Cómo se reproducen los anfibios

Uno de los más recientes y ambiciosos estudios sobre la reproducción de los anfibios publicado en la revista alemana de herpetología Salamandra ha construido un árbol dicotómico con 74 posibles modos de reproducción basándose en el estudio de más de 2.100 especies de anfibios, aproximadamente una cuarta parte de las conocidas.  

Así pues, la diversidad reproductiva de los anfibios es mucho mayor que la de otros vertebrados como los mamíferos, los reptiles o las aves. Desde la fecundación externa hasta verdaderos apareamientos pasando por la carga de los sapos parteros, una rara avis de la zoología que ejerce como protector de los huevos en lugar de la hembra.  

Anfibios: doble vida y decenas de formas de reproducción 

Sapos - Fuente: Pixabay
Sapos – Fuente: Pixabay

Del griego Amphibia, que significa “ambas vidas” o “ambos medios”, son una clase de animales que sirve de fascinante nexo de la historia de la biología entre aquellos que “conquistaron” el medio terrestre y los que se quedaron en el acuático, sin olvidarnos de los que “regresaron” al agua: tierra y agua, dos de los cuatro elementos que marcan la “doble vida” de estos animales.

Y no solo el agua define sus características fisiológicas, sino que marca sus diferentes métodos de reproducción: al no haber conseguido su total independencia del medio acuático, necesitan el agua para aparearse y realizar la puesta. 

Además, su estrecha relación con el agua dulce supone que sean los grupos de vertebrados con más riesgo de desaparición del planeta. Tal y como señalan los autores de la Guía de Anfibios de los Parques Nacionales Españoles: una tercera parte de las especies conocidas presenta algún tipo de amenaza debido a la destrucción y alteración de sus hábitats. 

La reproducción de los anuros 

Rana - Fuente: Pixabay
Rana son saco vocal para amplificar su canto – Fuente: Pixabay

Dentro de la clase taxonómica de anfibios encontramos salientios o anuras (las ranas y sapos), los caudados (salamandras y tritones) y las cecilias, anfibios sin patas con forma de lombriz. Dentro de los primeros, los anfibios más populares, existen diversos modos de reproducción, aunque mantienen varios puntos en común. 

En este sentido, los machos son los primeros en llegar a las charcas en las que tiene lugar la reproducción atrayendo a las hembras con cantos y secreción de hormonas. Así que ya sabes porque las ranas y los sapos croan siempre cerca de charcas o ríos: para aparearse.  

Pero la fecundación se produce de forma externa, depositando el macho su esperma a la vez que las hembras expulsan los huevos sin fecundar. Estos huevos no tienen “cáscara” que los proteja de la desecación o los golpes, estando solo cubiertos por una masa gelatinosa, por lo que deben descansar en terrenos húmedos. 

De hecho, algunas especies de ranas como las Pipidae cargan sus huevos en el lomo hasta que los huevos eclosionan, estando las crías listas para la vida en un ambiente acuático, sin pasar por la etapa de renacuajo. 

Pero, por lo general, como sabemos, las larvas que surgen de los huevos cuando estos eclosionan tienen un aspecto muy diferente de los ejemplares adultos. Son los renacuajos que realizan la respiración por branquias internas, aunque posean pulmones que no utilizarán hasta después de su metamorfosis, esa que los convierten en ranas o sapos.  

La reproducción de los caudados 

Tritón - Fuente: Pixabay
Tritón – Fuente: Pixabay

Dentro del orden de los caudados, entre los que se incluyen tritones y salamandras, existen también modos de reproducción externa, como la de los propios tritones, que supone complicados cortejos para después las hembras poner los huevos, uno a uno a adheridos a la vegetación acuática. No obstante, en el caso de península ibérica, contamos con el tritón pirenaico que realiza un verdadero apareamiento. 

Cuando las larvas surgen de los huevos, al contrario que en el caso de los anuros, son muy semejantes a los adultos, aunque la respiración la hacen por branquias externas, visibles a ambos lados del cuello. Sin embargo, también viven una metamorfosis, aunque menos “radical” que la de los anuros: pierden las branquias y desarrollan los pulmones.  

Así mismo, algunas especies de salamandras llevan una vida completamente acuática, como los célebres axolotes, mientras que otras llevan una vida terrestre tras la mencionada metamorfosis. 

La reproducción de las cecilias 

Una cecilia - Fuente: Wikimedia
Una cecilia – Fuente: Wikimedia

Definidos como los “anfibios desconocidos”, las cecilias llevan a cabo algunos fascinantes rituales reproductivos. Su nombre científico, Gymnophiona, deriva de su aspecto: serpientes desnudas. Y es que su apariencia es un singular cruce entre las larvas y las propias serpientes.  

Viviendo bajo el suelo, pero en ambientes húmedos como su condición de anfibios exige, su cuerpo está organizado en anillos. No tienen extremidades al contrario del resto de anfibios, y sí unos ojos rudimentarios, en algunos casos atrofiados o cubiertos de piel, cuya función sería tan solo percibir la luz.  

En cuanto a sus modos de reproducción, los machos de las cecilias poseen un órgano copulador y la fecundación es siempre interna. No obstante, existen tanto especies ovíparas que ponen huevos de los que salen larvas de vida acuática hasta que sufren la metamorfosis para convertirse en adultos terrestres, como ovíparas de desarrollo directo, sin metamorfosis, o vivíparos en los que las hembras dan a luz individuos ya formados.  

Entre todos ellos destaca el caso de la Boulengerula taitanus cuya piel sufre modificaciones con la maternidad, llenándose de lípidos, que sirve de alimento para sus crías: algo así como la leche materna de los mamíferos.  

Para los autores del artículo citado publicado en la revista NaturalMente del Museo Nacional de Ciencias Naturales y el CSIC, las cecilias son clave para comprender la colonización del medio terrestre por los vertebrados y los cambios y adaptaciones que sucedieron hace 360 millones de años: sin duda, unos anfibios fascinantes a pesar de su aspecto poco agradable. 



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