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Julieta sobrevive al FIB

La mexicana abrió el festival con un tenso concierto enel que los cánticos del público superaron a los silbidos

JESÚS MIGUEL MARCOS

Europa languidece, pero en la playa de Benicàssim el terrorismo económico es sólo un eco distante, un murmullo mitigado por el lento devaneo de las olas. Cuando el Viejo Continente se derrumbe, ¿el FIB seguirá ahí? Hasta el momento, no ofrece signos de debilidad, si obviamos a ese fiber que ayer por la mañana dormitaba su resaca en un banco del paseo marítimo. Todo un emprendedor: el festival todavía no había empezado.

Descanso y sosiego en la concurrida playa, que irremediablemente hace pensar en la canción de Los Planetas. Ingleses, franceses, italianos, alemanes, españoles Si estuvieran en la piel de sus respectivos ministros de Economía, igual no estaban tan tranquilos, jugando con raquetitas y echándose cremitas. Pero ni rastro de alarma. Sin un periódico a la vista, la posibilidad de leer el peligro era lejana. Quizás las vacaciones consisten en eso, en ponerse a salvo, aunque sólo sea una ilusión.

Las mujeres, pop en ristre, dominaron las primeras horas del festival

Pero a lo que vamos: las mujeres, pop en ristre, dominaron las primeras horas del festival. Anna Calvi, Russian Red y, en el ojo del huracán, Julieta Venegas. El problema con la mexicana, para el que haya llegado tarde, era simple: parte del público del festival se queja de que es una artista de Los 40. Y tienen razón, pero ignoran que la crítica especializada le ha hecho carantoñas y que entre sus grupos favoritos están Animal Collective y El Guincho. ¿Y qué ocurrió?

Al final, el bien triunfó sobre el mal. El inicio fue violento: tantos aplausos como silbidos ante apenas mil personas. Julieta, que rebajó su caché para tocar en el FIB, seria como si aquello fuera la selectividad. Junto al escenario se agruparon dos centenares de simpatizantes (fans, lo que se dice fans, no parecían), que corearon Limón y sal, segundo tema. Pero no eran suficientes: cada bailecito de la Venegas era recibido con un silbido a traición.

El contacto dulce y cómplice de la mexicana con su público no existía

El sonido, maldición, tampoco ayudaba. El contacto dulce y sensiblemente cómplice que la mexicana establece habitualmente con su público no existía. Volaban cuchillos, pero ella, recia y decidida, no cedía. Cuando el pop ranchero y corrido empezó a ablandar los corazones del integrismo indie, llegó Me voy y se hizo la luz: fue coreada por casi todos, unos 3.000 a ojo. Y a continuación, fiesta con su versión del Sin documentos, de Los Rodríguez. Hasta un inglés ensayó unos torpes pasos de rumba. ¿Lo están pensando? El próximo año, ¿Calamaro al FIB?

'Nunca habíamos tocado ante tanta gente', dijo ensoñadora Lourdes Hernández, más conocida como Russian Red, ante una masa considerable. El descubrimiento de la filiación política de la cantante, afortunadamente, no parece haber hecho mella en sus seguidores. Eso o es que se confirma que el indie español, definitivamente, es de derechas. Por si a alguien le quedaba alguna duda, el neón rosita con su nombre coronando el escenario dejaba claro que esto no va ni de hoces, ni de martillos.

Va de canciones apacibles, mansas y, en bastantes ocasiones, contagiosas. La reacción fue calurosa e incluso se corearon los estribillos más conocidos (Take me home, Cigarettes). Música para películas romanticas (Médem, qué ojo tuvo) y con un futuro rentable.

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