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Los testimonios que han abierto una grieta en la impunidad franquista: "La pena es que ya no están vivos" 

Hablamos con los descendientes de dos de las víctimas cuyos casos se encuentran incluidos en la causa judicial que ha abierto un juzgado de Gipuzkoa para investigar los crímenes del franquismo en Elgeta. 

Frantsizka Lamarain y Pedro Telleria

DANILO ALBIN

Anttoni Telleria pasó la mayor parte de su vida en silencio. Quizás por miedo. Tal vez porque no podía hacer otra cosa. Escondió, por ejemplo, el verdadero motivo por el que tenía los dedos amputados. “Siempre nos dijo que se había caído de un árbol”, recuerda Gurutze, su sobrina-nieta. En realidad, se los habían arrancado de un disparo cuando puso la mano sobre la cabeza de su padre, justo antes de que le mataran. También ejecutaron a su madre delante de sus ojos. Luego, los asesinos la violaron a ella. Podrían haberla matado también a ella, pero prefirieron condenarla a vivir con esa maldita imagen en la cabeza. Tenía 14 años.

Este lunes, Gurutze se enteró de una noticia tan deseada como inesperada. La historia de Anttoni y sus “aitas” (padres) será, por fin, tenida en cuenta por una jueza. No en vano, el caso de los Telleria forma parte de la investigación ordenada por el Juzgado de Instrucción número 4 de Bergara, a cargo de Maider Imaz Mendizabal. La magistrada ha ordenado abrir diligencias previas a raíz de la querella formulada por el ayuntamiento de Elgeta, ya que entiende que podría tratarse de un “delito de genocidio y crímenes contra la humanidad”.

La historia de Anttoni y sus “aitas” (padres) será, por fin, tenida en cuenta por la Justicia

“Llega tarde, pero al menos llega”, comentó Gurutze Telleria a Público algunas horas después de que el ayuntamiento y la asociación Intxorta 1937 dieran a conocer el auto de la jueza Imaz. “La pena –añade- es que todo esto no haya ocurrido cuando mi tía abuela estaba viva”. En efecto, Anttoni murió en 2007, cuando aún no había ni el más mínimo atisbo de que un tribunal pudiese llegar a interesarse por su terrible historia.

Hoy su caso está en el juzgado de Bergara. También se encuentra en el despacho de la jueza argentina María Servini de Cubría, quien instruye una causa propia sobre los crímenes cometidos por la dictadura franquista. Ya sea de un lado u otro del océano, el objetivo es buscar grietas en el muro de la impunidad que se construyó en España. Justo lo que parece que empezará a ocurrir en el juzgado de Gipuzkoa. Justo lo que Gurutze y sus familiares llevaban tiempo esperando.

“Mi tía abuela siempre estuvo convencida de que los que mandaron a esos tipos a violarla eran del pueblo”, relata su sobrina-nieta. De ahí, quizás, los tabús y silencios que acompañaron a Anttoni durante muchos años, en los que apenas hablaba sobre su trágica historia. “Para ella era una batalla perdida”, rememora Gurutze.

Asesinado a sangre fría

La grieta en el muro de la impunidad también provoca una comedida esperanza en casa de Alberto Osoro, uno de los testigos que el próximo 17 de enero declarará ante la jueza de Bergara. Lo hará en su calidad de nieto de José Vicente Garay, un vecino de Elgeta que fue ejecutado a sangre fría por los franquistas en la puerta de su caserío. “Si mi testimonio sirve para algo, adelante”, comentó a Público.

La historia de su familia forma parte del listado de crímenes cometidos por los franquistas en Elgeta. “Mi aitite (abuelo) salió al portón de su caserío y se encontró a cuatro milicianos muy jóvenes. A ellos los mataron y enterraron debajo de un manzano. A mi abuelo le pegaron un tiro en la cabeza y lo dejaron allí tirado”, señala. Su tío, que por entonces era un niño, se refugió en la cuadra de animales. “El asesinato de su padre le dejó secuelas para toda la vida”, relató. Como si esto fuera poco, la tragedia familiar se completó con la desaparición de otro tío abuelo de Osoro.

Durante años, este hombre acompañó a su madre a distintos homenajes. Ahora será él quien podrá relatar ante un tribunal las historias de sufrimientos y vidas inconclusas provocadas en su entorno familiar por la dictadura franquista. Antes, Osoro le contará a su ama (mamá) que la justicia, aquella que siempre estuvo tan lejos, hoy podría estar unos milímetros más cerca.

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