¿Puedes alimentar a los gatos callejeros o a las palomas?

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No en pocas ocasiones interpretamos de forma errónea la defensa del bienestar animal. Dar de comer a unas palomas o a unos gatos callejeros, que puede tomarse como un acto de deferencia con estos animales, podría tener considerables repercusiones medioambientales, a menudo negativas. Te explicamos por qué no debes dar de comer a los animales silvestres, especialmente a las palomas y a los gatos que viven en las calles de entornos urbanizados. 

¿Por qué no debes alimentar a animales callejeros? 

Paloma - Fuente: Pexels
Paloma – Fuente: Pexels

A nivel legislativo, la Ley de bienestar animal delega en las comunidades autónomas y los ayuntamientos el establecimiento de normativas concretas y sancionadoras, en particular sobre la gestión de las colonias felinas que dependerá de la administración local. Así mismo, también existen sanciones para aquellas personas que alimentan a las palomas, las cuales pueden ser de mayor o menor cuantía dependiendo del municipio. Lo vemos. 

Las palomas 

Palomas - Fuente: Pexels
Palomas – Fuente: Pexels

¿Cuántas veces has oído ese apodo despectivo de “ratas con alas”? Resulta curiosa (y contradictoria) la distinta vara de medir que tenemos con los animales, una escala en la que las palomas y otras aves como las gaviotas ocupan las últimas posiciones si hablamos de animales silvestres en entornos humanizados.  

Pero más allá de “animalismos parciales” es un hecho que, en determinados lugares, la población de palomas ha crecido de forma imparable. Solo hay que pasarse por la plaza de San Marcos en Venecia para comprobarlo. Pero mucho más cerca, en España, también han dado grandes quebraderos de cabeza a las instituciones. 

Y es que, si crece de forma incontrolada la población de cualquier animal, esta va a afectar a otras especies que viven en el mismo entorno, además de generar alteraciones medioambientales, incluyendo la propagación de enfermedades

Ya lo dice el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, la alimentación por parte de los humanos de las palomas “favorece su crecimiento poblacional de forma desproporcionada, y, en consecuencia, crea un desequilibrio con otras especies animales y con las personas que habitan en la ciudad”. 

Así mismo, el exceso de palomas conlleva acumulación de excrementos ocasionando importantes daños en monumentos y edificios de la ciudad, como habrás visto en aquellas zonas donde estas aves más abundan. Y no podemos olvidar que las palomas también son vectores de microorganismos y parásitos transmisores de enfermedades. 

Por supuesto, no son los únicos animales que crecen en entornos urbanos que molestan con sus ruidos y sus excrementos y que también pueden ser vectores de microorganismos y parásitos transmisores de enfermedades. Pero en el caso de las palomas, el control poblacional es más sencillo, como se ha demostrado en numerosas ciudades: además del trabajo de las instituciones, un gesto tan simple como evitar dar de comer a estas aves puede suponer un beneficio para todo el entorno. 

Y no te olvides de que este acto no solo es negativo para el entorno, sino que puede ser sancionable, de los 100 euros de Sabadell a los 1.500 euros de Valladolid, cada Ayuntamiento valora el caso particular según su normativa específica y aplica las sanciones correspondientes que pueden ser de mayor o menor cuantía si el sancionado es reincidente, como pasa en no pocas ocasiones. 

Por supuesto, una cosa es prohibir alimentar a una paloma y otra alentar su maltrato. Debemos respetar el bienestar de una paloma como respetamos el de nuestros animales de compañía. Al fin y al cabo, su proliferación en entornos urbanos se debe, una vez más, a la responsabilidad humana. 

Los gatos callejeros 

Islas gatos Japón
Una persona alimenta un gato callejero – Fuente: Depositphotos

Como ya hemos señalado en otras ocasiones, el caso del gato es particularmente delicado, más que el de las palomas, por su carácter de especie invasora y su instinto depredador. La proliferación de gatos callejeros es un riesgo evidente para la biodiversidad como los biólogos han alertado desde hace décadas. Entonces, ¿qué hacer con las colonias felinas? 

Al margen de algunos métodos prometedores, la Ley de bienestar animal, consciente de su relevancia, dedica todo un capítulo (el VI) a las colonias felinas destacando, como hemos dicho, que depende de las administraciones locales su gestión.  

En este capítulo se recuerda que los ciudadanos tienen la obligación de “respetar la integridad, seguridad y calidad de vida de los gatos comunitarios que las integran, así como las instalaciones de comida, y refugio propias del programa de gestión de gatos comunitarios”. 

Pero la esta ley no establece sanciones para la alimentación de gatos callejeros, sino que son las entidades locales las que deben establecer normativas específicas que, como en el caso de las palomas, incluyen sanciones variables dependiendo del municipio en el que nos encontremos. 

Sea como fuere, también en el caso de los gatos callejeros debemos evitar su alimentación si no estamos autorizados para ello. Si realmente te interesa el bienestar de estos animales callejeros debes seguir el cauce legal, acudiendo a tu ayuntamiento para obtener un documento que te permita su alimentación de forma organizada siguiendo el protocolo de los responsables municipales. En este sentido, existen carnets municipales o de voluntario para poder alimentar legalmente a una colonia de gatos ferales. 

Y si ves que un gato está enfermo o malnutrido avisa a las autoridades o llévalo al veterinario si se dan las circunstancias oportunas, ya que le puedes salvar la vida. Y eso es lo primero. Pero no alimentes de forma independiente a una colonia de gatos callejeros ya que, además de que puede ser sancionable, estarás alterando el protocolo de alimentación municipal, que debería existir ya que son los ayuntamientos, insistimos, los responsables del bienestar y control de estos animales callejeros. 



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