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Marta Lloret: "Al final, la Administración consigue que no se conserven las masías"

03/2023 - Marta Lloret, la caçadora de masies.
Marta Lloret, la 'caçadora de masies'. Cedida por Marta Lloret

Con La caçadora de masies. Les cases de pagès, el llegat del nostre país (Columna), Marta Lloret (La Garriga, 1982) traslada ahora a las páginas de un libro su labor de divulgación y defensa de este tipo de casa típicamente catalana. El acelerado abandono del sector primario, la expansión del mundo urbano, las infraestructuras y el cemento fomentado por una supuesta idea del progreso y un marco normativo demasiado rígido que no suele ir a su favor han acentuado el declive de las masías, muchas de las cuales han desaparecido o han quedado abandonadas en las últimas décadas.

Pese a desprender un tono más bien pesimista y mantener un discurso crítico -básicamente con las administraciones-, Lloret se muestra convencida de que, sin embargo, en treinta o cuarenta años seguiremos teniendo masías en Catalunya. Como ya hace en las redes sociales, donde se ha convertido en un auténtico fenómeno -acumula más de 40.000 seguidores tanto en Twitter como en Instagram, en el libro hace una defensa firme de las casas de payés y reivindica su importancia en nuestra historia. Más allá de la divulgación, su labor para salvarlas va bastante más lejos, ya que, a través de la Fundación Mas i Terra que dirige, es la impulsora del proyecto Masiaire, que pone en contacto a propietarios con personas interesadas en hacer de masoveras. La entrevistamos por videoconferencia.

¿Cómo nace esta pasión por las masías? No viene de una familia campesina.

No, en principio no, pero lo investigamos porque pensábamos que esto tenía que venir de sangre [ríe]. Venimos de una familia muy humilde, en la que no hay ninguna masía detrás. Pero en mi casa siempre se ha valorado mucho esto y, como explico en el libro, hubo algunas masías donde durante la infancia viví momentos especiales y los recuerdo bastante nítidamente.

En el libro y en entrevistas transmite una visión más pesimista que optimista, una sensación de un mundo que acaba. ¿Existe algún punto de inflexión que explique la decadencia de las masías?

Hubo varios momentos, supongo que empezó a finales del siglo XIX, con la aparición de la industria y del textil y de una forma de trabajar que hizo que la gente bajara de la montaña. Y todo fue acelerándose con la pérdida progresiva de importancia del sector agrícola y ganadero.

Personalmente me sorprende, pero me parece que ahora mismo ni siquiera se sabe cuántas masías hay en Catalunya.

No, es bastante escandaloso que no sepamos ni ponerle números exactos, porque nadie se haya tomado la molestia de hacerlo. En la Fundació Mas i Terra tenemos todo el interés por hacerlo, porque nos apasiona el tema, pero necesitaríamos recursos. Por ejemplo, en Barcelona ciudad no se sabía cuántas masías quedaban, porque había habido más de 600 y la Fundació Mas i Terra apostó por inventariarlas, hizo un gran estudio y al final se hizo un libro. Gracias a este trabajo se sabe cuántas quedan, que son un centenar.

Seguramente la cifra llamaría la atención a muchos barceloneses.

Podría decirse que estas cien han aguantado de milagro, porque han tenido una presión y una lucha que no está escrita, como todas las cercanas al área metropolitana. Muchas se han conservado porque las ha comprado el Ayuntamiento para hacer equipamientos, lo que es muy positivo, pero que ha supuesto una pérdida patrimonial por la forma en que las han arreglado.

Que no sepamos cuántas masías hay en Catalunya, ¿es un elemento que puede retratar la dejadez de las administraciones a la hora de conservarlas?

Totalmente. En muchos aspectos que tienen que ver con el mundo de la masía la administración actúa con desidia, pero lo más revelador es esto, que no sepa ni cuántas hay.

Es muy crítica con el papel de las administraciones y subraya que en vez de contribuir a su mantenimiento, han convertido en insostenible el modo de vida que se desarrollaba ellas. ¿Cómo deberían actuar?

Lo primero es que sean conscientes de su valor, porque si lo fueran no actuarían como lo hacen. Por ejemplo, hoy [en referencia al día que se hizo la entrevista] me ha escrito la propietaria de una masía en Prades (Tarragona). Se la compraron y han querido recuperarla, y han querido hacerlo bien. Han pedido todos los permisos y se han gastado 60.000 euros en papeles, previos a realizar las obras, y han tardado dos años en recibir el permiso y, además, se han sentido muy maltratados por todas [las administraciones] excepto por el Patrimonio de los servicios territoriales de Tarragona. Y me dice que han perdido ya la ilusión por recuperar la casa. Pero lo más triste es que su caso lo he escuchado muchas veces y eso es a lo que me refiero con las trabas administrativas.

Está muy bien que la administración vele por que se conserven bien las casas, pero al final lo que consigue es que no se conserven. Si actuara de una manera más ágil y sin imponer todos los costes de estos trámites al propietario, pues quizá ayudaría con algo.

¿Que las decisiones se tomen desde un entorno urbano, Barcelona en este caso, y las normativas sean uniformes las afecta?

Es verdad que la normativa las pone todas en un mismo saco, cuando todas las masías son diferentes y en cada caso las soluciones pueden funcionar de una forma diversa. Por ejemplo, hay casas que tenían una división interna, con la parte del masovero y la parte del propietario, lo que admite dos viviendas, pero la normativa no te deja hacerlo y no tiene ningún sentido.

También reclama una actualización de la Ley de Patrimonio, que es de 1993. ¿Hacia dónde debería ir?

La Ley de Patrimonio debería reformarse, pero aparte debería haber una ley específica para masías, porque en ellas se vive, y debe haber una actividad económica que las sustente.

En cierto modo son un símbolo de otra época, de una vida quizás más dura, pero que se desarrollaba a otro ritmo. Muchas han sido tragadas por una supuesta idea de progreso: polígonos industriales, infraestructuras viarias y ferroviarias. ¿Las urbanas son las que más han sufrido o el fenómeno lo encontramos en todas partes?

El fenómeno cambia según más lejos o más cerca estemos de la ciudad, pero sí creo que las que más han sufrido son las más cercanas en entornos urbanos. Más que nada porque sus amenazas son constantes y son un monstruo contra el que no puedes luchar. Las que han quedado deshabitadas por la pérdida de rentabilidad de la tierra o por lo que sea es más un tema que no pueden afrontar unas obras, en entornos urbanos hay gente que no puede hacerlo porque les pasa una carretera por encima.

¿Somos una sociedad que nos cuesta valorar el pasado y sólo lo hacemos demasiado tarde o cuando desaparece o está a punto de hacerlo?

Totalmente. En el fondo el problema es de la sociedad, porque al final los políticos que hay los votamos nosotros y si exigiéramos que se velara sobre esto, se haría. Yo veo el orgullo con el que mantienen el patrimonio en otros países y el poco orgullo que hay aquí ya te dice todo. Simplemente si en las escuelas se trabajara más todo el tema y se hablara más de dónde venimos, porque al final las masías es de dónde venimos, quizás se las querría más. Sin embargo, hay mucha gente que las queremos y prueba de este hecho es el éxito de la iniciativa que llevo, pero creo que no es suficiente.

¿Qué país destacaría como ejemplo de buenas prácticas y garantía de preservación de las casas de payés?

Un país que tengo como referente es Inglaterra, ver cómo aman y cómo valoran al sector primario y el patrimonio asociado, pues estamos a años luz. Incluso el rey hace bandera del mundo rural y de cómo cuidar.

Las masías eran explotaciones básicamente agrícolas, casi autosuficientes. Es evidente que en las últimas décadas el modelo económico ha menospreciado al sector primario y los circuitos de proximidad, pero no sé si crees que se puede revertir esto en un futuro, teniendo en cuenta los contextos de crisis energética y climática.

Sin duda, si tuviéramos unos políticos visionarios que no se limitaran a la actual legislatura y vieran más allá se haría un plan en el que se recuperara todo el tejido agrícola y ganadero del país y no se centrara todo tanto en la industria y las infraestructuras. Es bastante increíble como durante la pandemia se decía que serviría para replantearnos las cosas y no hemos aprendido nada y seguimos apostando por ello, cuando aquí pienso que el potencial que hemos tenido siempre es la agricultura. Teníamos un país montado para ser una potencia agrícola y eso no ha contado para nada. Mira el Baix Llobregat, uno de los terrenos más fértiles de la península y ahora es un polo de autopistas e infraestructuras, es la vía de acceso y salida de la metrópoli y punto.

Sin embargo, también hay casos de esperanza y en el libro retrata un ejemplo de masovería urbana, a través de personas muy jóvenes. ¿Es un modelo a explorar que puede permitir salvar muchas casas?

Sí, sin duda apuesto y en eso se basa el proyecto Masiaire que estamos haciendo con la Fundació Mas i Terra, pero igualmente quiero que quede claro que no debe ser el único modelo. Puesto que casas hay miles, modelos puede haber de muy diversos y hay que buscar los que mejor encajan en cada caso. Pero lo que más conviene es ayudar a la gente que ha resistido y sigue viviendo en ella, más que a todos los que las quieren repoblar, debemos conservar a los que han resistido, que están haciendo una lucha encomiable.

¿Cómo va el proyecto Masiaire, a través del cual pone en contacto a propietarios y personas interesadas en hacer de masoveros?

Pues muy bien, sobre todo en cuanto a solicitudes de masoveros, que ya tenemos más de 2.000. Hay mucha gente que quisiera vivir así. Casas tenemos muchas menos, ahora mismo forman parte 35 del proyecto, pero van entrando y hay un trabajo ingente en encontrar al candidato ideal y en hacer todo el papeleo, que al final es la parte más lenta.

Se ha convertido en un fenómeno en las redes sociales, con el perfil de La Caçadora de Masies. ¿Esto indica que realmente existe un interés ciudadano por las masías?

Por un lado, sí que creo que hay mucha gente que como yo se sentía muy frustrada viendo cómo se estaban perdiendo y en mí han encontrado como un altavoz. También está la gente que vive en ellas, que es a la que intento defender. Evidentemente también está la gente que se queda con la imagen, pero al final es una imagen que les apela a recuerdos o sentimientos hacia algo que identifican como parte de su patrimonio cultural y su identidad.

¿Podemos pensar que en treinta o cuarenta años todavía tendremos masías en Catalunya?

Afortunadamente sí, porque la gente de campo es luchadora, las ha hecho sobrevivir durante muchos siglos. Y lo seguiremos luchando y aquí me incluyo porque es una lucha que me gusta estar haciendo y dar voz a este mundo.

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