Cuando la CIA intentó crear un cuerpo de gatos espías

¿Usar a gatos como agentes para espiar al enemigo? Suena a broma, pero, por desgracia, no lo es. Un buen día, a principios de los años 60, un grupo de agentes de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos decidió hacer un flaco favor al apellido de su agencia creando un cuerpo de gatos para espiar a los soviéticos. ¿Qué podría salir mal? Pues todo, todo salió mal.  

A los rusos les gustan los gatos… ¡Gatos espía! 

Gatos espía
Lenin con un gato – Fuente: Society for Co-operation in Russian and Soviet Studies

Nada más firmarse la paz tras el final de la II Guerra Mundial comenzó otra guerra, la de dos bloques antagónicos que se disputarían el poder en las siguientes cinco décadas: Estados Unidos y la Unión Soviética. Y ambos países no tardaron ni un minuto después de vencer a los nazis en prepararse para el conflicto. Lo primero, armarse hasta los dientes. Lo segundo, espiar al enemigo

En los siguientes años, la CIA llevó a cabo un creciente número de experimentos vinculados a las tareas propias de los espías. Algunos de estos proyectos, que fueron desclasificados en los últimos años, incluyeron experimentos con drogas como el LSD, cuyo objetivo era drogar a los interrogados para sacarles información. Pero aquello no salió muy bien: uno de los voluntarios se suicidó días más tarde de someterse a un experimento. 

Así que los de la CIA decidieron aparcar el LSD y ponerse a otra cosa. ¿Qué tal los gatos? Al parecer, los agentes de la CIA habían “descubierto” que el gato era un animal con bastante éxito entre la cúpula dirigente soviética. Seguro que aún circulaban las fotos de Lenin acariciando gatos.

¿Por qué no creamos un grupo de gatos espía para entrar en el Kremlin? No sabemos hasta qué punto el LSD y otros estupefacientes habían desaparecido por completo de las oficinas de Langley y alguien de los de arriba dio el visto bueno al proyecto denominado Acoustic Kitty: gatito acústico.

¿Entrenando a gatos para obedecer? 

Gatos espía
Un gato juega con una red – Fuente: Pexels

Un gato no es un perro ni una rata, pero en la CIA todavía no habían llegado a ese capítulo, así que apostaron a principios de los 60 por este proyecto inspirándose en los experimentos de Burrhus Frederic Skinner con su caja de condicionamiento, la después conocida como Skinner Box.  

El éxito de los estudios de Skinner con el refuerzo positivo o el refuerzo intermitente ha sido tal que hoy en día se sigue aplicando (con humanos) en ámbitos como las redes sociales, pero en la CIA no querían llegar tan lejos de momento. Tras probar con cuervos y palomas, era el turno de los gatos.  

La idea era “usar al gato como vehículo” para obtener información y regresar. ¿Vehículo de qué? De un micrófono que le sería instalado. ¿Cómo? Victor Marchetti, asistente del director de la CIA, señaló, como recoge este artículo del Smithsonian Magazine, que consistía en crear una suerte de Frankenkitty: “Abrieron al gato, le pusieron pilas, lo conectaron”. La operación duró una hora y media… El entrenamiento, muchos meses.  

Una vez que el gato albergaba en su interior el micrófono, la fuente de energía (en el pecho) y la antena a lo largo de la columna vertebral, tocaba ponerse manos a la obra porque eran conscientes de que aquella “monstruosidad”, como dijo Marchetti, podría afectar en cualquier momento la salud del minino.  

Gatos espía
Un gato se asoma en un balcón – Fuente: Unsplash

El método para lograr que el gato “obedeciese” en cuanto a la dirección a tomar en las operaciones fueron las señales acústicas, que podían ser intermitentes o parciales para generar esos cambios de dirección en el gato. Porque como todavía no se había inventado el Meowtalk, el gato no podía ser capaz de comunicarse e informar de lo que veía, por lo que debía volver a la base para recuperar la información. 

Los entrenamientos en este sentido fueron intensos, pero el gato, sobre todo cuando tenía hambre, no estaba muy por la labor de seguir las señales acústicas. Como se espía mejor con el estómago lleno, la CIA decidió operarle para acabar con su sentido del apetito. Se estima que los gastos quirúrgicos, técnicos y de capacitación de los gatos del proyecto llegaron a los 20 millones de dólares. Bien invertidos si lograban obtener información confidencial soviética, pensaban. 

Un gato espía atropellado: “quizás no era práctico” 

Gatos espía
Un gato se asoma tras una pared – Fuente: Unsplash

En 1967 llegó el gran momento. Después de más de cinco años de preparativos del proyecto Acoustic Kitty, el primer agento gatuno de la CIA salía hacia su primera misión: antes de llevarlo al Kremlin para que Brézhnev lo acariciara, decidieron empezar por algo más sencillo, deambular por un parque de Washington y escuchar a escondidas la conversación de dos hombres soviéticos.  

Pero el gato apenas dio un paso antes de ser atropellado por un vehículo cuando se disponía a cruzar la calle. El informe desclasificado varias décadas después resume así el resultado del proyecto: “Nuestro examen final de gatos entrenados [eliminado] para su uso [eliminado] en [eliminado] nos convenció de que el programa no se prestaría en un sentido práctico a nuestras necesidades altamente especializadas”. 

Para terminar con un controvertido mensaje: “el hecho de que los gatos puedan ser entrenados para moverse distancias cortas fue en sí mismo un logro científico notable”. Gastar 20 millones de dólares para maltratar una serie de animales sometiéndoles a terribles operaciones y ver como tu primer agente muere atropellado fue, para los responsables del proyecto, un “éxito notable”, pero vamos a dejarlo una temporada que igual no es muy práctico entrenar a gatos para nuestras necesidades súper especializadas… 

El proyecto, por supuesto, fue cancelado a finales de los 60, cuando alguien con responsabilidad en la CIA recuperó la cordura, aunque aún quedan por desclasificar los proyectos que vinieron después. Quién sabe, quizás empezaron a entrenar ovejas para pilotar aviones supersónicos o esturiones para patrullar el mar Negro. Nos enteraremos en unos años. Mientras haya dinero (público) con el que experimentar y enemigos a los que espiar, todo es posible. 



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