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Goles contra la desvergüenza

Quique no se atreve a sentar a Forlán y demás ilustres, pero logra que actúen al fin con compromiso, ambición y orden

JOSÉ MIGUÉLEZ

La valentía de Quique era un farol. Resulta que los defraudarores a los que se refería el técnico, los poco profesionales del miércoles, eran un central veterano (Juanito), un blanco fácil (Cleber) y un racimo de chavales (De Gea, Camacho y Cedric). Toda la firmeza del primer técnico en seis años que se atreve a criticar en público a los intocables se quedó finalmente en abofetear a los débiles y extender la alfombra a los poderosos. Forlán, Jurado, Reyes, Simao, Raúl García y López, también Valera y Domínguez, todos presentes en Huelva, encontraron su lugar en la alineación. El entrenador queda especialmente retratado con el uruguayo, porque sí dejó ver con nitidez que parte de su enfado iba por él. Pero o no se atrevió finalmente a sentarlo o no le dejaron desde arriba. Ninguna de las dos opciones eleva la figura del técnico por mucho que el Bota de Oro decidiera volver a serlo.

La bondad del resultado, eso sí, confirma el discurso del preparador: la culpa era de los jugadores. Si se comprometen y no arruinan su actitud, saben. Son mejores que su habitual caricatura. Con seriedad y dignidad les da para imponerse. Si Raúl García (eligió para elevarse como un centrocampista enorme justo cuando el club ya le tiene designado un sustituto) utiliza su potencia de pase para cambiar de banda o dejar solo al punta en vez de alcanzar aviones, el Atlético encuentra recursos ofensivos. Si Reyes (marcó de una vez su primer gol como rojiblanco) corre a por uno de esos envíos y descubre que Jurado le acompaña, o si se anima a tirar desde la frontal, o si Forlán se saca las manos de los bolsillos y rememora que el límite de la portería son los postes, hay hasta goles detrás. Querer, cuando eres mejor, es poder.

A la contra, eso sí, que el Atlético no se sintió tan importante como para llevar la iniciativa en Valladolid. Prefirió protegerse con diez jugadores detrás del balón y agruparse por una vez con sacrificio, atención y orden, dejar el dominio a los locales y vaciarse al contragolpe. Y fue suficiente para golear. El Valladolid anduvo espeso o incapaz. Y probablemente, por mucho que Mendilibar se sintiera incomprendido, porque sus jugadores, a igualdad de esfuerzos, son inferiores a quienes enfrente cobran por hacer lo mismo cinco veces más.

El Atlético, en suma, hizo lo que debe, toda una novedad. Jugó sin miedo, serio y comprometido, tal vez herido en el orgullo. Pero su actuación en Zorrilla no le redime de su reciente pasado. Al contrario, agranda su culpa. No era incapacidad, era puro desinterés. Quique se arrugó, pero llevaba la razón.

Valladolid (0): Justo Villar; Pedro López, Prieto, Nivaldo, Marcos; Borja (Font, 71), Pelé; Nauzet (Marquitos, m.32), Cannobio, Bueno; y Diego Costa.

Atlético (4): Asenjo; Valera,Perea, Domínguez, López; Assunçao, Raúl García (Camacho, m.85); Simao, Jurado, Reyes (Cleber, m.90); y Forlán (Kun, m.71).

Goles: 0-1. M.16. Raúl García cambia a la izquierda para Reyes, que llega al área centra hacia atrás y Jurado marca de tiro raso con la zurda. 0-2. M.31. Pase profundo en largo de Raúl García a Forlán, que corre hasta el área y marca. 0-3. M.58. Reyes, de zapatazo seco desde la frontal. 0-4. M.90. Agüero, a pase de Reyes.

Árbitro: Iturralde. Amarilla a Pedro López, Cannobio, Perea, Nivaldo, Marquitos y Pelé. Zorrilla: 16.200 espectadores.

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