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Un Málaga oxidado

El Zaragoza desactiva con su juego sobrio a los de Pellegrini

ALBERTO CABELLO

La reputación recién adquirida del Málaga le obliga ya a salir en cada partido en busca de la victoria. Da igual lo que haya por delante puesto lo que busca el equipo de Pellegrini no se consigue con tardes en la que ya es suficiente con esperar al rival y encomendarse a los kilos de calidad que se han acumulado a la alineación. El objetivo es ambicioso así que para ello se necesita mostrar un patrón de equipo valiente al que el empate no deja en primera instancia nada satisfecho.

Así se abrió el telón en La Romareda para el equipo de Pellegrini. Con Duda y Toulalán parece haber encontrado el técnico chileno la pareja de mediocentros perfecta. El portugués abrillanta la circulación de la pelota; el francés interpreta a la perfección ese papel de centrocampista aspiradora.

No están solos. Como ya es habitual, el revoloteo de Joaquín y Cazorla de aquí a allá concentra buena parte del peligro malagueño. Apareció el gaditano con un pase dulce a Van Nistelrooy de los que el holandés habrá marcado a cientos a lo largo de su carrera. Esta vez Roberto evitó otra celebración. A este equipo tan llamativo le falta aún atornillar al ariete a su maquinaria.

Como un globo inflado sin nudo, el Málaga perdió aire. Lo ganó al mismo ritmo el Zaragoza. Como ya sucediera ante el Betis, Juan Carlos desde la banda izquierda actuó de pirómano. Siempre va hiperrevolucionado cuando entra en contacto con la pelota. Algo bueno va a pasar si merodea cerca de la jugada. Es un bicho en el regate seco. Muy serio el partido de los maños. Consciente de ser un colectivo poco dotado para la floritura, factura un juego de lo más sobrio. De este modo pudo desactivar al Málaga.

Poco a poco, los andaluces perdieron esa frescura del principio. Cazorla acabó fuera de onda y Baptista no se acomodó al territorio de la mediapunta. La destemplanza del asturiano está conectada a la versión más ramplona de su conjunto como ya sucedió en el Pizjuán. El brasileño siempre apareció como un sin tierra. Sin no saber muy bien cómo, el equipo de Aguirre impuso un dominio evidente. Tampoco disfrutó de ocasiones transparentes, pero a la media hora el partido era muy distinto al que se bautizó un rato antes.

Ya fue esa la tendencia en el resto del encuentro. El juego se metió en un laberinto viscoso. Hubo que esperar hasta el mismo minuto 90 para hallar algo potable. Roberto salvó el empate con un paradón después de un remate de cabeza picado de Sebas.

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