Posos de anarquía

La sequía cierra el grifo al turismo

Aspecto del embalse de la Viñuela en Málaga, al 7,4% de su capacidad. - Atlas
Aspecto del embalse de la Viñuela en Málaga, al 7,4% de su capacidad. - Atlas

Matar a la gallina de los huevos de oro. Eso es lo que está haciendo España con el que ha sido su principal motor económico: el turismo. Como si de un bar se tratara, ha tirado precios para el turista extranjero, ofertando barra libre, incluso de bebidas de las que no tenía reserva, como el agua. Tras un verano en el que ya la ha tenido que pedir prestada en algunas localidades, se avecina un 2024 en el que quizás tenga que echar el cierre. No hay agua, sólo llantos. 

¿Vendría de turismo a una localidad en la que un tercio del día no sale agua del grifo? ¿Le resultaría atractivo saber que en sus vacaciones no puede salir a cenar tarde y mucho menos tomarse algo después porque a partir de las 23:00 horas no hay agua ni en restaurantes y chiringuitos ni en bares? Pues para eso no hay que esperar a que avance el año, desde finales de 2023 ya sucede en provincias como Málaga.  

Málaga se ha convertido en un ejemplo perfecto de la deficiente gestión que se ha hecho en España de nuestros recursos, entregados a una visión cortoplacista de enriquecimiento sin reparar en que la falta de previsión nos condena al fracaso. Gracias en gran parte al turismo y los servicios que se benefician de éste, Málaga ha vuelto a registrar un nuevo récord de empleo en 2023, con múltiples meses rompiendo la barrera de los 700.000 afiliados a la Seguridad Social y con el nivel más bajo de paro desde 2007, con poco más de 130.000 personas desempleadas. 

Sin embargo, para alcanzar estos niveles ha sido necesario pagar un caro peaje: el acumulado hasta noviembre roza los 6 millones de turistas con más de 20 millones de pernoctaciones, lo que supone un crecimiento del 9% respecto al año anterior. El problema es que esos turistas han consumido lo que ni siquiera tenemos quienes vivimos aquí. Mientras había pueblos con cortes diarios de agua, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP), ni siquiera cerraba el agua de las duchas en las playas, escapándose cientos de miles de litros que derrochaban quienes estaban de paso. Ahora, el puerto de Málaga está preparando ya las tomas para recibir en verano barcos cargados con agua potable porque si no tenemos una buena primavera de precipitaciones no habrá vaso que llevarse a la boca. 


Más allá de que la Junta de Andalucía no haya sido capaz de invertir en desaladoras, pese a las advertencias de los colectivos ecologistas, y esté ahora hablando de desaladoras portátiles que tampoco vemos, el mayor error ha sido vender lo que no se tiene. Y se sigue haciendo. Del 24 al 28 de enero se celebra Fitur y tanto Junta de Andalucía como Diputación de Málaga venderán la provincia al por mayor, aunque no hay recursos suficientes para responder siquiera a la demanda de los habitantes.  

El empresariado que ha disfrutado de un verano récord de beneficios con un turismo desbocado hoy se lamenta porque ya no tienen agua al final del día para atender a sus clientes. Quienes hace unas semanas me insultaban en redes sociales por pedir el cierre de los campos de golf, quizás hoy ya perciben el borde del abismo. El propio presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) y de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), Javier González de Lara, ya avanza que la sequía puede suponer este año una caída del 30% del PIB de Málaga 

A pesar de ello, nuestros políticos y empresarios continúan sin buscar el equilibrio y mantienen una ecuación imposible en la que a menos agua hay más turistas, ignorando que el cierre del grifo de agua también lo será de turistas, incluso de habitantes. De los 103 municipios de la provincia de Málaga, 58 están en riesgo de despoblación, lo que cuestiona el papel que ha estado desempeñando la Diputación de Málaga que tanto nos cuesta a los contribuyentes, con un presidente, Francisco Salado (PP), cuyo sueldo alcanza al del presidente de España (90.000 euros al año). El campo se muere en Andalucía, víctima del abuso de regadíos y determinados cultivos como mangos y aguacates para maximizar ganancias y la sequía que nos asola. Los embalses de Málaga están al 16% de su capacidad. Y mientras la agricultura y ganadería agonizan, la cesta de la compra lo acusa con subidas de determinados alimentos de hasta un 20%, que bien podrían haberse paliado si nuestros políticos estuvieran a la altura.  


No es cuestión de turismofobia, sino de sentido común. Si quienes gozan del honor de gestionar nuestros recursos no encuentran el equilibrio y continúan mercadeando con recursos insuficientes, será la propia sequía la que cierre el grifo del turismo, desencadenando un efecto dominó en toda la economía. Hasta ahora se ha ofertado barra libre reponiendo con acuíferos, muchos de ellos explotados ilegalmente. Ya no hay reservas, ni siquiera para fregar la suciedad, física y ética, que cada vez es mayor. 

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