Público
Público

Brasil y la "cultura de la violación"

La adolescente violada por al menos treinta hombres en Rio de Janeiro sacó a la luz un problema estructural de la sociedad brasileña que diversos antropólogos denominan “naturalización de la violación”. Políticos amenazan con violar a ministras, músicas y telenovelas que normalizan este crimen, y una Policía que pone trabas para investigarlo.

Protesta contra la violación a una adolescente por al menos treinta hombres en Rio de Janeiro y la violencia contra las mujeres, Brasil.- REUTERS / Ricardo Moraes

AGNESE MARRA

RÍO DE JANEIRO.- Parece difícil creer que las imágenes de un vídeo en la que una menor aparece inconsciente, desnuda, con sus genitales ensangrentados y con un hombre afirmando que por ese “túnel pasaron treinta”o “treinta la hemos embarazado” no sean suficientemente contundentes para entender que esa joven ha sido violada. Tampoco lo es que la propia víctima reconozca que la forzaron sexualmente y que cuando se despertó se vio rodeada por al menos treinta hombres con fusiles en mano.

Ni la palabra de la víctima, ni las imágenes que están en manos de la policía suponen según el comisario Alessandro Thiers, encargado de la Comisaría de Represión de Delitos Informáticos (DRCI) pruebas suficientes para solicitar un mandato de prisión: “La policía solo va a pedir algún tipo de prisión si se demuestra la existencia del delito y si hay necesidad", dijo Thiers el pasado viernes al diario Folha de São Paulo.

Las palabras del comisario y la forma que llevó a cabo los interrogatorios provocaron que la abogada de la víctima de Rio de Janeiro, Eloisa Samy, solicitara que Thiers abandonara el caso “por conducta inapropiada”. Según la abogada y también activista de Derechos Humanos, en el caso de una violación bastaría con la palabra de la víctima: “Si hubiera sido el robo de un teléfono o de un reloj esto no sucedería”, decía a El País Brasil. Samy se refiere a la habitual política policial basada en la detención de sospechosos sin pruebas, especialmente cuando se trata de jóvenes negros de origen humilde. La periodista Verónica Goyzueta decía en su cuenta de Facebook: “La policía de Rio que dispara al sospechoso en cuanto pone su mano en el bolsillo, que mata a niños en las puertas de sus casas porque los confunde con traficantes, que ametralla a jóvenes en su coche cuando vuelven de una fiesta, ahora duda de una violación vista y compartida por todo el mundo. Debo ser muy burra pero no lo entiendo”. El periodista Luis Nassiff ironizaba: “Quiénes son estos policías que no pegan un tiro antes de preguntar. Parece que en este caso la Policía brasileña se preocupa por cumplir la ley”, refiriéndose a las palabras del Jefe de Policía Civil de Rio de Janeiro, Fernando Veloso, que insiste que sólo se podrá saber si fue una violación si se examina el cuerpo del delito.

Las diferencias en el trato policial ante un robo o ante una violación forman parte de lo que la antropóloga Heloisa Buarque de Almeida describe como “la naturalización de la cultura de la violación”, donde se da por hecho la desigualdad entre hombres y mujeres y se crea un relato “en el que el hombre no se puede contener”, explicaba la antropóloga en una entrevista en el diario Folha de São Paulo. Según Buarque de Almeida tanto los anuncios de publicidad, como las telenovelas o algunas músicas populares forman parte de la producción cultural del país en el que se naturaliza la violación y donde su víctima siempre es cuestionada. Según datos del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada al menos el 58% de los brasileños considera que si “las mujeres se supieran comportar se podrían evitar muchas violaciones”.

Instante de la protesta contra la violación a una adolescente por al menos treinta hombres en Rio de Janeiro y la violencia contra las mujeres, Brasil.- REUTERS / Ricardo Moraes

Instante de la protesta contra la violación a una adolescente por al menos treinta hombres en Rio de Janeiro y la violencia contra las mujeres, Brasil.- REUTERS / Ricardo Moraes

Dicha naturalización llega a las comisarías cuando los propios delegados preguntan a las víctimas sobre la ropa que llevaban, si habían bebido, si era de noche, en qué región se encontraban y por último si realmente estaban seguras de que no habían querido tener sexo: “Las delegaciones de policía tienen la tradición horrorosa de imputar la culpa sobre las víctimas de la violación”, asegura el periodista Luis Nassif. Esta práctica se extiende hasta el poder judicial que deja libre al 99% de los acusados por violación. “Si la víctima conoce al criminal las posibilidades de que su proceso judicial continúe caen drásticamente”, explicaba Ana Paula Meirelles Lewin, coordinadora del Núcleo de Defensa de los Derechos de la Mujer de la Defensoría Pública de São Paulo. Esta situación suele ser la más habitual ya que el 70% de las víctimas son menores de edad, conocen a sus violadores, y la violación se produce en sus propias casas o en las de sus familiares, aseguran datos del ministerio de Sanidad.

Dentro de este contexto la gran mayoría de las mujeres decide no denunciar su caso ante la Policía. Según el Anuario del Forum Brasileño de Seguridad Pública al menos 50.000 mujeres son violadas al año en el país, lo que supone una violación cada 11 minutos. Pero este organismo también reconoce que en este tipo de crimen se suelen notificar apenas el 10% de los casos, lo que llevaría a pensar que la cifra podría alcanzar medio millón de mujeres al año.

La violación como arma política

El mismo día que se dio a conocer la violación en masa sufrida por la joven carioca, el nuevo ministro de Educación del gabinete interino de Michel Temer, el minisro Mendonça Filho, recibía en su despacho a la estrella del porno Alexandre Frota, conocida también por haber narrado en un programa en directo cómo habría violado a una mujer a la que había dejado inconsciente. Ese narración tuvo lugar hace dos años y fue aplaudida por el público y recibida con indignación por buena parte de la población, pero en ningún momento la Policía investigó los hechos descritos por el actor, que nunca fue acusado de nada. La imagen de Frota en el ministerio, donde acudió para ofrecer propuestas que ayudasen a“revolucionar” la Educación “y evitar que los comunistas sigan adoctrinando a los niños”, dejó perpleja a la mayoría de la sociedad. “La visita de Frota no es para hacer bromas, debería servir para denunciar la cultura de la violación que hay en el país. Estos lapsus y olvidos sobre la figura de este tipo legitiman una cultura en la que treinta hombres creen divertido violar a una chica”, decía la antropóloga brasileña Rosana Pinheiro-Machado.

Diversos colectivos feministas recordaban que la aparición de Frota se produce dentro de un nuevo gabinete en el que por primera vez desde la dictadura de Brasil ni una sola mujer ocupa un cargo ministerial, y en el que el nuevo presidente, Michel Temer, ha decidido acabar con la Secretaría de la Mujer dentro de su paquete de recortes. A su vez la misma semana en que se producia la brutal violación, la Cámara de los Diputados aprobaba un proyeco para criminalizar el aborto también en casos de violación, una de las pocas excepciones que había hasta ahora.

El crimen de la semana pasada también puso sobre la mesa como la violencia contra la mujer y la “cultura de la violación” abarca todas las esferas políticas. De este modo políticos como Jair Bolsonaro, el diputado más votado en Rio de Janeiro en 2014, le dijo hace dos años a la ministra Maria do Rosário que no la violaba “porque no lo merecía”; y el alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes, apoya como su sustituto para las elecciones del próximo mes de septiembre a Pedro Paulo Carvalho, político acusado de maltratar a su ex mujer.

La violación también ha servido como instrumento de oposición y protesta. Lo usaron contra la presidenta Dilma Rousseff hace un año cuando se eleboraron una serie de adhesivos para colocar en el coche, alrededor de la tapa del depósito de gasolina, en los que a través de un montaje aparecía Rousseff con las piernas abiertas, de modo que al cargar el coche pareciera que penetraban a la presidenta.

Criminalización de la pobreza

Además de culpabilizar a la víctima, el caso de la joven de Rio de Janeiro ha servido para sacar a la luz todo tipo de clichés acerca de las de violaciones. Los rumores y diferentes versiones del crimen sucedido el pasado 21 de mayo, señalan que la víctima estaba relacionada con el tráfico de drogas, que iba a muchas fiestas funk (música popular en las favelas) que bebía y que se acostaba con muchos hombres. Los grandes medios fueron algunos de los primeros en hacer esa asociación lo que ha generado una oleada de relatos en las redes sociales donde mujeres de clase media y alta han contado como fueron violadas por blancos y ricos, a veces por varios hombres al mismo tiempo: “Cuando fui violada por tres hombres a los 13 años, no había bailes funk, no vivía en una favela, ni usaba pantalón corto. Si la culpa de las violaciones tuviesen que ver con el funk no sucederían también en las facultades de Medicina de las universidades nobles del país. (…)El problemas es enorme, estrucutural y cultural, independientemente de clase social o poder adquisitivo, está en todos los lugares”, relataba en su cuenta de Facebook, Clara Averbuck.

En la noche del sábado al menos 70 policías subieron al Morro de Burão para entrar en la casa donde se había cometido el crimen. Una gran operación policial calificada por las asociaciones de derechos humanos como “exclusivamente mediática” que acabó con tiros, sin heridos y ningún detenido. A lo largo del fin de semana la policía interrogó a tres sospechsoos que reconocieron haber estado ese día con la chica, dos de ellos negaron haberla violado y un tercero aseguró que mantuvieron relaciones consentidas. Este último, Rai de Souza, de 20 años, salió de la comisaría con los brazos en alto a modo de celebración y una sonrisa de victoria.

En Piauí, al norte del país, donde la semana pasada otra menor fue violada por cinco hombres, el Juez Eliomar Rios Ferreira decidió soltar el viernes a cuatro de ellos (menores de edad) bajo la justificación de “tener buenos antecedentes y no suponer ningún riesgo para la población”. Mientras, en Rio de Janeiro, los colectivos feministas celebran que el policía Alessandro Thiers acaba de ser apartado del caso de la joven carioca, tal y como había pedido la abogada de la víctima, y reavivan la esperanza de que realmente se busque a los culpables, a sabiendas de que la lucha “contra la cultura de la violación” será un arduo trabajo al que enfrentarse. 

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional