Punto de Fisión

Almeida y Villacís: vuelve Pimpinela

Almeida y Villacís: vuelve Pimpinela
La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Vilacís, charla con el alcalde José Luis Martínez-Almeida, durante el acto en el que el Ayuntamiento hace balance de los dos años de gobierno, a 15 de junio de 2021, en Madrid (España). - EUROPA PRESS

En Madrid, desde el oso y el madroño, siempre han triunfado las parejas artísticas: Pajares y Esteso, Espinete y Don Pimpón, Bertín y Arévalo, Errejón y Carmena, Aguirre y Gallardón, aunque este último duo prefería pelearse en directo y ni siquiera necesitaba teatro. A Ana Botella, alcaldesa de rebote, tampoco le hacía falta teatro, ni siquiera acompañante, ya que ella era más de monólogos: en uno de ellos inventó el café con leche en inglés y en otro lo de las peras y manzanas, dos célebres parejas madrileñas que se añadieron a la lista.

En seguida, nada más empuñar la vara de alcalde en sus manos, se vio que a Almeida le iría muy bien un contrapeso estético e ideológico para proseguir el espectáculo y fue Begoña Villacís la encargada de equilibrar la balanza. Como el Gordo y el Flaco, como Jack Lemmon y Walter Matthau, ellos funcionan por contrastes, de manera que en cuanto Almeida dice blanco, Villacís dice negro, y si Villacís dice sí, Almeida replica no, y así sucesivamente.

Desde que se hiciera con el bastón de mando, Almeida está empeñado en ponerse a excavar como un topo, hasta con las uñas si fuese necesario, toda una tradición de minería municipal que Gallardón llevó al paroxismo en una interminable orgía de túneles. Almeida pretendía horadar un subterráneo enorme al lado del parque del Retiro que daría lugar a miles de plazas de aparcamiento, con lo que mataba dos pájaros de un tiro: joder el mayor pulmón de la capital y hacerle la competencia en fealdad a la Torre de Valencia. Sin embargo, Villacís y el equipo de Ciudadanos torpedearon el proyecto con el mismo gracejo con que Katharine Hepburn le arruinaba a Cary Grant el esqueleto desenterrado de un dinosaurio.

En cuanto pudo, Almeida le devolvió la pelota y fue entonces cuando se formalizó la reencarnación del dúo Pimipinela aprovechando la trifulca de las terrazas instaladas en bandas de aparcamiento. Se había generado un problema insoluble entre la libertad de los conductores para aparcar donde pudieran y la libertad de los hosteleros para extender sus tentáculos hasta las estribaciones de los montes de Toledo. Ya que no había podido pegar el pelotazo convirtiendo el Retiro en un garaje, Almeida se puso del lado de los conductores y advirtió que las terrazas provisionales durarían hasta el fin de la pandemia, rechazando la propuesta de Villacís de dejarlas plantadas allí dos o tres años más, hasta que criaran camareros. La letra de Pimipinela bien podía haber quedado así:

-Queremos terraza, queremos tomarnos las cañas.

-No puede ser.

-Pero tú dijiste que.

-Los madrileños tienen que aparcar.

-Y beber cerveza qué.

-Allí no puede ser.

-Me engañaste, me mentiste, me pediste que esperase por ti.

-Mira, olvida ese plan y dale otra vuelta.

Esta semana el dúo Pimpinela ha vuelto a los escenarios con una antigua balada del PP madrileño, la candidatura a los Juegos Olímpicos, el despilfarro de millones y más millones en un sueño degenerado en pesadilla, un proyecto político que ha generado tantos fracasos que ya puede considerarse un éxito. En un principio Villacís aseguró que Madrid aspiraba a organizar la Olimpíada del 2036 y de inmediato Almeida -seguramente recordando los sucesivos batacazos de sus antecesores en el cargo- dijo que no había ninguna decisión tomada al respecto. A lo largo del día de ayer la balada continuó con estrofas más o menos similares, y desde Ciudadanos avisaron que esta ruptura significaba un antes y un después en sus relaciones con el PP, aunque la verdad es que no se ve muy bien dónde está el después, no digamos el antes. En cualquier caso, hay que aplaudir el simbolismo de intentar celebrar en Madrid unos Juegos Olímpicos conmemorando el primer centenario de la Guerra Civil. La inauguración, el 18 de julio, con Almeida y Villacís cantando el himno en contrapunto desde una pirámide maya, habría sido la hostia.

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