto contigo lo que te voy a comprar. Tú te comprometes a darme una cantidad de electricidad producida de determinada manera. Te garantizo un consumo continuado a diez años y me haces un precio. Esa garantía de consumo y precio es el aval con el que voy al banco a pedir dinero para pagarlo. El Estado no está defendiendo que se cumplan esos acuerdos. Porque no se toca el negocio de las eléctricas. Sube el precio de la electricidad y la decisión política española es no inyectar dinero para rebajarlo. El resto de Europa está pagando menos por la electricidad que España y la industria española se hunde".

El precio de la electricidad lo regula el Gobierno. Del precio que se marca, las eléctricas extraen su beneficio. Con la electricidad más cara, más beneficio para las eléctricas y menos competitividad para el aluminio. Con la electricidad más barata, menos beneficio para las eléctricas y más competitividad para el aluminio. De ahí que la clave para la superviviencia de esta fábrica esté en la aprobación de un estatuto electrointensivo: un precio de la electricidad que permita la supervivencia del aluminio.

Zan lo explica así: "Pasa lo mismo que con las becas. Tú tienes un dinero a repartir. Contra más becas des, más pequeña es cada una. El Gobierno español decide la cantidad de dinero público que dedica a mantener el precio de la electricidad. Si ese dinero se inyecta en unas pocas empresas, digamos 100, las que más electricidad consumen, hay más dinero a repartir y baja el precio del aluminio. Si ese dinero se inyecta en muchas empresas, digamos 600, toca mucho menos a repartir para las que consumen desproporcionadamente mucho más, el aluminio, por ejemplo. Sube el precio del aluminio. El aluminio deja de ser competitivo y la electricidad da más beneficios. Se condena al aluminio al cierre mientras las eléctricas siguen vendiendo su producto, electricidad, con beneficios asegurados en un mercado regulado por el Gobierno. Si el precio de la electricidad en España se sitúa por encima de la media europea, como está sucediendo, el aluminio no puede competir, nosotros nos hundimos y ese exceso de precio es una subvención multimillonaria indirecta del Gobierno al negocio de las eléctricas".

El gobierno que toma esa decisión, política, de distribución de recursos entre las eléctricas y el aluminio está en Madrid y es un gobierno de coalición entre el Partido Socialista Obrero Español y Podemos.

"Te apuesto lo que quieras a que Teresa Ribera, la ministra de Transición Energética acaba sentada en el Consejo de Administración de las eléctricas. No sería la primera ni la última, ellos sí que saben asegurarse el futuro".

Zan saca el móvil. Para ellos, esta es la historia de una traición política. El eterno donde dije digo, digo Diego que va repitiendo una y otra vez con tono cada vez más agrio mientras busca dos vídeos. Uno del presidente Pedro Sánchez, del Partido Socialista y otro de Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, de Podemos. [Al Partido Popular lo dan todos por perdido desde antes de empezar]

El primer vídeo es de la primera campaña electoral de 2019. Dice Pedro Sánchez ante los trabajadores de Alcoa: "Ser socialista es una forma de ver la vida. Ser solidario y comprometido con los trabajadores de Alcoa como lo va a ser este presidente del gobierno cuando comencemos a gobernar España. Tenemos un compromiso con la aprobación de un estatuto electrointensivo que garantice la pervivencia de la industria en buena parte del norte de España".

El segundo vídeo es de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Durante un debate electoral de la siguiente campaña electoral, la última, semanas antes de convertirse en ministra:

"La competencia de la ley sobre el sector eléctrico es estatal. Por tanto, los trabajadores afectados por la carencia de un precio justo de la energía industrial saben que no lo tienen porque ni cuando estuvo el Partido Popular ni con el Partido Socialista de Pedro Sánchez se aprobó el estatuto electrointensivo. No tenemos porque da igual Xan que Perillán, porque para bajar el precio de la energía industrial, como hacen Francia y Alemania, hay que decirles a las eléctricas que ya no mandan en este país. Por eso en la pasada campaña electoral vino a Coruña Pedro Sánchez a prometer un estatuto electrointensivo. Pero han pasado 17 meses y no lo tenemos porque hay que meterles mano a los que mandan…. es una vergüenza que dejemos caer esto por no tener un precio justo de la energía".

Un trabajador de Alcoa alimenta el fuego de la barricada con un neumático a la entrada de la factoría en San Cibrao. MANU BRABO
Un trabajador de Alcoa alimenta el fuego de la barricada con un neumático a la entrada de la factoría en San Cibrao. MANU BRABO

Como siempre, duele más el golpe de quienes sienten, sentían al menos, más próximos. Es el caso de Yolanda Díaz. Ni está ni se la espera en las movilizaciones actuales. Galicia vota en unos días. Ni está ni se la espera en la campaña electoral de la Mariña Lucense.

"No se atreverá a venir, ya sabe ella por qué", dice Zan, sentado ante una foto en blanco y negro de Marcelino Camacho, fundador de Comisiones Obreras. "Ella le dice al PSOE cómo son las cosas y tres meses después se encuentra gobernando con ellos. Una cosa es meterse tras una pancarta y otra es venir aquí y solucionar un problema".

Me revuelvo. Es incómodo de escuchar.

"Tú mételo como quieras, pero cuenta la verdad", me reta. "A ver si te dejan poner esto", espeta. Y sigue: "Nos está cerrando el gobierno del PSOE y Podemos y ellos siguen con la matraca del Partido Popular. Además, nos van a aplicar la reforma laboral del Partido Popular y ya". Se enciende y acelera. "A cambio de entrar en el gobierno, Podemos accedió a que el PSOE esté haciendo una segunda reconversión industrial, la definitiva, es indignante".

Me revuelvo más aún. Dejo el bolígrafo sobre la libreta ante la siguiente frase. La repito. La ratifica. La escribo.

"No vale decir que el país se está llenando de fascistas y luego arrojar a la gente a sus brazos. Luego dicen que suben los de Vox. Lo raro es que no suban más".

Hay frases que son incómodas hasta de escribir. Miro a mi alrededor. Callan. Todos estamos incómodos. Zan pide la intervención, la nacionalización de una industria estratégica. Al menos una intervención temporal. "Hasta que el marco energético sea estable. Hasta que sepamos el coste real de la electricidad para los grandes consumidores, con tiempo para buscar el mejor plan de viabilidad y un nuevo comprador. O que se la quede el Estado si es rentable. Que el Estado se quede con parte del accionariado y pueda controlar las decisiones estratégicas".

De entre quienes escuchan la conversación, convertida en asamblea de afiliados de Comisiones Obreras nace, a voces, un debate sobre los usos del dinero público. Que acaba en búsquedas en Google de una confirmación. La del nombre de la ministra que dijo que no se podía intervenir Alcoa porque "no estamos en una economía estatalizada, no estamos en un régimen comunista". Fue Magdalena Valerio, entonces, hace apenas medio año, sentada en el mismo Ministerio de Trabajo en el que ahora se sienta Yolanda Díaz.

-Que se lo pregunten a Bankia o a las cajas si se puede estatalizar una empresa— sentencia Zan.

*

                                                                                                                             El mediodía.

En Santiago de Compostela, miles de personas marchan contra el cierre de Alcoa. En la fábrica, diez persona hablan sin orden alguno. Saltan de punto en punto como si un terremoto les azotase el local. Están nerviosos. Los mismos guardias civiles con los que se compartía pizza hace unas horas, ahora podrían detenerlos.

-Cinco no podéis ir en el coche porque os paran por lo del virus. A ver si vamos a cagarla por eso"— dice uno.

-¿Y si lo dejamos en la entrada de Foz? Te metes en la rotonda y aparcas allí abajo y a tomar por culo. Porque, si no, tienes que bajar por la carretera y en el momento en que vean a unos tipos tapados hasta arriba, llaman— aporta otro.

-Claro. El problema no es cortar. El problema es que nos vean y avisen a la Guardia Civil— advierte el más lanzado.

-Oye, ¿y lloviendo prende la gasolina?— pregunta uno que nunca ha quemado un neumático.

-Claro que sí— dice el lanzado.

-¿Quien señaliza?— sigue el mismo— Se coge una bengala y se abre para arriba. Lleva dos por si falla una. Tira despacio, que no es una granada. Te quedas con la anilla como en la guerra y te enciendes tu— explica.

-¿Cerramos todo?

-No, dejamos medio carril y el arcén— pactan.

-El que corte, corta y el que tira rueda, tira ruedas, ¿estamos?

-Hay que controlar que no nos sigan.

-¿Quien nos va a seguir?

-Salid escalonaos. Estamos un cachín aquí. Esperamos donde dijimos.

Trabajadores de Alcoa durante un corte de carretera a la altura del termino municipal de Foz, Lugo. MANU BRABO
Trabajadores de Alcoa durante un corte de carretera a la altura del término municipal de Foz, Lugo. MANU BRABO

La Guardia Civil da vueltas por la Nacional. Se esperan algo. No saben el qué, dónde, ni cuándo. Los trabajadores son cuatro y se mueven en un solo vehículo. Hacen kilómetros. Paran frente a una casa, en un camino que corre paralelo a la carretera. Los neumáticos están escondidos. Se abre una ventana. Una anciana grita fuerte, agudo, desagradable.

-Esto es zona prohibida, mira que lo tengo dicho. Día sí, día también me tapáis el garaje, siempre igual.

-Oiga, señora, que yo es la primera vez que vengo aquí— responde el lanzado.

-Calla, joder, no respondas, que esta llama a la Guardia Civil— le dice un compañero.

Quien debe ser su marido mira desde un tractor. Mira mal.

-Vamos a esperar un poco, que ahora pasan por aquí los del turno de tarde, no los vamos a joder a ellos— proponen.

Se cambian de ropa. Regresan de la ropa de verano al mono de trabajo. Se embozan. Se ponen el casco. Salen a la cuneta. Dos comienzan a lanzar sobre el asfalto los neumáticos que habían dejado escondidos. Otro los coloca. Uno enciende una bengala.

-¿El mechero?— pregunta el lanzado.

No han traído mechero. Viene el de la bengala, la arroja sobre los neumáticos. No tira. Sale otro, le lanza un bidón de gasolina encima. Estallan las llamas. Es peligroso. Se detienen los coches. Se van corriendo.

El hombre del tractor pregunta:

-¿Y esto por qué lo hacéis, por lo de Alcoa?

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