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Sequía Las otras consecuencias de la sequía: la falta de lluvia afecta a tu salud y a tu bolsillo

Hemos tenido el octavo año más seco desde 1981 y ha llovido un 15% menos que la media histórica. Más allá de las evidentes amenazas para el suministro de agua, la sequía tiene otros muchos efectos en nuestro día a día.

Vista general del embalse de Eiras, uno de los que abastece de agua a la ciudad de Vigo. EFE

Se nota en el recibo de la luz, en el precio de la cesta de la compra y en los niveles de polución de las grandes ciudades. La sequía no sólo está desenterrando antiguos pueblos hundidos bajo el agua de unos pantanos ahora secos; sus efectos se notan también, y mucho, en el día a día de la mayor parte de los habitantes.

La situación es crítica. El último mapa de seguimiento del Observatorio Nacional de la Sequía, a fecha de septiembre, refleja una geografía en la que la mayor parte de los indicadores se encuentran en situación de emergencia o de alerta hídrica. Y el escenario no ha mejorado en los últimos días ni tiene visos de hacerlo. “Las precipitaciones han sido prácticamente nulas en toda España”, señala el último parte sobre el estado de las reservas hidráulicas que elabora el Ministerio de Medio Ambiente cada semana.

Lo grave es que esa afirmación podría extrapolarse –salvo algunas excepciones- a casi al resto del año y a casi toda España. Según la Agencia Estatal de Meteorología, la cantidad de agua acumulada en el último año hidrológico–que abarca desde el 1 de octubre de 2016 hasta el 30 de septiembre de 2017- ha sido inferior a la normal en gran parte del territorio nacional y no ha alcanzado ni el 75% de su valor normal en Galicia, el norte de Castilla y León, gran parte de Asturias y Cantabria y algunas áreas de Extremadura, Andalucía y Canarias. En resumen: hemos tenido el octavo año más seco desde 1981 y ha llovido un 15% menos que la media histórica. Más allá de las evidentes amenazas para el suministro de agua, las cifras anteriores dejan estas otras consecuencias:

Pobreza energética

Tal y como está estructurado el sistema energético español –con un peso nulo de fuentes renovables como la fotovoltaica- una de las primeras consecuencias de la falta de agua repara directamente en el recibo de la luz. Con unos embalses al 37% de su capacidad, la producción hidroeléctrica –con costes mucho más baratos- ha caído en picado y el precio se ha disparado. Por el momento, los consumidores han pagado hasta octubre unos 74 euros más por la factura eléctrica que en el mismo periodo del año anterior, y se calcula que a final de año la cifra alcance los 100 euros de diferencia. El gas, por su parte, se ha encarecido entre un 3,2% y un 4,5%. La electricidad aparece también como una de las parcelas con mayor subida de precio en el IPC de octubre publicado por el INE: un 6,2% sólo en el último mes.

Coste de los alimentos

El efecto va en cadena. A menos agua, menos cultivos y a menos cultivos, mayores precios. El coste de las frutas se ha disparado un 11,2% en el mes de octubre y el de las legumbres y hortalizas un 1,5%, según el último Índice de Precios al Consumo. En algunas comunidades fuertemente afectadas por la falta de lluvias, como Galicia, las hortalizas han llegado a encarecerse hasta un 6,5% y la sequía ha repercutido también en el ganado: la carne de cerdo ha subido un 2,1% y la de vacuno un 1,7% el mes pasado. Castilla y León es también otra de las más afectadas. La Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA) calcula que allí la cosecha de cereal se ha reducido en dos tercios, con unas pérdidas para el sector de unos 1.500 millones de euros.

El aceite de oliva seguirá asimismo en su escalada de precios. La Unión de Pequeños Agricultores calcula que la campaña del olivar será un 20% inferior a la anterior.

Enfermedades

La falta de precipitaciones es también uno de los principales condicionantes de la calidad del aire en las ciudades. Los escenarios de alta contaminación, como los que viven estos días Madrid y otras ciudades en España, están provocados en su mayor parte por las sustancias tóxicas del tráfico rodado, pero las condiciones meteorológicas son clave para su disolución. El viento, y sobre todo la lluvia, ayudan a rebajar la concentración de gases que de otra manera quedan atrapados, provocando las boinas de contaminación sobre las urbes. La contaminación tiene además un efecto acumulativo, cuando más dure la situación, mayor es la concentración de partículas contaminantes en el aire, llegando a niveles muy perjudiciales para la salud. La alta contaminación está directamente relacionada con muertes prematuras, cáncer de pulmón, afecciones respiratorias, cardiovasculares e ingresos hospitalarios.

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