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El callejón sin salida de los
centros de control de refugiados

Los llamados 'hotspots', primer lugar de paso para migrantes en Grecia e Italia, han identificado a casi medio millón de personas.

Migrantes y refugiados esperan a ser recogidos en autobuses para entrar en el 'hotspot' de Moria, en Grecia. - AFP

LAMPEDUSA.- “Yo ya no tengo futuro. Ellos sí”, dice entre dientes Hamid, de 14 años, mientras mira a sus compañeros, migrantes y refugiados, que protestan contra la obligación de identificarse en el hotspot de Lampedusa y no permitirles hacerlo en Sicilia. De esos 14 años en Somalia, lleva 13 sin ver a su madre, que vive en Suecia, cuando escapó de la guerra y fue a buscar una vida mejor.

Hamid, a pesar de tener una situación favorable a priori por su edad, ya está vinculado a Italia para las autoridades. El sistema de identificación de los centros para refugiados genera una suerte de atadura al primer lugar de llegada. Según la regulación Dublín III, aprobada en 2013, “el primer Estado donde se registren las huellas o donde se solicite asilo será el responsable de la persona solicitante”. Atadura que se vuelve asfixiante. Si la persona decide correr el riesgo de moverse a otro país miembro consciente de que se le puede denegar una hipotética protección internacional, será devuelto. Tal como señala una hoja informativa de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO en inglés) elaborada para solicitantes de asilo llegados a Italia, “si decides ir a otro país de Europa antes de ser reasentado desde Italia, serás devuelto [a Italia] de acuerdo con la Regulación Dublín III.”

“[En Europa] se necesitan centros de detención y expulsión para aquellos que deban volver a sus países de origen, especialmente si no quieren volver a éstos”, 
Dimitris Avramopoulos, comisario europeo para migraciones

El endurecimiento de la legislación comunitaria tiene su eco en las declaraciones de distintos políticos de la Unión Europea: “[En Europa] se necesitan centros de detención y expulsión para aquellos que deban volver a sus países de origen, especialmente si no quieren volver a éstos”. Dimitris Avramopoulos, comisario europeo para migraciones, asuntos comunitarios y ciudadanía, hacía estas declaraciones el pasado mes de febrero, destacando la importancia de establecer unas infraestructuras habilitadas para el control de las migraciones que tienen como destino territorio europeo. Refrendaba, en otras palabras, la constitución de los denominados hotspots, impulsados por la Comisión Europea (CE) en 2015 tanto en Grecia como en Italia.

Los hotspot se crearon, según la CE, “para gestionar los flujos migratorios excepcionales” que provienen del Magreb (Túnez, Libia, Egipto), África subsahariana (Guinea Conakry, Níger, Camerún, Nigeria, Senegal, Mali), Cuerno de África (Somalia, Eritrea), Oriente Próximo (Siria, Iraq, Yemen) y Oriente Medio (Afganistán, Pakistán) y que han supuesto, desde la constitución de estos centros de carácter especial en julio del pasado año, la llegada de casi un millón de personas a las distintas fronteras del sur de Europa, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

¿Por qué hotspots? La denominación para centros que tenían como función la primera acogida de migrantes obedece al apartado 17 del reglamento Dublín III, que dice: “Es también necesario exigir a los Estados miembros que tomen y transmitan cuanto antes los datos dactiloscópicos de los solicitantes de protección internacional y de los nacionales de terceros países o apátridas interceptados con ocasión del cruce irregular de una frontera exterior de un Estado miembro, siempre que tengan al menos 14 años de edad”.

Una mujer da de comer a su hijo mientras es trasladada a un 'hotspot' en Moria, Grecia. - AFP

Las primeras regiones donde se puso en marcha el reglamento para hotspots fueron Sicilia ─incluida Lampedusa─ y las islas griegas del Egeo, ambas fronteras geográficas con la mayor presión migratoria de Europa: desde que comenzó la nueva política de hotspots, justo hace un año, han llegado por mar casi 400.000 migrantes y refugiados, en línea con las estimaciones de la OIM.

Desde un punto de vista estratégico, los hotspots se ubican en estos puntos por su alto número de llegadas: en Italia, los principales puertos de Sicilia como son Pozzallo, Trapani, Porto Empedocle, y el de Lampedusa, con la excepción del que se encuentra en Taranto, localidad del sur de la Península itálica. Grecia, por su parte, cuenta con cinco centros, todos formando un cordón de hotspots que va desde Lesvos a Kos. Los otros tres serían los de Chios, Somos y Leros.

Por el momento España, como frontera europea en la ruta migratoria del Mediterráneo occidental no cuenta con hotspots en su territorio, debido al menor flujo ocasionado por Marruecos, que custodia las fronteras en Ceuta y Melilla a cambio de suculentos acuerdos económicos con la Unión Europea. En momentos donde las relaciones entre Marruecos y España o Europa han pasado por tensiones, la mayor permisividad de las autoridades marroquíes ha ocasionado la llegada de más migrantes y refugiados a las vallas de Ceuta y Melilla, sin olvidar las llegadas por patera, cayuco o toy a las islas Canarias. Aún con todo, no se descarta la instauración de hotspots en territorio español en caso de que Argelia o Marruecos comiencen a tener dificultades para seguir controlando los flujos migratorios.

Huellas imborrables

El carácter especial de los hotspots radica en la identificación dentro de sus estructuras. Este procedimiento, que no es obligatorio pero sirve de medida coercitiva, es un requisito fundamental del objetivo con el que fueron creados estos centros. La misma Comisión Europea lo defiende en una hoja informativa: “Se trabajará con rapidez en las operaciones de identificación y registro de las huellas dactilares de los migrantes llegados”. Este procedimiento ─el registro dactilar─ es, tras el desembarco de los migrantes y refugiados y su traslado al hotspot, una de las primeras medidas que se tratan de realizar. Algo a lo que no siempre acceden los internos por la falta de información que se les suministra, según verifican antiguos residentes del hotspot de Lampedusa. Una información que, en muchas ocasiones, ni siquiera se les ofrece en distintos idiomas.

“Yo quiero ir a Suecia porque allí podré ayudar a mi familia”. Sudanés de nacimiento, migrante por destino, Abdallah parecía estar convencido de su objetivo, al igual que muchos de sus compañeros en la acampada que otros jóvenes como Hamid, que ya habían dado sus huellas, presenciaban con resignación.

Los internos denuncian que algunos baños de los centros carecen de “puertas, están sucios y, a menudo, el
agua sale o muy caliente
o muy fría”

Aunque al final Abdallah acabó poniendo sus huellas en el hotspot para poder ir a otro centro en Sicilia, lo cierto es que nada les detiene. El centro de acogida siciliano de Villa Sikania, por ejemplo, registra una alta tasa de fugas por parte de sus internos, quienes no se resignan a esperar una resolución de asilo que puede tardar hasta tres años en resolverse. Por lo que muchos prefieren reemprender el camino.

Este registro de huellas, vigente desde 2003, se almacena en Eurodac, una base de datos que recopila la información de todas las personas que llegan de manera irregular por las distintas fronteras de Europa y la cual, tras la nueva modificación del estatuto de Dublín, puede ser consultada por fuentes policiales a nivel comunitario como Europol.

La mencionada hoja informativa de la EASO disipa cualquier duda: “No serás elegido para el reasentamiento si no has sido identificado”. Un reasentamiento que no depende del solicitante de asilo a pesar de que, en muchos casos como el de Hamid, llegan a Europa tratando de reunirse con familiares que llevan años viviendo aquí. Como si conociera su propia contradicción, el documento preparado por la EASO advierte a migrantes y refugiados: “No deis dinero a traficantes, no viajéis de manera ilegal, y no pongáis a vuestras familias ni a vosotros mismos en peligro.”

Un reglamento que no se cumple

A su llegada al hotspot de Lampedusa, migrantes y refugiados reciben, aparte de ropa y un set con productos de higiene, una tarjeta SIM por valor de 15 euros y, cada dos días, cinco euros para gastar en los distintos servicios de pago que ofrece el centro, como sellos postales, tarjetas telefónicas, snacks alimenticios, bebidas no alcohólicas, cigarros, libros, periódicos, revistas, etc. Tras su paso, algunos migrantes consultados sobre esta medida afirman haber recibido la tarjeta SIM pero aseguran, a su vez, no tener constancia de ningún bono económico durante su estancia (en ocasiones superior a cuatro meses) en el centro.

La higiene que exige este reglamento también se pone en duda por parte de los internos, quienes denuncian que algunos baños carecen de “puertas, están sucios y, a menudo, el agua sale o muy caliente o muy fría”. Sobre esta cuestión, el reglamento asegura “la limpieza diaria de los servicios”. Una reciente visita del eurodiputado Miguel Urbán al Centro D’Accoglienza de Lampedusa corrobora las afirmaciones de los residentes.

Unas críticas que surgen también por el lado comunicativo: el código interno exige que se garantice “la cobertura de las principales lenguas de los ciudadanos extracomunitarios” e “información sobre la normativa concerniente a la inmigración, los derechos y deberes y la condición de los extranjeros así como las reglas de conducta del Centro”. Pues bien, antiguos residentes del hotspot no recuerdan haber recibido ninguna información sobre la normativa vigente de inmigración ni sobre sus derechos y deberes en el país, entre otras cosas.

Como consecuencia de ello, la asociación Mediterranean Hope, que trabaja en Lampedusa en la asistencia a migrantes y refugiados, ofrece unos trípticos para éstos (en inglés) donde les ofrece la información relativa a su situación, instituciones y organizaciones a las que acudir, derechos de los menores y normativa europea. Deficiencias que suplen las distintas asociaciones locales y relativas, en este caso, al hotspot de Lampedusa.

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