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Alberto Olmos: “El cuento es el cobijo ideal de gente con poco talento”

El escritor segoviano se estrena en la distancia corta narrativa con ‘Guardar las formas’, colección de relatos a medio camino entre lo experimental y lo social

El escritor segoviano Alberto Olmos.- EP

Guardar las formas (Literatura Random House), último título del escritor segoviano Alberto Olmos, surge de una resaca. Una resaca fructífera y retórica, pero resaca a fin de cuentas. Alabanza (2014), su última novela, dejó al narrador en un estado de abulia narrativa que le incapacitaba para lanzarse de nuevo al ruedo literario. “Hacer una gran obra cansa, hay una especie de desazón después de tanta ambición, de tanto napoleonismo”, apostilla autoparódico el autor. “Sentía que si me ponía con una novela, sería una novela menor, no sólo en tamaño, sino carente del fuste narrativo deseable”.

Así las cosas, en busca de ese nervio literario perdido, Olmos decide echar mano de los géneros. En concreto se fija en el relato, distancia corta narrativa que ya el autor —fiero y lenguaraz como acostumbra— tuvo a bien vilipendiar en uno de sus escritos. “Siempre me pareció una práctica menor, que no un género menor, este matiz es importante; evidentemente si escribes El Aleph no hay nada de menor en ello. Pero sí una práctica menor que traté de rehuir porque me pareció demasiado fácil, cobijo ideal de gente con poco talento que quiere figurar de escritor”.

Un microcosmos, el del relato breve, que Olmos desdeña sin ambages: “Como todos los mundos cerrados y pequeños, el mundo del cuento es muy integrista”. “Parece de broma cuando te dicen que el cuento es un género superior. Estoy convencido de que cualquier gran autor escribiría un buen cuento si tiene voluntad de hacerlo. ¿Alguien se cree que si Thomas Mann se empeña en escribir un buen cuento no lo conseguiría?”.

Salvando las distancias, Guardar las formas trata de romper con la clásica encrucijada del cuento patrio, bifurcación que, grosso modo, queda acotada por el laconismo carveriano y la fantasía cortazariana. “Quería salirme de ahí, intentar hacer algo diferente, ponerme a prueba. Me motivó el hecho de que al haberme cebado con el mundo del cuento, si me decidía a escribirlos tenía que hacerlo muy bien porque había dado la impresión de considerarlo un género menor”.

Ed. Literatura Random House

El resultado juega con la experimentación, pero no como meta, sino como umbral desde el que rebasar ese tono monocorde que tienen muchas antologías. “Existe cierta pasión porque los libros de cuentos sean tan unitarios, hasta el punto de que muchos cuentos repiten personajes o historias entrelazadas. Yo quería 12 historias que no tuvieran nada que ver entre sí, algo que, según parece, canónicamente no está muy aplaudido”. Objetivo conseguido, o casi. Porque si bien es cierto que el autor pone en circulación a un variopinto elenco de tramas y personajes, no lo es menos que muchos de ellos comparten cierta marginalidad y reclusión. “Sin pretenderlo parece que me ha salido una especie de Caótica Ana de Medem, una suerte de catálogo progre”, confiesa con sorna.

Así, por Guardar las formas desfilan desde una inmigrante que recibe en su móvil un mensaje de voz con tres horas de silencio, hasta un enfermo de cáncer que se redime a través de una carta, pasando por un jubilado que nunca ha conseguido publicar sus libros o una pareja con problemas de identidad. Semblanzas que indagan en lo cotidiano desde el aislamiento y la soledad, con lo experimental como juego y no como excusa, con lo social como perspectiva y no como vacuo estandarte.

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