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Bruno Barreto: “Cualquier creador
debe desobedecer”

El cineasta brasileño recupera la transgresora historia de amor que vivieron la poeta norteamericana Elizabeth Bishop y la arquitecta carioca Lota Macedo Soares en los años cincuenta, en la película 'Luna en Brasil'.

Fotograma de la película 'Luna en Brasil'.

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- La prestigiosa poeta norteamericana Elizabeth Bishop -ganadora del Pulitzer en 1956-, y la arquitecta carioca Lota Macedo Soares -diseñadora del Flamengo Park de Río- vivieron una intensa y muy estimulante historia de amor. Eran los años cincuenta y las relaciones íntimas entre dos mujeres rozaban la ilegalidad en Brasil, sin embargo, ellas supieron “administrar” su amor y, además, lo convirtieron en algo muy inspirador para sus carreras. Ahora, el cineasta brasileño Bruno Barreto rescata aquella historia, Luna en Brasil, con Miranda Otto y Glória Pires en los papeles principales. La película, que llega ahora a España, ha conquistado cinco grandes premios de la academia de Brasil y el Premio del Público en el Festival LesGayCineMadrid.

“De todas las películas que he hecho, ésta es la que más tiempo me ha llevado, porque tenía que descubrir el ángulo desde el que contarla. Cuando cuentas una historia debes saber por qué quieres contarla”, dice el director, que sentencia, refiriéndose a sus dos protagonistas y a él mismo: “Cualquier creador debe transgredir y desobedecer”.

Dice que hay que saber por qué se quiere contar una historia, ¿por qué quería usted contar ésta?

El propósito está claro, es una historia de amor entre dos personas que son completamente diferentes. Quería contar eso. Para una de estas mujeres no existe el concepto de pérdida, para la otra, sí, y eso determina lo que les acontece en la vida. Una, Bishop, es una perdedora, bipolar, disfuncional, pero se fortalece cada vez más. Lota es la más fuerte, pero se vuelve cada vez más débil porque no consigue lidiar con la pérdida.

Parece que el elemento de ‘pérdida’ fue fundamental para usted

Sí, aunque tardé ocho años en darme cuenta de eso. Y la llave fueron los poemas de la Bishop. Primero leí el libro sobre esta historia (Rare and Commonplace Flowers, de Carmen l. Oliveira), luego vi en el teatro unos monólogos con textos de Bishop y luego leí sus poemas. El clic saltó con los poemas, porque todos hablan de la pérdida.

Alguna vez ha dicho que las biografías son aburridas, pero ésta lo es, ¿no?

Las biografías en general son muy aburridas, sí, pero esta película no lo es. Yo me lo tomé como una historia de amor en la que los personajes son personas reales.

El hecho de que sean dos mujeres, ¿era más o menos importante para usted?

No era fundamental. Era importante, pero no era lo principal, porque esta es una historia que podría pasar entre dos hombres, entre un hombre y una mujer… El hecho de que sean dos mujeres es importante porque es revolucionario para su época, muy transgresor para los años cincuenta. Cómo administraron ellas aquello es muy interesante.

Pero ¿contar una historia así no es un toque de atención para este mundo de prejuicios?

Sí, por supuesto. Muchas mujeres no lesbianas salen de la película y me dicen: ‘Yo quiero una Lota en mi vida’. Lota es más masculina que muchos hombres, es el ideal de la masculinidad, reúne la pujanza del hombre y la delicadeza de la mujer. Es una grave amenaza para los hombres de hoy.

Además de una historia de amor, ¿es una película sobre la necesidad de desafiar al sistema y a las convenciones sociales?

Sí. Ellas son artistas, creadoras. Y la película muestra el conflicto que todos los artistas tienen. La creación es no solo una idea es también vivir, es la vida. En un artista, vida y trabajo se confunden, son lo mismo. El lema de cualquier creador debe ser trasgredir y al mismo tiempo tiene que sobrevivir con seres humanos normales. Cualquier creador debe transgredir y desobedecer. El elemento de transgresión, de reacción, siempre debe estar presente en un artista.

Su vida y su obra se desarrolla entre Nueva York y Sâo Paulo, ¿qué dice eso de usted como artista, como creador?

Cuando uno sale de su país se convierte en emigrante para siempre, se transforma, es una condición irreversible. Yo salí para vivir en EE.UU., lo que hice durante quince años. Ahora me siento en casa en ciudades como Nueva York o Sâo Paulo, que son más cosmopolitas, son lugares de emigrantes. En Río de Janeiro, aunque fue donde nací, me siento un extraño.

¿Y en Los Ángeles, donde vivió?

Viví allí siete años. Viví la experiencia de Hollywood y descubrí que aquella, como decimos en Brasil, no era mi playa. Nunca podría ser un director hollywoodiano, para hacer las películas que sé hacer no necesito vivir allí.

¿Trabaja ya en un nuevo proyecto?

Sí. Voy a dirigir mi primer musical, un remake de Menino do Río, que fue una película que produje en 1982. Y luego rodaré, en 2016, una historia que me tiene fascinado. En cierto modo es una continuación de Luna en Brasil. Es un relato de encuentro entre culturas. El presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt hizo un viaje a Brasil, el descenso de un río (el Río de la Duda), que duró cinco meses. Lo hizo con el coronel Rondón. Es un viaje al estilo del de Corazón de las tinieblas, de Conrad. Dos militares, que piensan lo opuesto el uno del otro, pero que se reúnen en una expedición naturalista.

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