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El mal trago de Fernández Díaz sacude la bucólica campaña de Rajoy

La conspiración del ministro del Interior para minar el proceso soberanista fuerza al candidato del PP a variar su repetitivo discurso sobre la estabilidad y el miedo a Podemos

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, durante el mitin en Sevilla. / MARCELO DEL POZO (EFE)

MADRID.- Mariano Rajoy ha tenido que tomar el mando para aterrizar en los colegios electorales este domingo, segunda cita con las urnas en seis meses tras el fracaso de los pactos de investidura que siguieron a las elecciones de diciembre. El Partido Popular volaba con el piloto automático desde el inicio de la campaña, convertida en una previsible sucesión de actos de pequeño formato, alejados de los baños de masas de antaño y organizados a medida de la escaleta del telediario.

A espaldas del presidente, decorados singulares escogidos con detalle para la ocasión, desde unos jamones colgando hasta unas vacas mugiendo. Una campaña personalista y callejera, centrada en un presidente cercano al pueblo, hasta el punto de que el escenario de buena parte de sus intervenciones ha sido el rural español. Rajoy trataba así no sólo de salir del plasma sino también de alejarse de una imagen distante y encorsetada, aunque algún día fuese necesario comerse un helado en cada parada de la caravana electoral.

Sin embargo, un escándalo imprevisto ha sacudido la campaña y forzado a enderezar la ruta al candidato popular, quien ha variado a su pesar el repetitivo discurso sobre la estabilidad económica y el miedo a Podemos. Desde el martes, allá donde va arrecian las preguntas sobre la supuesta conspiración del ministro del Interior para minar el proceso soberanista. Una grabación difundida por este diario revela las conversaciones con el jefe de la Oficina Antifrau de Catalunya, Daniel de Alfonso, a quien Jorge Fernández Díaz pide que busque datos comprometedores para desacreditar a dirigentes de ERC y Convergència.

Rajoy hasta ha tenido que defender a su ministro en el programa El Hormiguero, adonde acudió el pasado miércoles con el objetivo de vender su cara afable. Sin embargo, ante las preguntas de Pablo Motos y de otros periodistas, su reacción ha sido la esperada en un político acostumbrado a ponerse de perfil cada vez que surge un problema tanto en su partido como en el Gobierno. El candidato del PP atribuye la difusión de las conversaciones a una maniobra electoral con el fin de manchar su imagen en la recta final de la campaña y distorsionar el voto en las elecciones.

Esta mañana, durante una visita a localidad onubense de Santa Olalla del Cala, se mostró convencido de que la grabación, realizada supuestamente en el propio despacho de Fernández Díaz, “no va a producir ningún efecto”. El presidente del Gobierno mostró su preocupación porque haya salido a la luz dos años después de la conversación y justo antes de los comicios, pero añadió que “no deja de ser una broma” que el encuentro haya sido interpretado como una “conspiración contra el independentismo catalán”, pues el director de la Oficina Antifrau fue nombrado por tres quintas partes del Parlament.

La exclusiva de Público también le ha dado alas a sus adversarios políticos, aunque Rajoy rebate las críticas con el argumentario que venía empleando hasta ahora. Si Pablo Iglesias muestra su preocupación por la “seguridad en las votaciones”, él defiende su transparencia y le espeta que “España no es Venezuela” sino “una democracia con derechos y libertades”, aunque tiene “la sensación” de que “lo que quieren algunos” candidatos es convertir el país en una república bolivariana.

El candidato del PP, mientras, advierte a los electores de que “no estamos para jugar con fuego”, por lo que a partir del 26-J “hay que perseverar en lo que funciona”. Rajoy sigue dirigiéndose a un votante maduro que no quiere experimentos ni con gaseosa. “España necesita seguridad, certidumbres, reglas de juego claras y una fuerza política que afirme que con las cosas de comer no se juega”, dijo por la tarde en el sevillano Paseo de Cristina, donde estuvo acompañado por el cabeza de lista al Congreso por la provincia, Juan Ignacio Zoido, y el presidente del PP andaluz, Juanma Moreno.

Reforzaba así el mensaje que el partido había difundido durante el día a través de dos vídeos. En el primero, cuyo guion podría atribuirse Ciudadanos, la voz en off se dirige al líder de la formación naranja para pedirle su papeleta. “Albert, no dividamos fuerzas. Vota Partido Popular”. El segundo apela al voto útil y polariza la campaña. “En muchas provincias de España es casi imposible que C’s gane un diputado. Por apenas 1.000 votos pueden gobernar los extremistas radicales. Este domingo no dividamos el voto moderado. O Pablo Iglesias puede acabar en la Moncloa”.

Mientras Rajoy ponía rumbo a Madrid, donde este viernes cierra la campaña, miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca se enzarzaban con los simpatizantes del PP que todavía permanecían en los jardines sevillanos tras la celebración del mitin. Unos y otros eran la viva representación de las dos Españas: una que gritaba "sí se puede" y otra que presumía de haber nacido en este país y no en Grecia, Venezuela o quién sabe dónde. O sea, "yo soy español, español, español".

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