Público
Público

UNASUR La Unasur se rompe por la mitad

Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú y Paraguay abandonan la Unión de Naciones Suramericanas y provocan la mayor crisis de este organismo desde su fundación

De izquierda a derecha, los líderes de América Latina firmantes de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), Hugo Chavez (Venezuela),Ronald Venetiaan (Surinam), Fernando Lugo y Nicanor Duarte (Paraguay), Rafael Correa (Ecuador), Cristina Kirchner (Argentina), Evo Morales (Bolivia), Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil), Michelle Bachelet (Chile) Alvaro Uribe (Colombia), Bharrat Jagdeo (Guayana), Alan Garcia (Perú) y Rodolfo Nin Novoa (Uruguay) - AFP/ Evaristo Sa

Seis de los doce países que componen la Unasur han decidido suspender su participación en esta organización. ¿Las razones? problemas de funcionamiento de la institución, falta de consenso y carencia de Secretaría General. De esta manera, han enviado un comunicado conjunto a Bolivia, país que ostenta la presidencia temporal del bloque, justificando su decisión de no participar en las distintas instancias de dicho organismo hasta que no se garantice un adecuado funcionamiento del mismo.

Desde diversos sectores críticos aseguran que las verdaderas causas de esta determinación pasan por la intención de los gobiernos neoliberales de agotar los espacios de integración en América Latina y aplicar una política exterior acorde con la de Estados Unidos. No parece casualidad que estos seis países compongan también la columna vertebral del denominado Grupo de Lima, contrario a las tesis ideológicas de la izquierda latinoamericana y máximo exponente de las denuncias contra las políticas implementadas por el gobierno del presidente Nicolás Maduro en Venezuela.

Precisamente, el mandatario venezolano tras conocer esta decisión, ha tildado a los gobiernos de la derecha latinoamericana de “asestar una puñalada con la intención de desangrar la Unasur”. Del mismo modo ha emplazado a defender la institución y ha pedido a los líderes de estos países que tengan al menos “un poco de conciencia sudamericana”. Del mismo modo se ha mostrado confiado en que su homólogo boliviano, Evo Morales, llevará adelante la organización “contra viento y marea”.

Evo Morales - EFE

Evo Morales - EFE

Por su parte, el gobierno uruguayo a través de su canciller, Rodolfo Nin Novoa, ha asegurado que su país “no piensa salirse de la Unasur”. También ha expresado que la situación es muy preocupante y ha mantenido que desde su gobierno realizarán todos los esfuerzos posibles para que se analice mejor esa decisión y “mantener una organización propia sudamericana”. Uruguay es uno de los 6 países restantes que quedan como miembros activos en este organismo junto a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guyana y Surinam.

Esta decisión puede tomarse como algo meramente anecdótico tras el bloqueo que se había generado en el seno de la Unasur desde hace un tiempo, sin embargo tal vez pueda resultar significativo para entender el nuevo rumbo ideológico que tiende a consolidarse en la región. Mucho más teniendo en cuenta diversos factores como la poca trascendencia que ha tenido la última Cumbre de las Américas celebrada en Perú, el nuevo rol que tanto Argentina como Brasil están otorgándole al Mercosur en sus negociaciones comerciales con la Unión Europea, o la cada vez mayor influencia en el continente a nivel socio-económico de bloques como la Alianza del Pacífico o el ya citado Grupo de Lima.

Atrás quedan los grandes objetivos de la entonces próspera Unasur como por ejemplo la consolidación de una identidad y ciudadanía suramericana basada en la diversidad cultural, el acceso universal a los servicios de salud, la unidad monetaria gestionada por el Banco del Sur a imagen y semejanza del Euro, o la implantación de políticas comunes de investigación, innovación y desarrollo para alcanzar el bienestar de todos los sectores de la población y la reducción de la pobreza.

Sede de la Secretaría General de UNASUR en Quito, Ecuador.

Sede de la Secretaría General de UNASUR en Quito, Ecuador.

Una década atrás

Cuando el 23 de mayo de 2008 se firmaba en Brasilia el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, pocos podían haber imaginado que 10 años después el gran impulsor del bloque, el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías no viviría para contarlo. Del mismo modo que el expresidente argentino Nestor Kirchner, que fuera designado posteriormente en 2010 secretario general de esta organización, falleciera cinco meses después de su nombramiento.

Muy pocos podían pensar que el que fuera por entonces presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, contemplaría desde la cárcel el resquebrajamiento de la Unasur poco después de que su sucesora, Dilma Roussef, fuera destituida del cargo de presidenta del país acusada de violar normas fiscales y maquillar el déficit presupuestario. Hecho que a día de hoy es denominado desde diversos sectores como un auténtico golpe de Estado.

O tampoco se hubiera creído que, el que fuera presidente de Chile en ese momento, Sebastian Piñeira, volvería diez años después a estar al frente del país andino a pesar de que en su primer mandato se le acusara de multitud de casos de corrupción y de poseer una fortuna en paraísos fiscales.

Pocos podrían haber imaginado en aquella celebración de la firma del tratado constitutivo de la Unasur, que una década después un presidente de Perú, como Pedro Pablo Kuczynski, acusado actualmente por la fiscalía de su país por lavado de activos, se atreviera a indultar antes de su dimisión al que ocupara su mismo cargo años atrás y condenado posteriormente por delitos de lesa humanidad, Alberto Fujimori.

Muchos se hubieran sorprendido en esa reunión de Brasilia si alguien les hubiera asegurado que el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, acusara años después de “traidor y de dar una puñalada a la paz” al que en ese momento era su vicepresidente, Lenín Moreno, y que posteriormente se alzara como su sucesor en el cargo dando un giro a las políticas que Correa había implementado durante su mandato.

Tendrían que haber sido muy audaces para vislumbrar que el entonces ministro de defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, quien formara parte en esos años del gobierno del presidente Álvaro Uribe, señalado este último por tener nexos con el paramilitarismo en la guerra sucia contra la guerrilla de las FARC, fuera a asumir dos años mas tarde su cargo como jefe del estado y acabara durante su mandato con 52 años de conflicto armado después de un largo proceso de diálogo que le hiciera merecedor del Premio Nobel de la Paz.

En definitiva, si alguien hubiera asegurado en aquel efervescente mes de mayo de 2008 que una década después la mitad de los países miembros de la Unasur abandonarían el bloque, que en Cuba ningún Castro gobernaría la isla y que el magnate de las finanzas, Donald Trump, sería presidente de los Estados Unidos, muy pocos le hubiéramos creído.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional