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ENTREVISTA EXCLUSIVA Juana Rivas: "Mis hijos saben lo que es la violencia de género"

En una entrevista en exclusiva, Juana Rivas relata a 'Público' su angustia, sus anhelos y su impotencia, derivados de que el proceso en Italia sigue sin tener en cuenta la violencia de género que denunció hace más de dos años.

Juana Rivas en su casa de Maracena / Marisa Kohan Público

Marisa Kohan

"Sé que se reparará algún día, que saldremos adelante. Pero, hoy por hoy, el que dejaran esa denuncia en un cajón dormida ha cambiado mi vida; nos ha robado un trozo de vida", afirma Juana Rivas en una entrevista en exclusiva para Público. Hace referencia a la denuncia que interpuso el 12 de julio de 2016, poco después de llegar a Granada huyendo de los malos tratos que sufría por parte de su expareja, Francesco Arcuri. Dos años después, esa denuncia sigue en un cajón, ahora en Italia, y nadie ha entrado a analizar su fondo.

Esa denuncia por maltrato es "el eslabón principal que explica nuestra realidad a día de hoy", relata. "Explica paso a paso la historia desde que salimos de Italia por necesidad. Porque lo que vivíamos era algo serio, algo peligroso que estábamos sufriendo", narra emocionada en su casa de Maracena (Granada), donde tiene lugar la entrevista; un piso cerca de la vivienda de su madre que consiguió por un módico precio a cambio de rehabilitar la casa y el edificio. Lo hizo, cuenta, con la ayuda de su hijo mayor, Gabriel, poco a poco y con mucha ilusión. 

"Esa denuncia", continúa, "daba explicación de todo, y no comprendo cómo este primer paso se lo saltan. Sin él no tiene sentido nada de lo demás". En ella Rivas explicaba la violencia, tanto física como psicológica, que venían viviendo en Italia. Afirma que si esa denuncia se hubiera tenido en cuenta, no sabe cómo hubiera ido el proceso, pero está convencida de que sus hijos estarían ahora en España y con ella.

Si tuviera que volver hacia atrás, ¿haría algo diferente a lo del pasado verano, cuando huyó con sus hijos para no entregarlos a la justicia?

Si volviera atrás y me pusieran sobre la mesa todo lo que ha sucedido, los habría entregado en un primer momento, sabiendo como sé ahora que no me iban a dar ninguna respuesta. Pero en aquel momento pensaba que no me cabía otra opción:
una madre no se puede imaginar que nadie la va a ayudar a ella y a sus hijos cuando salen de un país y piden ayuda en su propia tierra; yo aquí tenía a gente que me podía apoyar.  Y entendía que alguien acabaría haciéndolo, pero siempre había un proceso burocrático, siempre estábamos esperando algo del juzgado... Y aunque me decían que entregara a mis hijos a mi expareja, yo me agarraba a la esperanza de un recurso, de otra salida. Cuando decido entregarlos es porque veo en riesgo la patria potestad, veo cárcel y que no puedo seguir. Yo creía que iban a dar respuestas ese mismo día [en referencia al 28 de agosto de 2017, la fecha en la que finalmente entregó a sus hijos a Arcuri]. 

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Rivas explica que ese día sus abogados registraron un escrito en el juzgado para que se determinara si este tenía competencias sobre la denuncia por maltrato interpuesta por Rivas más de un año antes. En dicho escrito se relataba que lo que había detrás de la denuncia internacional de sustracción de menores puesta por Arcuri eran, según palabras de Rivas, "sus mismas armas de siempre"; las que ella ya había explicitado en su denuncia de 2009, cuando su expareja fue condenado por malos tratos. "En aquella denuncia yo ya explicaba que su intención es quitarme a mis hijos, porque me lo dice: que tiene todos los medios para quitármelos". 

¿Cuáles han sido los momentos más duros?

Tomar la decisión de venirme a España en 2016. Esperar respuesta de la Justicia y no entregar a los niños a Arcuri esperando esa respuesta. Y aguantar. Aguantar para no contar toda la realidad como es, todas las injusticias que hemos estado viviendo una a una.

¿Cómo está viviendo el proceso judicial en Italia?

Los tres meses que he tenido que permanecer allí, porque las periciales se habían programado cada semana, han sido un tiempo muy difícil y, a nivel psicológico, muy duro. Lo bueno que ha tenido es que veía casi todos los fines de semana a mis hijos.

Pero ha sido duro porque en el tribunal hay muy poca empatía; la perito, de forma seca y fría, critica casi todo lo que digo. Ante mis declaraciones siempre afirma que eso no es lo que ha dicho el señor Arcuri. Siempre pone por encima lo que dice él. Pero a él nunca le han dicho que contradice lo que yo digo. [Técnicos jurídicos que han seguido este caso desde su inicio explican que el juzgado de Cagliari que tiene que decidir sobre la custodia de los hijos de Rivas y Arcuri tenía dos opciones: escuchar directamente a los menores y a la pareja o delegar en un equipo pericial. Se decantaron por la segunda solución; así, el juzgado dictaminará sobre el informe pericial]. Me siento juzgada, se analiza todo lo que digo como si fuera irresponsable, una mala madre, alguien que es dañino para sus hijos... Es un proceso que vivo en una gran soledad y con muchas dificultades económicas, sin poder trabajar.

¿Ha cambiado su visión de la Justicia desde que empezó con este proceso?

Ha cambiado mucho. Antes creía que esto era algo burocrático, que vas aportando tus documentos y se va resolviendo. Pero no: es una lucha, porque llegas con tus documentos, con tu realidad, pidiendo ayuda y dando los pasos que te dicen. Y lo haces con el corazón en la mano, después de todo el periplo que llevo vivido...

Cómo iba yo a pedir ayuda en una isla de una isla, en una casa perdida en el campo, con este señor. Vivíamos aislados. Cómo iba a a empezar yo una lucha judicial allí y pedir ayuda con mis hijos. Tomé los pasos más adecuados: me vine a mi tierra, cerca de mi familia y de mis amigos. Quería rehacer mi vida. No quería hacerle daño a ese hombre. Sólo que él saliera adelante y nosotros también. Pero era imposible hacerlo cerca de él. Porque tiene un problema: es un maltratador.

Él sabe que no está bien lo que hace. Y mis hijos lo han vivido, ellos son víctimas de esa violencia. ¿Cómo puede ser que yo les dé la vida, que nazcan de mi vientre, y que su padre me machaque delante de ellos? Que empuje a la madre de sus hijos cuando están presentes, que la tire al suelo, que le escupa en la cara, que le clave los dedos, que le esconda las llaves, que mi hijo mayor tenga que hacerse cargo del pequeño para darle la merienda después de llorar durante horas tirado en el suelo y dando vueltas por la casa buscando a su madre, encerrada a la fuerza en una habitación... ¿Eso no es maltrato? ¿No es maltrato que yo no pueda más, que no sepa dónde pedir ayuda y que empiece a vomitar por tragarme toda esta basura? Que los niños vivan esto en sus propias carnes, ¿no es maltrato? Por favor...  

¿Cómo afronta el hecho de que ni en España ni en Italia se estén teniendo en cuenta los malos tratos que ha sufrido?

Lo considero horrible. No hay ninguna protección para los menores, porque si desde el primer momento a los niños los hubiera tratado un grupo especializado en violencia de género, éste hubiera podido detectar aquello a lo que a ellos les cuesta poner palabras y por qué. 
Lo que me consuela es que les he enseñado a decir "no" a la violencia. Es mi manera de intentar dentro de esta lucha que ellos no normalicen este tipo de comportamientos. Me fui con ellos para luchar y decir "no" a esto. Y, aunque no pueda estar con ellos, sé que mi mensaje lo llevan como una estampa dentro; saben que mamá no está allí porque no quiere voces, insultos, ni vejaciones.

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En otro momento de la entrevista, Juana Rivas recuerda que en 2012 puso una denuncia en España, cuando aún estaba separada de Arcuri y antes de retomar la convivencia con él, después de que su expareja no le devolviera a los niños tras las vacaciones. En aquel momento, "nadie me dijo que existiera el Convenio de La Haya y que podía reclamarlos internacionalmente. Cuando semanas después, tras una conversación con Arcuri me doy cuenta de que él no es consciente de que haya puesto esa denuncia, regreso al juzgado a preguntar. Y me responden que claro que no, que la denuncia está aún ahí y que no tienen manera de hacerla llegar a Italia. ¿Y cómo hago?, pregunté. Me dijeron que tenía que irme a Italia a buscar a los niños y traérmelos si el padre lo autorizaba".

Después de este periplo, ¿qué entiende por lo que llaman "justicia patriarcal"?

Entiendo que se basa en algo muy antiguo y difícil de romper, que pone por encima de todo el mantener a la familia unida aunque haya maltrato de por medio. Y yo digo que lo patriarcal está ahí como un roble, como una piedra que está por encima incluso de lo que estén sufriendo los niños. Hay mucho como lo mío. Mucha gente que está sufriendo lo mismo que yo y mis hijos. Pero no se cura con el tiempo, sino con soluciones ya. Mis hijos saben lo que es la violencia de género.

¿Cómo se encuentran usted y sus hijos?

Estoy aguantando esta tormenta. Estoy mal. Estamos mal. Son momentos muy duros, de mucho dolor y de mucha lucha. No estamos bien, pero vamos a seguir luchando.

A mis hijos los he visto hace un mes y veo que tienen una parte rota. Pero ellos son también muy fuertes y saben que su madre está ahí, luchando para recuperarlos. Y no voy a desfallecer. Mis hijos no comprenden lo que está ocurriendo. No entienden que nadie los esté velando. Les cuesta entender lo que ha sucedido, dónde está su madre; esa mujer que desde que nacieron no se separó de ellos, que los ha cuidado, les ha dado amor, los ha mimado y protegido. Se sienten desprotegidos y solos. Mi hijo mayor, el que entiende lo que está pasando, psicológicamente no está bien. Pero nadie se plantea qué provoca que el niño esté mal, sino que ponen parches y lo llevan a una psicóloga, pero no lo sacan de la fuente que le provoca el malestar.  

¿Cómo ve el futuro?

Con mucha esperanza. Sé cuál es el final. No sé cuán largo es el camino ni cuánto nos queda por sufrir todavía, pero estoy convencida de que vamos a volver a estar juntos. Lo tengo clarísimo, lo veo con esperanza. Estos niños necesitan que alguien los proteja y es lo que he estado intentando conseguir por todos los medios. Me haya equivocado más o menos, aquí seguiré hasta que eso ocurra. 

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