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ETA cierra su debate interno con el triunfo de su línea más 'dura'

El asesinato del ex concejal confirma las sospechas de los expertos

Ó. L. F.

La Policía sabía desde hace semanas que ETA se había enfrascado en un debate interno con el que sus dirigentes querían concretar cuál iba a ser la estrategia de la banda armada para el día después del 9-M. Tenía constancia de que los dirigentes de la banda armada habían llamado a consultas a sus presos más destacados y a algunos exiliados para, en un cruce de mensajes y propuestas por escrito ante la imposibilidad de reunirse físicamente en un lugar, conocer su opinión.

Lo que no conocía era qué postura se había impuesto finalmente. El viernes despejó esa duda. El asesinato a tiros del ex concejal de Arrasate-Mondragón Isaías Carrasco era interpretada por fuentes policiales el mismo día del crimen como la constatación de que en la organización terrorista se han vuelto a imponer el sector más ortodoxo, los duros, los que apuestan por abrir un nuevo y largo periodo de atentados con víctimas.

Salto cualitativo

Y, además, también sabe que su propia debilidad le ha llevado a dar un salto cualitativo y abrir el abanico de potenciales víctimas a militantes de base sin cargo público ni orgánico dentro de sus partidos. Con la única excepción de Ernest Lluch, al que ETA asesinó cuatro años después de dejar su puesto de ministro de Sanidad, la banda siempre había atentado contra políticos que estaban en el ejercicio de sus funciones políticas. Hasta el viernes.

Esta ha sido, de hecho, el único detalle del desenlace del debate interno que ha sorprendido a la Policía. Como adelantó Público el pasado 1 de marzo, los expertos de la lucha antiterrorista estaban convencidos de que la última palabra sobre la estrategia la tendrían los actuales integrantes de la cúpula de la organización terrorista, al frente de la cual se encuentra, precisamente, un duro: Francisco Javier López Peña, Thierry.

Acoso a PSOE y PNV

También estaban seguros de que entre los objetivos de la banda armada estaban los socialistas. ETA les había culpado reiteradamente del fracaso del proceso de paz y de la ruptura de las conversaciones de Loyola. A ellos y al PNV. Y había empezado a atentar contra unos y otros. Contra los primeros, poniendo una bomba lapa en el coche del escolta de uno de sus concejales y volando por los aires dos de sus sedes en el País Vasco, las Casas del Pueblo de Balmaseda y Derio. Contra los nacionalistas, intentando cazar, en noviembre en Getxo y el pasado 23 de febrero en el monte Arnotegi de Bilbao, a los agentes de la Ertzaintza, a los que siempre ha identificado como parte con el PNV.

Los expertos antiterroristas estaban casi seguros de que la banda iba a intentar atentar como fuera durante la campaña para intentar reforzar su liderazgo entre unas bases desmoralizadas por los reiterados golpes policiales. Sólo les quedaba saber cómo, si con muertos o sólo “rompiendo cristales”, para saber quién había ganado el debate. Desde el viernes ya lo saben. Los duros.

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