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Los recortes que prepara Trump

El primer 'presupuesto Trump' no alberga dudas sobre sus propósitos proteccionistas y neo-liberalizadores. Sin ambages, el líder republicano saca la chistera reaganiana y eleva los gastos militares a costa de recursos en Educación, Sanidad, cooperación, I+D+i, lucha contra la pobreza o conservación medioambiental. Con la guinda de una peligrosa rebaja fiscal.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sostiene un gráfico que muestra la complejidad de las regulaciones que propone mientras habla en la Conferencia Legislativa Nacional de Sindicatos de la Construcción de América del Norte de 2017 en Washington. REUTERS/Joshua Roberts

diego herranz

Al más puro y genuino estilo republicano, y poniéndose a Ronald Reagan por montera. El proyecto presupuestario que inaugura el mandato de Donald Trump no ha dejado indiferente a nadie.

A sus defensores, porque contempla gran parte de las medidas populistas que le encumbraron a la Casa Blanca. Entre otras, la protección a tradicionales industrias nacionales, no siempre rentables en la globalización, a las que exigirá altas dosis de creación de empleo coyuntural, ingentes gastos en infraestructuras, reducción de la presión impositiva a empresas y ciudadanos y alivio de las trabas administrativas y las exigencias regulatorias, según la jerga neoliberal, al uso, para hacer negocios.

Al igual que a sus detractores, porque, de no corregirse en el duro y sinuoso trámite del Congreso -donde los demócratas, con la indispensable pero incierta colaboración de ciertos rebeldes de las filas de sus rivales políticos, pueden bloquear el texto presupuestario en el Senado- sus augurios de vastos recortes sociales podrían llegar a ser, si cabe, aún más oscuros de lo que sus mensajes ya pregonan.

El texto remitido al Congreso por la Casa Blanca, para el ejercicio fiscal 2018, maneja unos recursos de 1,1 billones de dólares, equivalente al PIB español. Y deja, desde su párrafo inicial, su prioridad: elevar los recursos destinados a Defensa y Seguridad Nacional.

El texto remitido al Congreso por la Casa Blanca, para el ejercicio fiscal 2018, maneja unos recursos de 1,1 billones de dólares. REUTERS

El texto remitido al Congreso por la Casa Blanca, para el ejercicio fiscal 2018, maneja unos recursos de 1,1 billones de dólares. REUTERS

Hasta 52.300 millones de dólares adicionales destinará a gastos militares, en una nítida declaración de intenciones de que el nuevo inquilino del Despacho Oval pretende sepultar la doctrina del soft-power de su antecesor. Porque el generoso repunte para modernizar el mayor Ejército mundial viene acompañado de un recorte del 28% en el Departamento de Estado, impulsor de los grandes proyectos de cooperación en el exterior y atenuante histórico de las reticencias anti-americanas fuera de las fronteras de EEUU. Sólo por detrás del monumental retroceso de la partida con la que tendrá que lidiar la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), a la que Trump y su fobia a las teorías sobre el cambio climático propone pasar la tijera en un 31%, o del 13,2% del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD).Los principales damnificados de la nueva forma de hacer política … y negocios.

El argumento del líder republicano para justificar su primer texto presupuestario es simple y ya lo esbozó durante su campaña electoral. Su famoso “plan para supervisar hasta el último centavo” de la, a su juicio, despilfarradora maquinaria federal, está dirigido a instaurar su lema de America, first. Pero no parece que vaya a enfocar sus esfuerzos presupuestarios a los americanos. Al menos, a los más necesitados. Sólo los “gastos discrecionales” ajenos al ámbito militar retroceden un 10%. Unos 57.000 millones, según los cálculos más realistas. Porque otros, que llevan la firma de John McCain, ex candidato republicano a la presidencia y en los últimos años en tareas presupuestarias en el Congreso, lo elevan hasta 91.000 millones. Más carburante preparado para futuros recortes.

En cualquier caso, la propuesta de Trump puede verse seriamente modificada. Las estrictas reglas de supervisión legislativa en esta materia, denominadas sequester, que entraron en vigor en 2011 con la Budget Control Act, tiene la facultad de requerir 60 votos favorables en el Senado en vez de otorgar una mayoría simple de las dos cámaras parlamentarias, lo que exige un obligado esfuerzo de colaboración entre republicanos y demócratas. Algo que ya ocurrió en 2013 y 2015 con Obama. Y que podría estar consumándose, a fuego lento, con un reciente acuerdo presupuestario entre ambas formaciones, que cambia sustancialmente las prioridades de Trump. Hasta el punto de que, desde la Casa Blanca, se ha amenazado con decretar la paralización de la Administración. El veto encubierto que los presidentes sacan a relucir en casos de oposición presupuestaria.

Un grupo de manifestantes protestan por las políticas de Donald Trump frente a la Torre Trump en Nueva York. EEUU.REUTERS/Mike Segar

Un grupo de manifestantes protestan por las políticas de Donald Trump frente a la Torre Trump en Nueva York. EEUU.REUTERS/Mike Segar

Entre las filas republicanas no ha sentado nada bien la merma de recursos en el influyente Departamento de Estado, en pleno acoso al Gabinete Trump por la conexión rusa de asesores y cargos, y en las demócratas, la dirección de los recortes. En especial, en materia medioambiental y de Sanidad.

Pero, ¿cuáles son las líneas maestras del primer presupuesto Trump? Y, sobre todo, ¿cómo puede afectar la astronómica rebaja fiscal republicana, vía ingreso, a las arcas del Tesoro? La explicación, en el siguiente decálogo.

1.- Recortes históricos.

La propuesta de Trump recoge un drástico recorte que afecta a casi todas las agencias federales y programas sociales, que serán dramáticamente reordenados en función de las prioritarias partidas de Seguridad y Defensa que, en conjunto, rebasarán los 639.000 millones de dólares, tras un nuevo cheque de incremento del gasto del 10%.

El giro presupuestario es de tal dimensión que incluso Paul Ryan, portavoz republicano en la Cámara de Representantes, admite que “pasa página a los últimos ocho años”, si bien alerta, al mismo tiempo al presidente de EEUU, de que su labor será “analizar las rebajas de forma específica, caso por caso”.

Los gastos militares y en Seguridad crecerán un 10%, hasta movilizar más de 639.000 millones de dólares en 2018, frente a caídas del 31% en programas medioambientales o del 28% en iniciativas de cooperación internacional

Mientras, su homólogo demócrata en el Senado, Chuck Schumer, considera que “devastará a la clase media” americana y enfatiza su férrea oposición al proyecto.

El consenso de los observadores políticos gira en torno a la ausencia de una memoria económica en la que se detalle cómo se va a impedir que se expanda aún más el abultado déficit del país. A pesar de que nueve departamentos federales verán recortados sus recursos entre un 11% y un 29%. De que el plan de la Casa Blanca establezca privatizaciones, como la del control del tráfico aéreo. O de que se recorten las cuotas a organismos multilaterales, como el Banco Mundial, en 650 millones.

2.- Ganadores y perdedores.

Fuera del Pentágono y las agencias de Defensa y Seguridad, uno de las grandes vencedoras es el Área de Evaluaciones de Empleo y de Reinserción Laboral, adscrita al Departamento de Trabajo, y que gestiona las peticiones de trabajo, los beneficios por desempleo o los requisitos para optar a seguros de paro.

Junto a la industria del Transporte y los veteranos de guerra. Por contra, entre los perdedores, además de la EPA y el Departamento de Estado, destaca la pérdida de fondos para Agricultura, Sanidad, Trabajo, Vivienda y Educación.

Las dotaciones de 19 agencias independientes han sido eliminadas -entre ellas, la de Desarrollo Africano, Seguridad Química, la Inter-Americana o la de Comercio Exterior-, así como de, al menos, 61 programas de alcance federal, casi todos de la EPA, pero también relacionados con la NASA, Educación y otros de los departamentos damnificados.

3.- Defensa, la estrella

La prioridad, según Trump, es la de recuperar la incuestionable hegemonía nuclear de EEUU, puesta en cuestión, a su juicio, por la escalada militar rusa y china y las afrentas de países como Irán o Corea del Norte y combatir el Estado Islámico y el terrorismo internacional. Pero también pretende modernizar la Armada, con nuevos buques y portaviones e incrementar el arsenal convencional. De todo tipo. De hecho, sugiere para este ejercicio un aumento de 30.000 millones de dólares. Su deseo declarado es rearmar a la mayor potencia mundial tras 15 años de misiones de guerra en el exterior.

4.- Desprecio por la Sanidad y la I+D+i.

El recorte al Departamento de Sanidad es del 23%, que pasará de gestionar 84.600 millones de dólares, en 2016, a 65.100 el próximo año. Si el Congreso y la pinza bipartidista no lo impide. También retrocede, otro 18%, los fondos del Instituto Nacional de Salud (INH), organismo que perderá 5.800 millones de dólares, pese a su prestigio investigador. Las firmas farmacéuticas perdieron de inmediato valor bursátil. También, como consecuencia de la integración, en el INH, de instituciones científicas como el Fogarty International Center, su brazo investigador en el exterior -clave para la reciente lucha contra el ébola en África-, o la Agency for Healthcare Research and Qality.

5.- Supresión de programas para combatir la pobreza.

Afecta a una multitud de iniciativas. Desde la Oficina de Servicios Comunitarios, que ayuda a las personas con bajos niveles de renta, y para el que el presupuesto de Trump prevé ahorrar 4.200 millones, hasta los de pobreza energética o la cancelación de cursos de perfeccionamiento a profesionales de la Salud.

6.- La cooperación, bajo mínimos.

 La contracción de recursos en el Departamento de Estado afectará sobremanera a la Agencia para el Desarrollo Internacional, así como al cheque al portador que Washington entrega, cada año, a los organismos multilaterales, de 1.200 millones de dólares. Todos ellos tildados de estandartes del estilo diplomático de soft power de Obama. Pero no sólo. También se verán recortadas las becas Fullbright y otros instrumentos de intercambio educativo y cultural como el East-West Center de acercamiento docente entre Asia y EEUU. O la acción fuera de las fronteras de fundaciones, que ha recibido la inmediata respuesta de Bill Gates, por su clara intención de control sobre las donaciones e inversiones filantrópicas en países en desarrollo.

7.- La cenicienta ecológica.

La EPA gestionará 5.700 millones de dólares, lejos de los 8.100 de 2016 y se quedará con 3.200 empleados menos de una plantilla actual de 15.000. Además de ello Trump ha solicitado oficialmente al Congreso que paralice el fondo de 100 millones de dólares que la EPA tendría que asumir este año para combatir el cambio climático. Para, entre otras prioridades, poner en marcha iniciativas internacionales de cooperación o programas de investigación, dentro del Clean Power Plan de Obama. O cancelar la aportación estadounidense al Fondo de Clima Verde de Naciones Unidas que también resulta ser una contribución esencial de esta institución para el acuerdo del Clima de París.

Dentro de la partida medioambiental, lo que sí crece son los recursos destinados al Consejo de Seguridad Nuclear, que supervisa el arsenal atómico.

8.- Menos ayudas escolares.

Entre las rebajas en este apartado sobresalen los fondos federales de la McGovern-Dole Food for Education, ley creada en 2000 e inspirada por el demócrata de Dakota del Sur y el republicano de Kansas que aportan sus apellidos a la norma para corregir, con ayudas alimenticias, a escolares de otros países.

En 2016, facilitó comida a más de 2,2 millones de niños en Camboya, Etiopía o Haití, con sus 195,5 millones de dólares. El America, first también se llevará los fondos del Programa Mundial de Alimentos de EEUU. En general, esta cooperación disminuirá en un 29%, hasta los 17.900 millones en 2018.

9.- Rebajas fiscales de enorme calado.

El doble recorte fiscal, del 35% al 15%, en el Impuesto sobre Sociedades, y de cuatro puntos a los más ricos, que verán reducido su tramo sobre la Renta hasta el 35%, además de dejar los tipos de impuesto en tres tramos (10%, 25% y el mencionado para las clases más pudientes), es un riesgo en ciernes sobre la coyuntura a medio plazo de la mayor economía global.

Generará más dinamismo, por su indudable estímulo, pero impulsará la inflación, el tributo más injusto, porque lo pagan indistintamente las clases más adineradas y las más empobrecidas. Por no mencionar la pérdida de ingresos que ocasionará a un país con casi el 100% de endeudamiento en relación al PIB (unos 18 billones de dólares) y un crónico desequilibrio fiscal, en el que dos de cada tres empresas no han contribuido a las arcas del Tesoro entre 2006 y 2012 y las que lo han hecho, han aportado, de media, un 14%, según la Oficina de Contabilidad Gubernamental (GAO).

Las rebajas fiscales en Sociedades y Renta reducirán los ingresos, en función de las deducciones y la lucha contra la notable evasión fiscal en EEUU, entre 4,4 y 5,9 billones de dólares en diez años, el equivalente a los PIB alemán o japonés

Una docilidad tributaria que no sólo perpetúa con estados catalogados de auténticos paraísos fiscales como Delaware, Reno, Wyoming, Dakota del Sur o Nevada. También por su peculiar sistema de deducciones. Los habitantes de Florida, por ejemplo, no se descuentan los beneficios federales en su declaración sobre la renta porque el estado en el que residen carece de este impuesto. Mientras California tiene un tipo tributario estatal máximo del 13,3%. Según Tax Foundation, a partir de un simulador de presión fiscal y crecimiento, la rebaja fiscal de Trump dejará de ingresar, en el próximo decenio, entre 4,4 y 5,9 billones de dólares, dependiendo de las deducciones y de la lucha contra la evasión tributaria. O la economía alemana o la japonesa.

10.- A vueltas con el pago de las infraestructuras.

Trump desea movilizar un montante similar al de su presupuesto y al PIB español (1 billón de dólares) a mejorar las infraestructuras del país. Para lo que confía en los responsables presupuestarios del Congreso, pero también en la iniciativa público privada y en subir algunos impuestos. Como los de los carburantes, el gas y el petróleo, que no se mueve de los 18,4 centavos por galón desde 1993, bajo el primer mandato de Bill Clinton. Pero que Trump elevará, presumiblemente hasta los 44 centavos, con el visto bueno de los camioneros, los principales damnificados.

Al fin y al cabo, su sector será uno de los más beneficiados por su proyecto presupuestario y por la finalidad al que se dedicará este aumento de la presión fiscal: a la mejora de carreteras, dentro de su a

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