'Un cuento perfecto': Anna Castillo contra los finales idílicos
No hay nada que le guste más al amor que las historias imposibles y Elísabet Benavent consigue hacernos creer en ellas cada vez que publica nueva novela. Quizás por eso, Netflix ha escogido a la autora como una de sus apuestas de este verano y estrena este 28 de julio la tercera adaptación de uno de sus proyectos literarios. Esta miniserie protagonizada por Anna Castillo y Álvaro Mel nos llevará hasta Grecia para plantearnos una pregunta: ¿Qué sucede cuando descubres que el final de tu cuento no es como soñabas?
"Érase una vez una mujer que lo tenía todo y un chico que no tenía nada". Ese es el punto de partida de Un cuento perfecto, la serie que llega al catálogo de Netflix este 28 de julio y que adapta a la pequeña pantalla otra novela de Elísabet Benavent. "Este proyecto es el resultado de soñar durante más de un año con los recuerdos de un lugar precioso, de meditar sobre prejuicios y juicios, de enamorarme a través de las palabras de dos personajes que, se parezcan más o menos a mí, ya son parte de mi familia", adelantó la autora durante la presentación del estreno.
Ese emplazamiento inolvidable que inspiró a Benavent no es otro que Grecia y los dos personajes que se han convertido en sus inseparables son Margot y David, interpretados por Anna Castillo y Álvaro Mel, respectivamente. Ambos recibieron a Público en el hotel Santo Mauro de Madrid para descubrirnos los recovecos de esta historia de amor entre el éxito y la duda. El lugar era importante, porque este cuento moderno arranca en el corazón del imperio hotelero de una familia 'bien' de la capital.
Margot es la pequeña de tres hermanas y todo apunta a que ella será la heredera del negocio familiar. Haremos un pequeño paréntesis en este punto de la historia para desencantar a todos aquellos que esperen una suerte de Succession inserto en mitad de esta comedia romántica. No va a pasar. Sus hermanas, Patricia (Lourdes Hernández) y Candela (Ingrid García-Jonsson) son sus aliadas a lo largo de este viaje en el que la protagonista se busca así misma. "Hay un equilibrio de energías muy guay en el trío de hermanas. Margot no tiene muchas amigas porque está enfocada en su trabajo y en hacer las cosas de manera responsable. Eso me da un poco de pena, pero tiene a dos hermanas que lo suplen todo", explica Castillo.
A cambio, como en todo cuento que se precie, hay una madre que lo mismo no es malvada, pero que tampoco se quiere enterar de qué va la vaina. Margarita (Ana Belén) quiere que su hija sea un clon de sí misma, empezando por el nombre. Espera que vaya a fiestas elegantes, que no tome hidratos y que se case con Filippo, un italiano divino que podría llevar escrito en la frente: "marido perfecto". El único inconveniente es que la menor de sus descendientes no es esa persona. Ni siquiera quiere que la llamen por su nombre que figura en su DNI y está harta de que nadie la tome en serio en el consejo de administración de la compañía, pero es incapaz de alzar la voz. Entre tanto, prefiere dedicarse a hacer magdalenas de avena y algarroba.
"Lo único a lo que se atreve en cuanto a romper con lo establecido es a pedir que la llamen Margot. Si ella pudiera, rompería con lo establecido y tomaría sus propias decisiones, es algo que siempre tiene dentro, pero que no es capaz. Su primer paso es reivindicar que le quiten la etiqueta de 'Margarita', porque el nombre es un término absolutamente identitario, es lo único que le pueden quitar y deja su pincelada de rebeldía", desarrolla la actriz que la interpreta.
En la misma ciudad, pero en un barrio donde el metro cuadrado es bastante menos caro, vive David. El personaje de Álvaro Mel todavía escucha música en un iPod y lleva camisetas raídas. No le preocupa lo que piensen los demás. Está decidido a disfrutar de la vida, aunque eso le suponga tener que subsistir con tres trabajos y durmiendo en el sofá de sus mejores amigos, Iván (Jimmy Castro) y Domi (Tai Fati). Son ellos quienes le animan a terminar con lo único que lo apaga: su novia. Idoia (Lydia Pavón) es una Barbie de polígono que nunca lo prioriza en sus planes. Él, en cambio, no puede evitar sentir que le ha tocado la lotería con ella y adopta el rol del patito feo de la pareja. "David quiere ser alguien, pero no encuentra el camino. Él es un soñador y sabe que los planes perfectos no siempre son los mejores. De lo que no tiene ni idea es cuál ca a ser el suyo", cuenta Mel.
La novela de la que salieron salió al mercado en febrero de 2020 y, desde entonces, Benavent se lamentaba de haberlos dejado huérfanos. "Sentí, al terminarlo, que abandonaba a dos personajes a los que había querido como si fuesen reales. Hoy ya puedo decir que no era un adiós, solo un hasta luego, gracias a la oportunidad que Netflix me ha brindado. Un cuento perfecto tendrá adaptación audiovisual y estoy feliz de poder seguir acompañando, de la mano y desde muy cerca, a Margot y David. Los veré hacerse carne", comentaba la autora en redes sociales cuando arrancó el rodaje y su tercer proyecto con la plataforma de streaming ya era oficial. Aunque la realidad es que nunca los dejó solos. Como siempre sucede en estas historias, la casualidad hace que los caminos de Margot y David se unan, y el resto... Tendrás que descubrirlo tu solito, capítulo tras capítulo.
Lo único que podemos anticiparte es que Un cuento perfecto no es uno de esos libros que nos leían antes de dormir cuando éramos niños. Elísabet Benavent nos trae un relato en el que la perfección juega en contra y revierte el tópico de los finales felices para reivindicar nuestro papel activo en la búsqueda de la felicidad. "Tenemos que contar más historias sobre enamorarnos de nosotros mismos, porque es más sano. Merece la pena buscar un modo de querernos y luego ver cómo lo hacemos con los demás, no tener una idealización cerrada de lo que es el amor, ni de lo que crees que quieres, porque a veces te parece que deseas algo y, cuando lo tienes, ves que no es así", defiende Álvaro Mel. La coprotagonista de este cuento moderno le da la razón: "También hay que empezar a abrazar los finales 'no felices', porque a veces los finales felices son un cuadro. De hecho, casi nunca son felices. Entonces, igual hay que empezar a valorar otros más normales, donde hay oscuros y grises también".
Juntos se enfrentarán a las imposiciones sociales, la presión grupal y la autoexigencia, que no es poca tarea para un verano. Y si todavía no tienes claro si te merece la pena echarle un rato a esta serie, solo nos queda anticiparte que si la inflación te ha dejado con las ganas de escaparte a algún lugar donde los termómetros no estén a punto de reventar, mientras conoces a estos dos personajes, podrás disfrutar de su viaje por Atenas, Santorini y Miconos. Menos da una piedra.