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Sueños confinamiento Así ha cambiado el confinamiento nuestros sueños

Los expertos explican cómo la convulsión del día a día durante el confinamiento ha podido verse reflejada en los sueños de cada persona.

Una duración ‘normal’ del sueño oscilaría, para la mayoría de las personas jóvenes, entre 7 y 8 horas. / Pixabay
Una persona duerme arropada en un sofá. / Pixabay

El inconsciente nos habla. La época del confinamiento a causa de la pandemia del coronavirus ha provocado distorsión en las rutinas diarias, los quehaceres cotidianos y la situación en la que la sociedad se ha visto obligada a desenvolverse. Acontecimientos todos ellos que han podido plasmarse en las fantasías que cada persona tiene cuando cierra los ojos, evocando deseos o sintiendo más cerca ciertos temores, pero siempre mediadas por una distorsión de la realidad. "Por eso hay que interpretar los sueños, porque ese mundo emocional que sale no es accesible sin un trabajo terapéutico", adelanta Margarita Aznar, psicoanalista de la sociedad Fórum.

El enclaustramiento obligatorio de los últimos meses llegó al inconsciente de Roberto Zorrilla al ver cómo el contenido de sus sueños cambió y el confinamiento pasó a ser el eje central de sus ensoñaciones: "Mientras dormía pensaba en lugares de Málaga, pero en otros sueños me encontraba en sitios a los que aún no he ido y de los que no podía salir, ya que se decretaba el confinamiento y me era imposible retornar a casa", narra este locutor radiofónico. En este sentido, Aznar retoma la teoría del precursor del psicoanálisis, Sigmund Freud, para advertir que "un sueño es la manifestación de un deseo, es decir, cada uno sueña lo que le gustaría que pasara, o lo que teme, que serían las pesadillas".

Augusto Abelló, psicólogo clínico y psicoanalista, afirma que la falta de libertad puede tener repercusión en los sueños debido a que las dos funciones primordiales de los mismos, elaboración de deseos y experiencias traumáticas, se han visto trastocados durante el estado de alarma. De esta forma, el desarrollo de las experiencias traumáticas ensoñadas se puede deber a que "algunas personas, por primera vez en su vida, han sentido la pérdida de la libertad, algo que ha podido ser suave y llevadero y que no deja marcas para toda la vida, pero sí que conlleva cierta angustia y tensión". 

Soñar con salir de casa

Esta teoría encuentra su práctica en el caso de Zorrilla: "Para alguien como yo, al que le gusta salir a andar o jugar al tenis con los amigos, el estar encerrado ha sido complicado. Imagino que la respuesta del subsconciente ha sido pedir la libertad a su manera, llevándome a muchos lugares del mundo; pero a su vez recordándome que la situación real es que estábamos confinados y que tenemos que cuidarnos de esta situación".

Aznar describe los últimos acontecimientos sociales como "intensos", ya que la incertidumbre vivida ha abarcado muchos de los aspectos del ámbito personal, pero también social: "Aquí todos hemos estado con una incertidumbre total, en todos los sentidos y todas las personas a la vez", recalca. Algo parecido es lo que le ha ocurrido a Irene Alanís, que desde el inicio del estado de alarma se ha visto obligada recibir información constante tanto de la covid-19 como de otros ámbitos, ya sean académicos, laborales o personales, en un entorno cerrado y poco o nada social. "He notado que tengo más sueños relacionados con actividades que no puedo hacer desde que estamos confinados y que echo en falta", agrega esta joven de Castelldefels.

Según ella, "el efecto que produce intentar seguir con el mismo ritmo de vida, como trabajar o estudiar telemáticamente, adaptándonos y buscando posibles soluciones a una situación que nunca habíamos vivido mientras buscamos nuevas maneras para tener contacto exterior o encontrar un espacio donde desfogarnos, genera tensión y nervios extra, llegando incluso a la frustración personal por no saber sobrellevar la situación". Y nada más lejos de la realidad. Abelló explica que "cuando alguien dice que sueña cosas raras, es porque le están pasando cosas raras, y lo que ocurre en estos momentos es algo inédito para todos, muy extraño, que conlleva una carga traumática".

Demasiados cambios en muy poco tiempo

Este profesional del psicoanálisis defiende que el confinamiento llegó con una brusquedad enorme y cambiaron las reglas del juego que existían como organización social, económica y laboral, lo que se tradujo en un cambio traumático para el funcionamiento psicológico de una persona, ya que se ve abocado a gestionar más información de la que es capaz. "Ha habido una especie de overbooking de carga informativa", condensa Abelló.

Carlos Rodríguez Sutil, psicoanalista en Ágora Relacional, incide en lo negativo que es que una persona sueñe con situaciones relacionadas con lo que le ha ocurrido durante el día. "Esto se ha comprobado en las situaciones de guerra, cuando el soldado empieza a tener ensoñaciones con el frente", ejemplifica el experto antes de reseñar que los sueños, normalmente, están ligados a experiencias ligadas a la infancia, la familia, el hogar y el colegio. Por ello, cabría pensar que cuando la situación de estrés se haya superado o el ambiente vuelto a la normalidad, la presupuesta alteración en los sueños también desaparecerá, como lo que actualmente le ocurre a Alanís. "Aunque todos mis sueños siempre han sido bastante extraños, siento que a medida que avanzaba el confinamiento se volvían más extravagantes", señala. Zorrilla, por su parte, continúa el relato alegando que "conforme se está produciendo la desescalada, poco a poco los sueños vuelven a la normalidad".

Abelló se inclina por pensar que "hay una parte de la realidad, sobre todo la más dolorosa, que no está siendo gestionada por la consciencia, así que todo el mundo intenta adaptarse a la realidad lo mejor que puede, pero dejando fuera todas las angustias, fantasías o temores". "Todo ello moviliza el inconsciente y sirve como materia prima para el sueño, que se presenta como una posible expresión de las cosas disociadas y reprimidas", agrega.

La exigencia: negativa si es impuesta

En cuanto al cambio de rutinas al que la mayor parte de la ciudadanía se ha visto obligada, la psicoanalista Aznar explica las dos vertientes que existen al respecto. "Cierta dosis de estructuración en el día a día es recomendable, el sentir que uno tiene cosas que hacer frente a la impotencia del confinamiento. El problema aparece cuando esa estructuración no responde a unos esquemas propios sino marcados desde arriba, ya sea el jefe de un trabajador o el profesor de un alumno, porque se estaría viviendo con más exigencia que potencia personal para afrontarla", comenta la profesional. Al respecto, Abelló aduce que "el cambio de rutinas y la obligada nueva normalidad puede materializarse en una revolución psicológica que encuentra su relato en el sueño".

El aspecto más social de la cuestión es aportado por Aznar, quien afirma que un gran hándicap durante el confinamiento ha sido pensar que a la sociedad no le podía pasar una cosa como esta, que un virus trastocara todo el planeta Tierra. "No tenemos ninguna guerra cercana, tenemos sanidad, medios para hacer frente a casi cualquier impedimento... Nos veíamos como una sociedad prepotente, pensando que podíamos con todo y que las pestes y epidemias eran cosa del pasado. Nos hemos creído que estábamos por encima de todo subestimando la realidad", en sus propios términos.

Alanís, dejando de lado la temática concreta de los sueños, opina que toda la presión a la que la sociedad se ha visto precipitada podría haber tenido un menor impacto en los individuos si se tuviera más en cuenta la gestión emocional de los acontecimientos: "Creo que esta situación excepcional nos está haciendo ver la verdadera importancia de enseñar desde los diferentes tipos de inteligencia y entender la educación desde otras perspectivas. Considero que ser conscientes de nuevas cosas, aunque no nos gusten, no son motivo de preocupación sino de tomar medidas y actuar para seguir avanzando".

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