¿Existen los animales caníbales?

¿Comerías carne humana si no te quedara otra opción para alimentarte? ¿Te convertirías en un caníbal? Seguro que alguna vez te has puesto en la piel de los miembros de la expedición Donner o de los viajeros del avión estrellado en los Andes para hacerte esas preguntas. Pero los animales no tienen tabúes como nosotros: ellos se guían por instintos que no ponen en duda. Y en ocasiones esos instintos los llevan comerse a sus congéneres. 

A continuación, os explicamos por qué existen algunos animales que se convierten en caníbales, cuáles son los beneficios que obtienen de este comportamiento y cuáles son los riesgos que también asumen al alimentarse de su propia especie. 

Canibalismo en animales, una cuestión de coste-beneficio 

Canibalismo - Fuente: Depositphotos
Canibalismo – Fuente: Depositphotos

“Aunque el canibalismo fue alguna vez considerado como un comportamiento raro o aberrante, ahora se reconoce que puede contribuir ampliamente a la autorregulación de muchas poblaciones”. Así arranca uno de los más recientes y ambiciosos estudios científicos sobre el comportamiento caníbal en animales. Su responsable es Jay A. Rosenheim, profesor distinguido del Departamento de Entomología y Nematología de la Universidad de California en Davis.

Con más de 160 publicaciones científicas, Rosenheim es uno de los grandes expertos mundiales en la depredación caníbal y cómo este comportamiento crea dinámicas ricas y diversas que pueden mejorar o alterar el control biológico. 

En uno de sus primeros trabajos aplicando sus conocimientos sobre entomología a la protección del campo de algodón detectó una “explosión de canibalismo” tal y como narra en este artículo de Science: cuando los insectos que debían acabar con los pulgones destructores del algodón comenzaron a proliferar escaseando el alimento comenzaron a devorar sus propios huevos, una actitud “desesperada” (y arriesgada) cuando no hay nada que llevarse a la boca. 

Y es que comerte a un miembro de tu propia especie supone asumir diversos riesgos. El primero que tu “alimento” esté vivo y no quiera ser comido: te enfrentarás a alguien que tiene tus mismas armas. Pero, generalmente, los animales se alimentan de su propia especie cuando los ejemplares están muertos o indefensos, como los huevos antes referidos. 

Pero el mayor riesgo para el caníbal es que su alimento sea una fuente de patógenos infecciosos. Y el propio Rosenheim pone un ejemplo humano para demostrar el peligro del canibalismo: una enfermedad llamada kuru que asoló al pueblo Fore de Nueva Guinea en 1950 cuando buena parte de sus miembros completaban un ritual funerario que incluía cocinar y comer carne de parientes fallecidos, incluyendo tejido cerebral contaminado. Una vez que dejaron de comerse a los familiares, la propagación del kuru se detuvo. 

Y esta es la razón principal, más allá del tabú, por la que las sociedades humanas han inferido que comerse a los congéneres puede no ser una buena idea, salvo, claro está, que estés perdido en la nieve y no tengas otra cosa que comer. Entonces, tal vez el riesgo sea asumible

Es lo mismo que les sucede a numerosas especies de animales que optan por la depredación caníbal por el deterioro de las condiciones ambientales, en particular cuando los recursos alimenticios descienden abruptamente generando hambre y/o cuando la densidad de población aumenta. 

Tiburón toro - Fuente: Depositphotos
Tiburón toro – Fuente: Depositphotos

En este sentido, para Rosenheim, en la mayor parte de los casos se trata un comportamiento parcial o totalmente condicional debido a la situación de estrés que produce, generalmente, un crecimiento en la densidad de población. 

Y esa es la conclusión del estudio del entomólogo estadounidense: el canibalismo puede actuar como mecanismo de autorregulación de la densidad poblacional. De hecho, según el estudio de Rosenheim, el hambre hace que se disparen determinadas neurohormonas como la epinefrina en los vertebrados que genera esta furia hambrienta.  

Si alguna vez has tenido hambre (pero de verdad) ya sabrás a qué tipo de furia se refiere Rosenheim: “A medida que las condiciones ambientales empeoran y los alimentos escasean, las cantidades de estas hormonas aumentan y los animales hambrientos atacan todo lo que pueden agarrar con mandíbulas, patas o pinzas”.  

Así pues, y aunque la palabra caníbal tenga ese componente terrorífico, en el reino animal es una pura cuestión de necesidad e instinto. Ningún animal se come a un miembro de su especie por placer, sino porque no tiene más opciones que hacerlo, aún asumiendo los elevados riesgos que conlleva esta práctica: “el canibalismo es uno de los factores clave que contribuyen al equilibrio de la naturaleza”. 

¿Qué animales son caníbales? 

Mantis religiosa - Fuente: Depositphotos
Mantis religiosa – Fuente: Depositphotos

Seguro que muchas veces has oído hablar del singular caso de la mantis religiosa que se come al macho tras aparearse, una costumbre que también tiene su función, por supuesto: asegurarse una fuente extra de nutrientes para que los huevos tengan la mejor calidad posible.  

Este canibalismo sexual, de hecho, no es exclusivo de este insecto, sino que también está presente entre otros arácnidos, insectos y anfípodos. Pero no, no se trata de una lucha de sexos, sino de incrementar la cantidad y calidad de la fecundación: la perpetuación de la especie es uno de los instintos más básicos del reino animal que explica buena parte de nuestro comportamiento. 

También resulta curiosa la matrifagia de algunas arañas, cuando los recién nacidos se comen a su madre: la araña de terciopelo disuelve sus propios órganos y los vomita para que se los coman las crías antes de que devoren todo el cuerpo. De nuevo, el objetivo es asegurar el progreso de la especie, un sacrificio natural para estas arañas. 

Entre los anfibios, también tenemos casos de canibalismo, como las salamandras tigre y los sapos de espuelas, que se conviertan en “supercaníbales”: cuando un estanque está lleno de larvas, algunos renacuajos pasan a su “fase caníbal” aumentando en volumen y desarrollando unas mandíbulas abiertas tachonadas de una suerte de colmillos. Rosenheim señala que estas prácticas de canibalismo desenfrenado suelen ser positivos para la especie: una menor densidad de población y más sana. Pero no demos ideas… 

Más llamativo, aunque menos común, es el caso de animales más grandes como el tiburón toro que se come a los otros embriones de los úteros maternos: solo puede quedar uno, el embrión más fuerte se desarrollará a cambio de comerse a sus hermanos.  

La serpiente de cascabel también opta por alimentarse de sus crías, aunque en este caso cuando están muertas: así recupera sus nutrientes y puede reproducirse de nuevo. 

Entre mamíferos, el canibalismo es mucho menos habitual y suele responder a la necesidad imperiosa de alimento convertido en carroña: ahí están los casos de tigres, jaguares, hipopótamos u osos polares alimentándose de sus congéneres. Pero estos casos no se diferencian tanto de lo que vivió la referida expedición Donner o los protagonistas de la tragedia de los Andes: comer carne de tu propia especie cuando no queda otra opción de supervivencia. 



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