Este artículo se publicó hace 3 años.
Suicidio en el CIE de ValènciaLa hora y media en aislamiento que acabó en el suicidio de Marouane en el CIE de València
'Público' accede a las grabaciones que registraron los momentos previos y posteriores a la muerte del joven marroquí tras ser llevado a una celda de aislamiento en la que pasó más de 40 minutos sin vigilancia. El caso ha sido sobreseído por lo penal, aunque la campaña CIE No de València intentará la vía administrativa de responsabilidad patrimonial.
Jairo Vargas Martín
Madrid-Actualizado a
El 15 de julio de 2019, tres policías del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Zapadores, en València, meten a rastras en una celda de aislamiento a Marouane Abouobaida, un joven marroquí de 23 años que llevaba varios días internado. Un cuarto agente sostiene la puerta mientras los otros tres meten al chico, que no opone ninguna resistencia, tirando de brazos y piernas, como si fuera un mueble o un saco de patatas. Son las 13.36 horas. Marouane no saldrá vivo de allí. A las 15.09, el joven, que apenas se ha movido por la celda en hora y media, decide quitarse la vida ahorcándose con su camiseta de tirantes amarrada a la litera.
Hace dos semanas se conoció el auto judicial de la Audiencia Provincial de València en el que el caso quedaba sobreseído. La Campaña CIE No de València quiso una condena penal ante la muerte bajo custodia policial de una persona privada de libertad y, por tanto, bajo tutela del Estado. Pero nadie pagará penalmente por este drama, no hay culpa oficial; si acaso, tras otro periplo judicial, algún tipo de responsabilidad por la vía administrativa, algo que CIE No seguirá intentado.
Lo que sí ha quedado, además de dolor para la familia del joven y frustración para los activistas contra los CIE, son las imágenes de una atmósfera fría y gris, en el blanco y negro de dos cámaras de seguridad, que Público ha podido visionar. No es habitual que se pueda observar por una mirilla lo que ocurre en uno de los lugares más opacos del sistema migratorio español, en estos "espacios de impunidad policial y de sufrimiento para las personas internadas", como los define Ramiro García de Dios, juez jubilado que durante años ejerció las funciones de control del CIE de Aluche, en Madrid.
Lo que muestran las cámaras no inculpa a nadie, aunque contribuye a arrojar algo de luz sobre la deshumanización que miles de personas padecen por el simple hecho de estar en España de forma irregular, entre ellas Marouane, que dentro de CIE recibía el nombre de "número 317". No tener papeles no es delito, y por eso existen estas cárceles especiales y temporales —prisiones racistas, en opinión de quien pelea por su cierre— en las que la gente sufre, enferma, es agredida y, a veces, muere. Solo para intentar, con más fracasos que éxitos, unas cuantas deportaciones. En el caso de Marouane, también fue devuelto a su país, donde está enterrado en un cementerio cercano a Casablanca. Su caso fue similar al de Mohamed Bouderbala, el argelino que se quitó la vida de la misma forma en diciembre de 2017, en una celda de aislamiento de la cárcel de Archidona, en Málaga, donde Interior improvisó un CIE durante varios meses. Tampoco hubo culpables ni condenas.
El estado de Marouane tras varias agresiones de internos
Cuando los agentes meten al joven en la celda de aislamiento, Marouane no estaba bien. El día anterior había recibido una brutal paliza por parte de otros internos cuando estaba en las duchas, recuerda Adrián Vives, portavoz de CIE No València. No era la única, según consta en su expediente médico. Esa ocurrió por la mañana, aunque no fue trasladado al hospital hasta las 19.00 horas. Regresó al CIE a media noche. A la mañana siguiente no se encontraba bien, apenas podía moverse, según relató durante el juicio un compañero de celda y amigo. No quería salir de la cama, por lo que varios agentes lo "condujeron" a la enfermería, según el auto del juez.
El testigo aseguró que Marouane no podía moverse. Los policías afirmaron que, en realidad, no quería. El juez consideró probada la versión policial. Tras su paso por la enfermería, fue llevado al patio, ayudado por dos compañeros. Fue ahí cuando le pidió a su amigo que le ayudara a redactar una diligencia de información para el director del CIE en la que advertía de sus fuertes dolores y la falta de visión en un ojo, hinchado tras la paliza, tal y como prueba una fotografía difundida por los activistas del día antes de su muerte.
Según el compañero de Marouane, durante las horas que pasó en el patio, estuvo sentado, sin moverse. A la hora de la comida, cuando los demás internos van hacia el comedor, los agentes deciden llevarlo a la celda de aislamiento —"por su propia seguridad", llegó a afirmar el Gobierno— donde lo meten arrastras y descalzo.
A los dos minutos de ser depositado en el suelo de la habitación, acuden dos sanitarios a verlo. Sin instrumental médico, lo observan en el mismo suelo, sin tocarle, aunque no se aprecia bien porque la cámara está parcialmente tapada y oculta la mitad del angosto habitáculo. Cuando los sanitarios se van, apenas han estado 40 segundos con él. Son las 13.39 horas.
Sin moverse del suelo
Marouane se ha quedado en el suelo, sin moverse. Permanecerá en la misma posición, tumbado bocarriba. Solo se toca la cabeza una vez y dobla una pierna. No intenta levantarse hasta 40 minutos después, cuando a duras penas intenta escalar a la cama, casi a tientas, con movimientos lentos y torpes, como si no tuviera fuerzas en los brazos para levantarse. Más de un minuto tarda en alcanzar el colchón, sobre el que se deja caer de lado, sin haberse puesto de pie en ningún momento. Son las 14.18 horas.
Durante ese tiempo antes de que consiga alcanzar la cama, varios policías, solos o en pareja, y un sanitario se acercan en varias ocasiones a la celda y observan a través de la mirilla al joven, que sigue en el suelo, en la misma postura en la que lo dejaron los agentes. Miran y se van, comentan cosas, pero no entran, a nadie parece preocuparle por qué está tirado. En una de esas visitas a la puerta, dos agentes abren, miran a la cámara y sonríen al ver que está semi tapada. Uno de ellos, entre risas, despega lo que parece un trozo de cinta adhesiva pegada a la cámara. También cierra la única ventana de la celda. Para ello, pasa por encima del cuerpo de Marouane, que sigue sin moverse. Son las 13.45 horas.
A las 14.38 horas, el joven sigue en la cama. No ha realizado ningún movimiento. Entonces aparece un hombre sin uniforme acompañado de un agente. Entra, se acerca a la cama y le dice algo a Marouane, aunque el joven no entiende castellano. Le señala con el dedo y después señala hacia la puerta. Tras menos de 20 segundos, el hombre sale.
Durante los siguientes minutos, el joven apoya un brazo en el suelo y poco a poco intenta incorporarse, aunque sin mucha decisión. Parece muy cansado o dolorido, aunque logra agarrarse a la litera de arriba y se pone en pie. Al primer paso, Marouane cae al suelo de bruces, junto a la puerta de la celda. No se intenta levantar, se gira y se hace un ovillo. Son las 14.54 horas. Dos agentes vuelven a mirar por la rendija, abren mínimamente la puerta, comprueban que el joven está pegado a ella, pero vuelven a cerrar. A los pocos minutos, Marouane regresa a la cama gateando y se tumba. Son las 14.57. La próxima vez que se le ve moverse es para quitarse la vida.
44 minutos hasta que descubren el cadáver
La siguiente visita que recibe el fallecido es a las 15:40 horas, cuando tres policías encuentran su cadáver. Han pasado 44 minutos en los que nadie ha pasado por allí. Si hubieran mirado las cámaras, se habrían dado cuenta de que hace tiempo que Marouane se estaba ahorcando. No fue así, a pesar de los protocolos anti suicidios que obligan a una vigilancia constante de los aislados. Los tres agentes entran en la celda y rodean el cuerpo, pero no lo tocan. Uno de ellos se apoya en el marco de la puerta y le da dos golpes con el pie al cuerpo sin vida, que aún cuelga de la litera. Es entonces cuando bajan el cadáver. Al poco tiempo aparecen dos sanitarios que intentarán reanimarlo durante 20 minutos, mientras varios policías aparecen en escena y observan. Pero ya no hay nada que hacer, Marouane había muerto hacía 40 minutos, menos de una hora y media después de ser encerrado en la celda de aislamiento.
A los pocos días, el juez de control del CIE de València emitió un auto dando instrucciones para evitar suicidios, entre ellas, que los aislamientos de internos se hicieran en compañía de al menos dos personas y durante menos de una hora, en constante vigilancia. La Delegación de Gobierno nunca ha respondido a los activistas si estas directrices se están aplicando en la actualidad. Pero ya existía un protocolo general que, según reconoció el Gobierno, no se aplicó con este caso. "No se detectó ningún indicio o comportamiento extraño que hiciera prever tendencias suicidas", respondió el Ejecutivo en una respuesta parlamentaria escrita.
"El triste devenir de Marouane Abouobaida no se debe achacar a un suceso puntual, sino a un cúmulo de acontecimientos ocurridos en un periodo de tiempo concreto, y son precipitantes de la toma de decisión final de quitarse la vida ante la imposibilidad de encontrar una alternativa mejor", explicó un año después Joaquín Sastre, miembro de Psicólogos sin Fronteras, en un informe en el que daba cuenta del deterioro emocional que supone el paso por un CIE.
En el auto del sobreseimiento del caso, la Audiencia Provincial incidió en su veredicto en que "no significa" que "la atención recibida por el interno fuera intachable ni que pueda derivarse alguna clase de responsabilidad", aunque esta no sería de tipo penal. En concreto, el tribunal indica que pudo haber "asistencia sanitaria incompleta" y "un comportamiento reprobable de algún funcionario policial", por lo que insta a "valorar todo aquello que pudo haberse hecho y no se hizo" ante esta situación. No hay culpables claros cuando alguien decide quitarse la vida, pero si Marouane no hubiera sido internado en el CIE o si no hubiera sido aislado tras varias agresiones sufridas, ahora estaría vivo.
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