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Un Gran Hermano de 468 cámaras vigila las riadas de turistas en Venecia

La ciudad comenzará el próximo año a cobrar una entrada de 3 y 10 euros a los turistas, que tendrán que reservar su visita.

Un grupo de turistas en las Plaza de San Marcos, en Venecia (Italia). REUTERS/Manuel Silvestri
Un grupo de turistas en las Plaza de San Marcos, en Venecia (Italia). Manuel Silvestri / REUTERS

Desde una sala de control dentro del cuartel general de la policía en Venecia, el Gran Hermano te está mirando.

Para lidiar con la gran cantidad de turistas, los funcionarios están rastreando a cada persona que pone un pie en la ciudad de los canales.

Utilizando 468 cámaras de circuito cerrado de televisión, sensores ópticos y un sistema de rastreo de teléfonos móviles, pueden distinguir a los residentes de los visitantes, a los italianos de los extranjeros, de dónde vienen las personas, hacia dónde se dirigen y qué tan rápido se mueven.

Cada 15 minutos, las autoridades obtienen una instantánea de cuán concurrida está la ciudad, junto con cuántas góndolas se deslizan por el Canal Grande, si las embarcaciones están acelerando y si las aguas suben a niveles peligrosos.

Un agente de policía, en la sala donde se controla la afluencia turistas a la ciudad de Venecia (Italia). REUTERS/Manuel Silvestri
Un agente de policía, en la sala donde se controla la afluencia turistas a la ciudad de Venecia (Italia). Manuel Silvestri / REUTERS

Ahora, un mes después de que los cruceros fueran vetados de la laguna, las autoridades de la ciudad se preparan para exigir que los turistas reserven con anticipación su visita en una aplicación y cobrarles entre 3 y 10 euros por ingresar, según la época del año.

Se están probando torniquetes similares a los de los aeropuertos para controlar el flujo de personas y, si los números se vuelven abrumadores, evitar que ingresen nuevos visitantes.

El alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, dice que su objetivo es hacer que el turismo sea más sostenible en una ciudad visitada por 25 millones de personas al año, pero reconoce que es probable que haya resistencia ante las nuevas reglas.

"Espero protestas, juicios, todo (...) pero tengo el deber de hacer que esta ciudad sea habitable para quienes viven en ella y también para quienes quieran visitarla", dijo este domingo a periodistas extranjeros.

Unas góndolas pasan por el Puente de los Suspiros, en Venecia (Italia). REUTERS/Manuel Silvestri
Unas góndolas pasan por el Puente de los Suspiros, en Venecia (Italia). Manuel Silvestri / REUTERS

Brugnaro indicó que las autoridades todavía no definen cuántas personas son demasiadas y cuándo entrarán en vigor las nuevas reglas, aunque se espera que sea entre el próximo verano boreal y 2023.

El esquema, propuesto por primera vez en 2019, se pospuso debido al covid-19. Durante el confinamiento del año pasado, los venecianos se maravillaron de los estrechos callejones de su ciudad sin multitudes de turistas, las aguas de la laguna que se volvieron inmaculadas por la ausencia de lanchas.

Los residentes, estudiantes y viajeros estarán exentos del impuesto turístico. También lo harán aquellos que pasen al menos una noche en un hotel de Venecia, dado que ya habrán pagado la tarifa de noche de hasta 5 euros diarios que cobra la ciudad.

En Venecia, donde el número de residentes en el centro se ha reducido a solo 55.000, de unos 175.000 en la década de 1950, el plan de Brugnaro es objeto de un acalorado debate, y algunos temen que disuadirá a los turistas menos adinerados y convertirá a la ciudad en un parque temático.

Otros, como Stefano Verratti, de 50 años, que vende cristal de Murano cerca de la estación de tren, respaldaron la idea de desalentar a los excursionistas.

"He estado aquí durante 30 años y solía ser muy diferente. Antes, Venecia era realmente romántica", dijo. "Ahora es solo gente que se apresura a comprar un kebab, se toma una selfie rápida en el puente de Rialto y luego se apresura a tomar un tren. No sé si realmente lo disfruta". 

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