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Suicidios ​Los expertos alertan de que la crisis económica por la pandemia puede disparar los suicidios​

El sistema de Salud Mental en España recibe actualmente una escasa atención pública y recibe apenas un 5% de los presupuestos anuales. Unos números que los sanitarios consideran insuficientes ante el previsible aumento de la demanda a causa del largo confinamiento sufrido por la población, la precariedad laboral o los duelos no superados. 

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La depresión crónica es la causa común en todos los casos de muerte por suicidio. Pixabay

madrid, Actualizado:

La emergencia sanitaria por el coronavirus ha hecho encender todas las alarmas a los expertos en salud mental: "No estamos prestando suficiente atención a la conducta suicida ni en el sistema sanitario ni en el educativo", explica Andoni Ansoán, presidente de la Fundación Española para la prevención del Suicidio (FSME). 

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Los recursos presupuestarios que se destinan actualmente a salud mental apenas superan el 5% del total, una cifra insuficiente si se tiene en cuenta que las tasas de suicidios pueden alcanzar picos históricos durante los próximos meses. Entre las causas más comunes, los sanitarios están preocupados por las consecuencias de un confinamiento estricto en personas con patologías previas, la ausencia de mecanismos de apoyo familiar o social en los duelos y, especialmente, en los resultados de una crisis económica y laboral de mayor intensidad que la vivida en 2008.

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Mientras en el Congreso se gestiona el mapa de la transición hacia la nueva normalidad, en España hay personas que han decidido suicidarse. Una decisión voluntaria que no debe confundirse con la libre elección: "No es que el suicida no quiera vivir, lo que no quiere es sufrir", explica Anseán. Las personas con ideación suicida (presencia de deseos de muerte y de pensamientos persistentes de querer matarse) "no es que no quieran vivir, es que no pueden", aclara Andoni, para quien el verdadero deseo de estas personas no está en quitarse la vida sino en "vivir una vida distinta, en una situación diferente". 

Anseán alberga dudas sobre si el confinamiento estricto hará aumentar el número de casos de suicidios en España: "Todavía es pronto para valorar los efectos del confinamiento actual. Sobre los confinamientos anteriores, no se han relacionado tanto con un aumento de los suicidios pero sí con un aumento de las patologías mentales, fundamentalmente con la ansiedad, la depresión y el consumo de alcohol. Esto no significa que, a medio o largo plazo, no pueda haber un aumento del riesgo de suicidios". 

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En lo que no alberga ninguna duda es en la relación directa entre el número de suicidios y la crisis económica que se avecina: "Las consecuencias económicas que va a traer esta crisis sí sabemos que van a ser nefastas para la conducta suicida. Sabemos que existe una relación entre crisis económica y suicidio, concretamente entre tasa de desempleo y suicidio, de manera que el aumento de un 1% en el aumento del desempleo conlleva un aumento del 0,80% en las tasas de suicidio. Solo en EEUU se han calculado ya más de 9.100 muertes por suicidio en los próximos meses".

Las personas suicidas no avisan

Alicia M. decidió dejar de sufrir una tarde de octubre de 2009. Su hermana Andrea M. quiere compartir hoy con Público aquel trágico episodio de la historia familiar con el único afán de poder ayudar a otras personas que estén atravesando su misma situación. "Mi hermana tenía 23 años cuando decidió lanzarse por la ventana de la casa de mis padres. Yo la vi correr hacia ella, tomar impulso y dejarse caer". A Andrea todavía le tiembla la voz al recordar cómo fue aquel momento: "Sé que había discutido con mi hermano por una tontería, algo absurdo sobre el tiempo que ambos pasaban en el baño, no lo sé exactamente. Desde aquel día en mi casa no se habla del tema, es como si todo lo relacionado con mi hermana se hubiese cubierto con un velo".

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Alicia había sido despedida pocos meses antes de quitarse la vida del restaurante donde trabajaba: "No fue por su culpa, ella era muy trabajadora y un chica estupenda. Le gustaba mucho lo que hacía y disfrutaba de la cocina", explica ahora su hermana. "Le habían dicho que en poco tiempo iban a cerrar, que ya no podían seguir manteniendo los empleos y que iban a prescindir de ella y de otros compañeros. Supongo que se lo tomó como el fin del mundo. Era una chica alegre, pero siempre le había afectado todo demasiado. Comenzó a aislarse. No salía de su habitación y apenas nos dirigía la palabra". A pesar de todo, nadie en la familia podía adelantar el triste final. "En ningún momento nos imaginamos que esto podía pasar, ni siquiera lo intuimos y eso nos llena de sufrimiento".

Alejandro de la Corte, psicólogo experto en psicopatología y salud, considera que las personas con una personalidad débil y patologías previas, diagnosticadas o no, suponen parte de la ciudadanía de riesgo: "Lo que he visto en mis pacientes en estos dos meses de confinamiento es que todos los problemas previos que ya tenían se han agudizado con el confinamiento. La persona que tiene una fobia se intensifica, la que tiene una depresión también se intensifica".  La forma en que las personas han pasado el aislamiento también influye en la salud mental: "A una persona con una patología previa que ha pasado el confinamiento sola toda esta situación la puede impulsar a tener una conducta suicida", afirma de la Corte.

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La depresión aísla más que el coronavirus

"Nunca nos dijo que se quitaría la vida. Ni siquiera un pequeño aviso". Pablo Ruíz perdió a su madre en 2004, pocos meses más tarde de los atentados del 11-M. "No sé cuánto de aquellos hechos pudieron afectarla, ni si tiene relación una cosa con otra. Era una mujer alegre, muy dedicada a su casa y a sus hijos. No sé qué se le pudo pasar por la cabeza pero, fuera lo que fuera, jamás nos lo explicó. Durante mucho tiempo la culpé por quitarnos la posibilidad de ayudarla".

Durante años, Pablo y su familia ocultaron a sus conocidos las circunstancias que rodearon a la muerte de su madre: "Todos hablábamos de un infarto, nos costaba asumir que nuestra madre se hubiese quitado la vida y, en cierta medida, sentíamos vergüenza porque hubiese sido así. Era una derrota personal". Según Andoni Anseán, este es un comportamiento muy extendido entre las personas que pasan por una muerte por suicidio: "El 40% de las personas de los familiares o los allegados miente sobre la causa de la muerte de su ser querido por miedo o recelo a un prejuicio o condena moral."

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Aunque aún no existen datos, Anseán intuye que en este momento del confinamiento los casos de suicidios podrían estar disminuyendo a causa de la falta de libertad de movimientos de la ciudadanía: "Otra cosa es lo que haya pasado con la ideación suicida y con lo que pueda pasar una vez que haya acabado el confinamiento. Probablemente se estén incubando [conductas suicidas], pero ya veremos de qué manera se expresan".

En esta incubación podría jugar un papel fundamental la gestión de los duelos durante el confinamiento: "Estamos preocupados por los tipos de duelo que existen. No son duelos normales porque las personas no cuentan con los apoyos familiares y sociales tradicionales. En momentos concretos, cuando a la persona le quitamos todo o lo limitamos a una llamada, con todo lo que eso conlleva, sí podría llegar a precipitar este tipo de conductas", subraya De la Corte.

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“Morir no era trágico, el trauma era vivir sin mi hijo”

Sergio L. tiene 46 años y hubo una época en la que solo pensaba en la muerte. "Tenía una vida normal, un trabajo, una mujer y un hijo de tres años. Era feliz hasta que un día se me acabó la vida". En menos de veinte meses, Sergio perdió a su hijo Ángel a causa de una leucemia: "Mi mujer nunca lo superó y nos separamos apenas unos meses después. Ella se fue de casa y yo me quede solo en medio de mi dolor y mis recuerdos". Fue entonces cuando comenzó a pensar en la muerte de manera recurrente: "Me imaginaba mi propia muerte como si yo viviese fuera de mí. Fantaseaba con la forma de hacerlo: un cuchillo, pastillas o estrellarme con el coche. Inventé mil formas".

Al contrario de lo que pueda parecer, en la mente de quien padece ideación suicida, la muerte se construye como una solución, nunca como un problema. "En ningún momento lo vi como algo desgraciado, en todo caso como un paso necesario. Morir no era trágico; en cambio, vivir sin mi hijo era un trauma cada día".

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Hace dos años que Sergio no ha vuelto a pensar en quitarse la vida. "Le conté a un amigo lo que me ocurría, le dije que no quería vivir. Él me puso en contacto con una psicóloga y, aunque en aquel momento no tenía ningún interés, fui a su consulta. Ella me devolvió la vida que había perdido con la muerte de mi hijo".

Sergio no tiene duda de que la sociedad recibe muy poca información acerca del suicidio y considera que los políticos, en general, no tienen ningún interés en el tema: "La muerte no da votos y es algo tétrico así que no interesa atender el problema. Es más fácil pensar que la gente se suicida porque le apetece. Pero quienes hemos pasado por ello no somos excéntricos ni estamos locos. Sufrimos de una forma inhumana y nadie nos presta una mano". 

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Anseán apoya esta afirmación: "La muerte no es un tema atractivo y la autoinflingida, menos. Existe, consciente o inconsciente, un reproche moral hacia quien lo comete y fallece, como, todavía más, hacia la persona que lo intenta y no tiene un resultado letal y tiene que estar soportando el estigma social asociado al comportamiento suicida". 

"Reforcemos los sistemas de salud mental porque los vamos a necesitar"

En España la experiencia de la crisis financiera de 2008 nos muestra un panorama igualmente desalentador que todavía no ha recibido una respuesta política contundente: "En el año 2013, en la franja de 40 a 69 años, se produjeron 1.033 suicidios, mientras que en 2014, el año con mayor pico de suicidios, en esa misma franja los muertos fueron 1.600, un aumento de entre el 55% y el 60%", explica Anseán.

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Por todo ello, la fundación advierte de que es necesario llamar la atención sobre las consecuencias que la crisis derivada del coronavirus tiene y puede tener sobre otras esferas más allá de la atención sanitaria inmediata: "Sabemos de los perniciosos efectos que puede tener una crisis económica y laboral y tenemos que prever que pueda producir este aumento de las muertes por suicidio y tomar medidas. Está muy bien que se pongan respiradores en las UCI, pero a ver qué va a pasar con los servicios de salud mental porque también los vamos a tener que reforzar". 

La desatención crónica de las instituciones públicas hacia el problema de la conducta suicida, sin un plan de prevención estatal que sirva como hoja de ruta, ha llevado a los sistemas de salud mental a trabajar durante años con recursos precarios y a anticipar un colapso semejante al que están soportado ahora muchos hospitales: "Con los recursos que tenemos hoy no vamos a poder asumir el aumento de la demanda. Debemos reforzar los sistemas de salud mental porque los vamos a necesitar", reclaman desde la fundación. 

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Si necesitas ayuda o crees que alguien la necesita

Con el objetivo de servir de apoyo a cualquier persona en situación de vulnerabilidad frente a la conducta suicida, el centro de psicología y logopedia Consulta 21 ha elaborado un amplio repositorio de información que cuenta actualmente con numerosos teléfonos, webs, aplicaciones de móvil, guías de autoayuda y asociaciones que destinan sus recursos a la prevención del suicidio. 

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