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Así es Santa Coloma, la ciudad con la renta más baja de Catalunya impulsada por la migración

Ha crecido a orillas del Besòs con el impulso de las migraciones de las últimas décadas y figura como la urbe metropolitana con la menor riqueza por habitante. Ayuntamiento, entidades sociales y centros educativos se esfuerzan por mitigar los efectos que pueden acarrear las rentas bajas, y llaman a valorar las virtudes colomenses: el río, la sierra de Marina, la gastronomía y también la solidaridad.

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Una escena de la vida cotidiana en Santa Coloma. — Montse Giralt

barcelona,

La percepción que se tiene de Santa Coloma de Gramenet no siempre le hace justicia. Es de los municipios que están en el último tramo del río Besòs, donde se concentran algunos de los barrios metropolitanos más desfavorecidos. Diversos indicadores así lo corroboran, como el de la renta de 2018 que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha hecho público recientemente: con sus 10.398 euros de media por ciudadano, Santa Coloma se sitúa a la cola de los municipios de más de 20.000 habitantes del área metropolitana de Barcelona –de las 65 grandes ciudades catalanas, solo está por delante de Salt y Lloret de Mar–. Pero el Ayuntamiento, así como entidades sociales y centros educativos, reivindican su labor para mitigar los efectos de la renta baja y que Santa Coloma es mucho más que esta cifra.

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La ciudad terminó 2020 con 120.443 habitantes. La renta ha ido en aumento en los últimos años, pero múltiples datos dan cuenta de su vulnerabilidad. En mayo, había 9.535 personas en el paro –una tasa del 15,21%– y, con Manresa, está a la cabeza de los municipios de más de 40.000 habitantes con mayor desempleo de la provincia. En cuanto al alquiler, el precio medio mensual se estabilizó el año pasado en 614 euros: ha subido poco más de cien euros desde 2016, pero está por debajo de las otras grandes localidades metropolitanas.
Todo ello se palpa en la vida cotidiana, como atestigua Xavi Pedreño en su pescadería del mercado de Singuerlín. Pedreño no acostumbra a tener a la venta las especies más caras que se pescan en la costa catalana porque "no tienen demasiada salida", asegura. En el barrio hay quien incluso prefiere desplazarse hasta el mercado de Fondo, en la otra punta de la ciudad, porque allí puede encontrar pescado a precios de derribo.

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El dato de la renta no sorprende en la ciudad, admite el presidente de la Federació d'Associacions de Veïns de Santa Coloma (Favgram), Tomás Fernández: "No cuenta nada nuevo, por desgracia, y con la pandemia se ha visibilizado más". Los servicios sociales municipales atendieron el año pasado a 15.328 personas. Es el 12,7% de la población, similar a 2019, pero de ellas hubo 2.491 nuevas, y el total de usuarios va en aumento desde 2016. Àgueda Fernández, trabajadora social de Càritas, explica que, por su parte, en 2020 atendieron a 1.686 personas. El 47% eran nuevas, pero el total es inferior al de 2019, dado que ahora promueven una mayor implicación de la comunidad en sus acciones. Fernández destaca la solidaridad que se respira en Santa Coloma y que "la gente es muy luchadora". Entre los más perjudicados por la pandemia, dice que están los que trabajaban en servicios domésticos –cuidados y limpieza–, sin contrato, y los que estaban a la espera de un ERTE.

Para Nieves García, que dirige el instituto Torrent de les Bruixes, "la historia se repite": como hizo su familia en su día, hay quien acude a Santa Coloma en busca de una vida mejor, pero hoy la crisis y las dificultades para encontrar trabajo lo complican todo, "y esto repercute en la educación de los hijos", asevera. En la ciudad tratan de que las carencias económicas no impidan estudiar. García cuenta que, antes de la covid, Santa Coloma ya era pionera por los portátiles con subvención municipal para el alumnado, todo el mundo va a excursiones –abonando su coste a plazos si es necesario– y en centros abiertos se ayuda a hacer los deberes. Aún así, es insuficiente, y tiene un mensaje para los gobiernos. "Si quieres que haya equidad, debes intentar que no haya precariedad laboral, que haya becas y ayudas no solo para los estudios, más oferta cultural y más trabajadores especialistas en inserción social", defiende.

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García recuerda que hay "deficiencias de base", como que parte del alumnado vive en habitaciones de realquiler con toda su familia. A veces acuden en busca de ayuda al instituto, donde llaman al Ayuntamiento, en el cual se ven "superados", constata: "Hay tanta necesidad que no dan abasto".

Consciente del gran número de familias que viven en habitaciones, Càritas abrirá en septiembre un espacio con baño, cocina y lavadora, porque es frecuente que en su hogar tengan un acceso limitado a ello. El PSC gobierna la ciudad desde 1991 y Núria Parlon es la alcaldesa desde 2009. Afirma que estar entre las rentas más bajas de Catalunya "no resta dignidad, pero sí oportunidades", y que la acción municipal está focalizada a evitarlo. Además de los esfuerzos con el alumnado –se complementan con becas comedor, fomentando la reutilización o gratuidad de los libros de texto, y con ayudas para garantizar el ocio educativo–, su gran apuesta pasa por formar a personas con dificultades para incorporarse al mercado laboral: las mujeres disponen de la CIBA –espacio de recursos para mujeres, innovación y economía feminista– y la población, que cuenta con Grameimpuls, verá ampliadas las posibilidades con el Centre de Polítiques Actives d’Ocupació.

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Tener trabajo y que no sea precario es uno de los principales retos. Luz Dary Benítez dejó atrás Colombia en 2019 porque estaba siendo extorsionada. Recaló en una habitación de alquiler en Santa Coloma por medio de una conocida. Ha tenido el apoyo de Càritas y, mientras se recupera de una enfermedad, solo piensa en cómo salir adelante. "Lo único que pido es una oportunidad", afirma, para poder abrir una tienda de bordados y confección de uniformes personalizados, como tenía en Colombia. "Vine a aportar al país siempre", subraya, e incluso se ofrece para enseñar a coser.

Otro reto es no olvidar que Santa Coloma también es ciudad de oportunidades, como las que brinda el Campus de l'Alimentació de la Universitat de Barcelona (UB). Su directora, Carmen Vidal, explica que imparten grados universitarios y que son un referente en investigación. Aún así, reconoce que todavía son "poco conocidos, también entre la ciudadanía de Santa Coloma", y aboga por retomar las iniciativas prepandemia para acercarse al vecindario, como la de promocionarse en los institutos. Vidal pone de relieve que la ciudad ya es un polo gastronómico por su oferta formativa –el campus, Grameimpuls y FP–, de restauración –tienen el Lluerna, con estrella Michelin– e iniciativas como la biblioteca de Fondo, donde hay un espacio dedicado a las cocinas del mundo. También le gustaría que en el Campus hubiese una clínica de nutrición y alimentación saludable, idea que Parlon ve con buenos ojos.

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La alcaldesa no duda de que en Santa Coloma hay futuro. "Ya no somos una ciudad dormitorio, somos residencial, con servicios, bien comunicada y con calidad de vida, independientemente de la renta", resalta. Además de mejorar las oportunidades laborales, considera que ahora falta atraer a un turismo familiar. Fernández dice que "sería enriquecedor", y atractivos no le faltan a la ciudad, pero aún debe pensárselo dos veces antes de citarlos: el Besòs, la sierra de Marina y la gastronomía. "Santa Coloma se conoce por los bares de tapeo", recalca, tras lo que concluye: "Iría a Santa Coloma de turismo". Eso sí, llama a no perder de vista cuál es la prioridad: urge prestar ayuda a la juventud para emanciparse.

Qué explica la renta baja de Santa Coloma

Tiene sus raíces muchos años atrás, y la alcaldesa Parlon profundiza en las causas, compartidas por muchas de las voces consultadas: Santa Coloma de Gramenet tiene una superficie limitada, dificultando esto su desarrollo industrial, y está marcada por las migraciones –el 23% de la población ha nacido en el resto del Estado, fuera de Catalunya, y poco más del 27%, en el extranjero–, con perfiles poco cualificados, lo que en la jubilación repercute en pensiones bajas. También tiene su peso la economía sumergida, y la ciudad ha acusado las crisis y la falta de medidas paliativas, como un ingreso mínimo vital.

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