Este artículo se publicó hace 4 años.
Residuos forestales: una fuente de energía ¿renovable?
La industria de la biomasa para la generación de energía cobra cada vez más importancia en España y se perfila como una alternativa al carbón. No obstante, su impacto en los bosques y en la calidad del aire suscita controversias.
Madrid-Actualizado a
Desde hace siglos, los humanos hemos utilizado la madera para generar calor y poder cocinar o calentar nuestros hogares. No es una fuente de energía novedosa. Sin embargo, el compromiso de los estados miembros de la Unión Europea para 2030 (que el 32% de la energía proceda de fuentes renovables), ha dado a la biomasa forestal un papel protagonista en la descarbonización y la reducción de emisiones en Europa.
De hecho, los subsidios a la biomasa entre los 27 estados miembros de la UE aumentaron un 143 por ciento entre 2008 y 2018. "La biomasa solo existe en la medida en que existen los subsidios", dice Duncan Brack, miembro asociado del grupo de expertos Chatham House. "Estamos pagando para aumentar las emisiones de carbono en la atmósfera. Un uso absurdo de dinero público".
Algo chocante, cuando menos, si se tiene en cuenta que 800 científicos alertaron por escrito al Parlamento Europeo del riesgo de que la nueva Directiva de Energías Renovables (RED II) permitiera que la industria energética empleara los objetivos climáticos como excusa para talar y quemar árboles. No obstante, y a pesar de que la comunidad científica afirma que la quema de madera libera más dióxido de carbono que el carbón, la RED II considera a la biomasa neutra en carbono a la hora de contar emisiones. De ahí que los gobiernos puedan incluirla en su mix de renovables. España entre ellos.
Aprovechando el momento
La biomasa, en forma de residuos forestales o biocombustibles (como los pellets de madera), puede emplearse para la producción de dos tipos de energía: eléctrica y calorífica. En España, la biomasa para la generación de calor se destina principalmente al uso doméstico en chimeneas tradicionales alimentada con leña o calderas modernas de pellets. Además, en los últimos años se han puesto en marcha proyectos de redes de calor y district heating (para uso residencial) como la de Aranda de Duero o la de Móstoles, que dará servicio a casi 7.500 viviendas.
Para la generación de energía eléctrica, para la que, al contrario que en países como Reino Unido (en la central de Drax), no se utilizan pellets de madera, sino biomasa residual (restos de podas y clareos como ramas, copas y raíces). En España, la generación de electricidad a partir de biomasa no ha sido un sector relevante en el panorama de las renovables. Sin embargo, los planes estatales apuntan a un cambio para los próximos años.
En el marco de la directiva europea, España prevé en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima un aumento de la potencia instalada de generación de energía eléctrica a partir de biomasa de 613 MW en 2020 a 1.048 en 2030. A pesar de que el peso de la biomasa en el mix eléctrico nacional sea de un 1%, el crecimiento previsto, de un 129,69% en diez años, es de los más importantes y se apoya en el valor de la biomasa como alternativa a la quema de carbón.
De hecho, la subasta de renovables de 2016 destinó 200 MW a la generación de energía a partir de biomasa. En un proceso calificado como "abracadabrante" por la revista especializada Energías Renovables, las grandes eléctricas como Gas Natural Fenosa, Enel Green Power (EGP) e Iberdrola quedaron fuera de la puja y el Grupo Forestalia, de Fernando Samper, se llevó el grueso de la potencia, incluidos 108,5 MW de biomasa.
Con este panorama en el horizonte, no han tardado en surgir empresas como la mencionada Forestalia que buscan beneficiarse del empuje institucional a la biomasa. Se trata de compañías que ya tenían relación con el aprovechamiento forestal, como industrias papeleras o de transformación de la madera.
Es el caso de Forestalia, que cuenta con la mayor planta de producción de pellets de España en Erla (Zaragoza), con una capacidad de 140.000 toneladas anuales. El proyecto de su planta de biomasa en Cubillos de Sil, participado por la Junta de Castilla y León a través de la Sociedad Pública de Infraestructuras y Medio Ambiente de Castilla y León (Somacyl) y el Instituto Financiero de Castilla y León (Sodical), ha recibido un préstamo de 42 millones de euros del Consejo de Europa, además de otros 42 millones de financiación por parte de otras entidades bancarias lideradas por el Banco de Sabadell.
Destaca también ENCE, dedicada a la producción de celulosa y a la generación de energía a partir de biomasa, que en 2020 ha puesto en marcha dos nuevas plantas de biomasa con una inversión de más de 200 millones de euros, que supondrán un incremento del 44% en la generación de energía renovable de la compañía.
Y Greenalia, que en el 2019 ingresó de 41,63 millones de euros (un 13 % más que en 2018). La empresa de Manuel García recibió un préstamo de 50 millones de euros del Banco Europeo de Inversiones para la puesta en marcha de su planta de biomasa en Curtis (Galicia), además de 23 millones de euros del Fondo Marguerite II. Según han denunciado las organizaciones Petón do Lobo y Biofuel Watch, Greenalia ha obtenido el préstamo sin cumplir con los requisitos de eficiencia del BEI, por lo que han solicitado a la Comisión Europea que abra una investigación. "Tenemos casos de difamación bestiales", se lamenta Marco Couxeiro, Director de Operaciones de Greenalia.
Pero, además de las nuevas plantas, la biomasa se ha presentado como alternativa para la reconversión de plantas de carbón. Tras ser rechazada la reconversión de la central de carbón de Endesa en Carboneras (Almería), ahora es la central de As Pontes la que está siendo sometida a pruebas para comprobar si sería posible la co-combustión de carbón y biomasa. "Estamos siguiéndolo muy de cerca", afirman desde el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (IIDMA). Lo hacen porque utilizar biomasa forestal para producir solo electricidad supone no aprovechar al máximo su contenido energético. "Esta baja eficiencia de la quema de biomasa es lo que nos preocupa. El uso que se debe dar a la biomasa es de cogeneración o solo para fines térmicos". En la carta de los científicos al Parlamento Europeo en 2018 ante la aprobación de la REDII, advertían de que "quemar madera es ineficiente y, por lo tanto, emite mucho más carbono que la quema de combustibles fósiles por cada kilovatio hora de electricidad producida". "Nos preocupa mucho la reconversión y queremos que se evite", añaden desde el IIDMA.
Así afecta a nuestros bosques
Una de las controversias en torno al uso de biomasa forestal para la generación de energía mira hacia su impacto en los bosques. La directiva europea no pone límites al tipo de madera que los estados miembros pueden utilizar para generar energía ‘renovable’. Tampoco a su procedencia, por lo que el uso de troncos y árboles enteros no es ilegal.
Uno de los países que más está notando esta libertad en la gestión forestal es Estonia, donde las talas en áreas protegidas están aumentando. Entre 2009 y 2018, el gobierno de Estonia otorgó permisos de tala en aproximadamente 60.000 hectáreas pertenecientes a la red Natura 2000. En 2015, la Ley de Parques y Conservación del país se modificó para permitir aún más talas en el Parque Natural de Haanja y el Parque Nacional de Lahemaa. En 2016, el Parque Natural de Otepää se unió a la lista. Leer más en Money to Burn.
¿Supone la explotación de la biomasa una amenaza también para el bosque español? ¿Está permitido talar árboles para la generación de energía? En España, la gestión de los aprovechamientos forestales maderables y leñosos (entre los que se incluye la biomasa forestal) en España depende de los gobiernos regionales. Por ejemplo, como nos cuenta Alba Iranzo del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente, en Asturias, Cantabria y Galicia, solo se someten a control administrativo las cortas de arbolado (mediante autorización administrativa o una comunicación previa del titular del aprovechamiento al organismo forestal), pero no otro tipo de aprovechamientos como podas, clareos, desbroces y trabajos silvícolas generadores de biomasa forestal residual. No existe, por tanto, una norma común respecto al aprovechamiento forestal.
La biomasa empleada para la generación eléctrica es residual. Sin embargo, para la producción de pellets o astilla para energía calorífica sí que se utilizan troncos. Son los puntales, "arbolitos pequeños que se cortan en acciones selvícolas de claras y clareos para posibilitar que otros árboles tengan sitio y lleguen a su madurez", nos dice Pablo Rodero, presidente del Consejo Europeo del Pellet. "Esto es la gestión básica de los montes que se hace en todos los países y es sostenible. Los puntales tienen diámetros no comerciales, no valen para hacer muebles, casas… es el precio el que jerarquiza los usos. Una madera de tronco grande, tiene un precio que la biomasa para generación de energía no puede permitirse".
"Si tuviéramos que utilizar algo que no fueran residuos forestales para nuestra planta, en una semana cerraríamos porque no podríamos pagar la materia prima", añade Marco Couxeiro, Director de Operaciones de Greenalia.
Y este es precisamente el argumento empleado por la industria para defender el uso de biomasa para la generación de energía, afirmando que los restos forestales que utilizan (ramas, copas, raíces, restos de poda…) no tienen aprovechamiento económico alguno más allá de su valor como biocombustible. Couxeiro lo explica así: "Cuando una empresa maderera corta la madera deja una serie de restos tirados. En Galicia, la normativa obliga a gestionar esos restos, así nosotros los recogemos y los valorizamos". Y apunta al carácter comercial del monte gallego."Galicia es una potencia forestal y los montes se plantan para cortarlos y explotarlos. La productividad de los montes gallegos es muy alta, se genera mucha biomasa, rama, corteza… que, si se deja en el monte, se pudre y genera enfermedades, plagas forestales y potencia los incendios".
Desde Greenpeace España, por ejemplo, defienden el papel de la industria de la biomasa en la adaptación de los bosques al cambio climático y a la hora de fijar población en el medio rural. Como señala Miguel Ángel Soto, responsable de las campañas de Bosques y Empresas, es necesario despojar a los trabajos forestales de su connotación negativa. "¿Por qué la pesca es considerada sostenible y el bosque no?", se pregunta. Y apunta a la excepcionalidad de nuestros montes: "Necesitan ser gestionados para que no ardan".
Sin embargo, los planes para el futuro de la biomasa en España han hecho surgir la siguiente pregunta: ¿hay biomasa residual suficiente en nuestro país para abastecer a la industria?
Según APPA Biomasa (la sección de biomasa de la Asociación de Empresas de Energías Renovables), España es el tercer país europeo por recursos absolutos de biomasa forestal, solo por detrás de Suecia y Finlandia. Además, el incremento de bosques es el mayor de Europa, con un crecimiento anual del 2,2% (la media de la UE es del 0,51%).
Pero tanto el IIDMA como la Comisión Europea alertan de que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) no incluye un análisis de la evolución futura de la demanda y oferta de biomasa en España.
De acuerdo con el Reglamento de Gobernanza (UE) 2018/1999 sobre la gobernanza de la Unión de la Energía, este análisis debe incluirse en los planes nacionales de energía, incluyendo la oferta de biomasa por materia prima y origen (distinguiendo entre producción interna e importaciones).
Concretamente, la valoración de la Comisión Europea dice que ni el suministro sostenible de biomasa por materia prima y origen ni su impacto en los sumideros de carbono (la capacidad que tiene el bosque de almacenar carbono) están evaluados adecuadamente. "Esto es particularmente preocupante en vista del estrés hídrico y otros impactos severos del cambio climático", reza el informe.
Según el PNIEC, para el impulso de la biomasa previsto se necesitan unas 1.600 tep (toneladas equivalentes de petróleo) al año para el incremento de generación eléctrica y un extra de 411 ktep (kilotoneladas equivalentes de petróleo) al año para energía térmica, procedentes en su mayoría de biomasa de origen forestal y agrícola.
"Para nosotros, esto es cuestionable", dice Alba Iranzo, del IIDMA. "Para calcular el potencial de biomasa disponible, el PNIEC se basa en datos desactualizados del Plan de Energías Renovables de 2011. Además, son datos difíciles de encontrar. Es fundamental que España no realice importaciones de nuevos recursos de biomasa en vista de los impactos climáticos y ambientales asociados".
La puesta en marcha de la planta de biomasa de Greenalia en Curtis-Teixeiro (Galicia) en 2020 también ha puesto el foco en el aprovechamiento forestal. Según la XERA (Agencia Gallega de la Industria Forestal), en dos años, Galicia cuadriplicará su capacidad instalada de consumo de biomasa, pasando de las actuales 476.000 toneladas a 1,7 millones de toneladas. Como recogen en Campogalego.es, si el monte gallego produce cada año entre 1,5 y 2 millones de toneladas de restos de tala, estos se convertirán en un recurso codiciado.
La planta de Greenalia (con un consumo esperado de unas 500.000 toneladas de restos al año), la intención de las factorías de tablero de sustituir por biomasa su sistema de cogeneración, y el aumento de consumo de las plantas de Ence Navia y Ence Pontevedra protagonizarán este aumento de la capacidad instalada de uso de la biomasa residual, que sumará otras 700.000 toneladas en 2021. A esto se suma la central de producción eléctrica con biomasa de Forestalia en el Bierzo. En total, la Xera calcula que "la demanda total de biomasa forestal gallega para usos energéticos puede situarse en unos 2 millones de toneladas en el 2021", recogen en Campogalego.es.
"Los residuos forestales que hay en Galicia admiten una planta como la nuestra y dos más", sostiene Mauro Coucheiro, Director de Operaciones de Greenalia. "En Galicia se generan 2 millones de restos de corta al año sin ningún uso, de los cuales utilizamos el 20% en nuestra planta. Importar sería inviable económicamente".
Vecinos contra el humo
Fernando Naranjo y Pablo Eguía, no están tan entusiasmados como los propietarios de estas empresas. Tampoco muchos de sus vecinos de los municipios de Güeñes y Zalla, en Vizcaya. Fernando y Pablo son miembros de la plataforma Güeñes Bizia, a través de la que, como dicen en su web, reivindican su "derecho a respirar aire limpio". "Es un peligro que no se ve, pero se respira, y eso es mucho más peligroso", se lamenta Fernando Naranjo.
A pocos kilómetros de sus casas, la planta de biomasa de la compañía Glefarán quema biomasa cada día. Todo empezó en 2016, cuando las instalaciones de una antigua fábrica papelera, ya obsoleta, pasaron a dedicarse a la generación de energía a partir de biomasa. A partir de entonces, las calles de estos dos municipios comenzaron a llenarse de cenizas negras. "El ayuntamiento y el gobierno vasco dijeron que no era tóxico, y entonces los vecinos recaudaron fondos para hacer un informe que valorara esas emisiones", cuenta Fernando Naranjo.
El informe, realizado por el ex científico del CSIC Fernando Palacios, recomendó el "cese inmediato de la actividad" de la planta y la realización de un estudio "en profundidad" de los efectos que ha tenido en la salud de los vecinos. Además, advertía que los vecinos no deberían vivir a menos de cinco kilómetros de distancia de la planta, y Glefarán está situada a pocos cientos de metros de viviendas, guarderías, escuelas, parques infantiles, a 1 km del centro de Gueñes y a 2 km del centro de Zalla. "Hay niños con problemas respiratorios que ya no van al colegio o que incluso se han mudado a otras zonas", cuenta Pablo Eguía.
Por su parte, Glefarán sostiene que la salud de los vecinos "no está en peligro", que "la actividad que desarrolla Glefaran, está perfectamente regulada y controlada en Europa y en Euskadi" y que el informe del Dr. Palacios es "tendencioso" y está "lleno de falta de rigor e inexactitudes".
Desde la plataforma también destacan las ayudas públicas con las que se financia la actividad de Glefarán, y la relación de su dueño, José Luis Orúe, con la cúpula del PNV. Según Güeñes-Bizia, Orúe ha recibido más de 5 millones de euros de las administraciones públicas vascas desde 2013.
Desde que empezó la presión de los vecinos, la planta ha parado 19 veces para realizar mejoras y se ha modificado la Autorización Ambiental Integrada en cuatro ocasiones. "El último informe que hizo el ayuntamiento lo hizo una empresa sin autorización, poniendo solo un medidor en los días de menos actividad en la planta, con el viento más fuerte de lo habitual y tapado por una pared. Maquillaron los datos haciendo las medias entre todos los días y, aun así, se aproximaban al límite máximo permitido", cuenta Fernando Naranjo. Pero el gobierno vasco mantiene que las emisiones están por debajo de los valores fijados para la actividad, según la agencia EFE.
Y en Güeñes no son los únicos. En otras localidades próximas a plantas de quema de biomasa, los vecinos están sufriendo consecuencias similares. Es el caso de Cubillos de Sil, en León, que, a través de la Plataforma Bierzo Aire Limpio, acaba de recaudar los fondos necesarios para comenzar un proceso judicial contra la planta de biomasa de Forestalia en El Bayo. O de San Juan del Puerto, en Huelva, cuyos vecinos exigen que cese la "lluvia de cenizas" que la planta de Ence vierte sobre su localidad. "Limpio el suelo cada día y el agua sale negra, y las paredes también se ennegrecen. Hay gente del pueblo que recibe dinero de Ence por su acuerdo con el Ayuntamiento y no quieren firmar en las recogidas de firmas", cuentan desde Por un San Juan Respirable.
"¿Si es bueno quemar biomasa?", concluye Mauro Coucheiro, de Greenalia, "¿es mejor que quemar carbón traído de Indonesia? Las energías renovables son indispensables si queremos eliminar el combustible fósil. Todos tenemos móvil, cocina, luz en casa… necesitamos la electricidad, y tiene que salir de algún sitio".
Este artículo forma parte de ‘Money to Burn’, una investigación transfronteriza realizada por un equipo de 16 periodistas europeos y 8 redacciones, dirigida por la plataforma de periodismo de investigación holandesa Argos y financiada por Investigative Journalism for Europe. Lea más sobre el proyecto y las historias aquí.
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