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Elia Santacreu, creadora de RandomBoxHere: "Una de las peores lacras de la vida moderna es el postureo"
El debut editorial de esta ilustradora alicantina recupera la máxima del primer episodio de 'Friends': “Bienvenida al mundo real. Es una mierda., pero te encantará”. Sus casi 90.000 seguidores en Instagram ya conocen su humor agudo y tierno, al mismo tiempo.
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Al cumplir los 18 años nadie te regala unas instrucciones para manejarte y poder decir con aplomo aquello de "cuando seas padre, comerás huevo", aunque sea una expresión viejuna y, con suerte, ni siquiera te pille de cerca aquello de tener descendencia. No importa. La clave es que un día, de pronto, te das cuenta de que te has hecho mayor y no hay forma de remediarlo. Llegas a este punto de la película con la promesa de que con la mayoría de edad se desbloquearán misiones especiales como votar, sacarse el permiso de conducir y de beber alcohol (legalmente). Ouh Yeah.
En cambio, de lo que no te habían hablado es que te toca responsabilizarte en solitario de tus cagadas, tienes una lista de responsabilidades más larga que las de regalos que pedías de niño a los Reyes Magos y tus escuetos ingresos (si es que los tienen) no dan ni para empezar a pagar las facturas. Con este rediseño del escenario, lo mismo sí que se echan en falta un manual, un guía espiritual o que te toque el Euromillón. Elia Santacreu puede echarte un cable con lo primero. Esta alicantina, más conocida como RandomBoxHere en las redes sociales, acaba de publicar Manual para la vida adulta, una novela gráfica donde ironiza sobre los retos de madurar y los 'problemas del primer mundo' que se nos amontonan en el día a día.
Entre las dedicatorias del libro con el que debuta, se cuela una muy significativa: el agradecimiento a Marta, su psicóloga. "En mi caso, ir a terapia lo ha cambiado todo, porque me ha ayudado a comprender muchas de las motivaciones que me llevaban a hacer según qué cosas. Ha cambiado mi percepción sobre mí misma y sobre el mundo. También me ha ayudado a tomar decisiones más en base a lo que yo quiero y menos en relación a lo que creo que se espera de mí", confiesa. Santacreu combina su trabajo con los estudios de psicología porque, aunque puedan parecer mundos distantes, el secreto del éxito de la autora es esa capacidad para conectarlo todo en una especie de cajón desastre, como reza su nickname. Si ha habido una constante en su vida es que no ha parado de cambiar de idea y ha ido sumando aristas a su poliédrica identidad. En 2015 se graduó en Comunicación Audiovisual, al año siguiente se diplomó en Arte Dramático y, durante unos años, se volcó en el teatro por vocación. Luego se topó con la Comunicación Corporativa por casualidad e intentó hacer su camino (sin entusiasmo) por esa vía. Como la Raquel de aquella serie de TVE, Santacreu sigue buscando su sitio. Entre tanto, ya ha conquistado a más de 89.000 seguidores en Instagram. Allí, dice en su biografía, va a llorar.
"Pasé la crisis de los 30 entre los 25 y los 28, así que llego a la treintena con los deberes hechos de casa. Igualmente, no te voy a mentir, el número me planta cara", dice con guasa sobre el cambio de década, que ya le acecha. Manual para la vida adulta no promete convertirse en una guía sesuda para superar crisis existenciales, pero te propone echar un buen rato y hacer choteo de esos días en los que te echarías a llorar, pero ni siquiera tienes tiempo. "Si te puedes reír de ti mismo, ya tienes mucho ganado. Las cosas van a pasar igual… así que mejor desdramaticémoslo", plantea. No es mala filosofía de vida, sobre todo, si tenemos en cuenta que nació en 1993, justo después de la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona, el año que se acababa la fanfarria y llegaba la resaca de la fiesta. Pertenece a la Generación Zeta, esos jóvenes que quedaron atrapados entre dos crisis económicas mundiales. Los datos son una fantasía: el 25% está en paro y la edad media de emancipación ronda los 30. Les educaron en la importancia de estudiar y esforzarse, pero pocos de los que se aplicaron han alcanzado su objetivo laboral. "Mi primera gran decepción fue ver que no todos los esfuerzos tienen su recompensa. Hasta hoy he conocido a muchas personas que son trabajadoras e intentan hacer las cosas lo mejor que pueden y no tienen lo que se merecen, aquello por lo que se han dejado la piel, porque la vida, nos guste o no, es injusta", relata.
Eso no le ha impedido tomarse los pequeños revolcones de la vida con humor y, en lugar de esconderse bajo las mantas a comer un enorme helado de vainilla y cookies cuando viene mal dadas, como haría la mismísima Bridget Jones, Elia Santacreu da rienda suelta a su imaginación y plasma en viñetas los dramas de ser adulta. Puede que sus padres se enfrentasen a hipotecas y jefes de mierda, pero quienes rondan la veintena a menudo no tienen ni la opción de firmar ese pacto con el diablo. Para los Zeta, algunos de los peores infiernos de la vida moderna están en la palma de la mano. "Tinder, desde luego, es un submundo curioso", bromea la ilustradora, aunque apuesta por una condena eterna mucho peor. "Una de las peores lacras es el famoso postureo, la necesidad de mostrar constantemente lo feliz que uno es y lo bien que se lo está pasando. Tiene que ser agotador. Ahora parece que está emergiendo la vertiente contraria y mucha gente comparte “lo aburrido que está”, y es genial, pero creo que incluso en esos casos es difícil no dejarse llevar por la superficialidad", alega.
Esas mismas redes sociales donde proliferan los filtros y las sonrisas de cartón piedra ha encumbrado a creadoras como Raquel Córcoles (Moderna de Pueblo) o Agustina Guerrero (Diario de una Volátil) que han llegado para colocar la ilustración firmada por mujeres en la cima de las listas de superventas. "¡Por fin!", exclava Santacreu cuando se le pregunta sobre la explosión de voces femeninas en el stand up comedy y en el humor gráfico. "Adoro el trabajo de artistas como Violet Clair, Ana Macías (Soy Cardo), Mo Welch o Sarah Andersen, por nombrar algunas- Son tremendas", resume.
Elia Santacreu empezó a dibujar como cualquiera de nosotros, de niña pero, a diferencia de la mayoría, no ha parado desde entonces y, en esa raíz, está su esencia. "Los niños no necesitan manual, saben simplemente ser, y qué envidia", finiquita. Para aquellos que ya hemos cumplido algunos años más, nos toca aprender a tomárnoslo todo menos en serio. Empecemos con unas viñetas.