Este artículo se publicó hace 15 años.
Agua envenenada por compasión
Los pozos abiertos contra el cólera en Bangladesh captan arsénico del suelo
En 1963, la séptima pandemia del cólera llegó a Bangladesh. Para combatirla, Naciones Unidas, con la ayuda de varias ONG, crearon un bienintencionado plan para excavar pozos y evitar así la ingesta de agua de los ríos, elemento transmisor de la bacteria. Años después, millones de bangladesíes estaban envenenados con arsénico. Los dos hechos estaban relacionados y, ahora, científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) han encontrado cómo: los pozos para luchar contra el cólera han emponzoñado el agua subterránea.
El profesor del MIT Charles Harvey lleva diez años estudiando la alta presencia de arsénico en los bangladesíes. Este metaloide, que provoca varios tipos de cáncer, además de lesiones en la piel, desórdenes neuronales y enfermedades pulmonares y cardiovasculares, se presenta en estado sólido mezclado con otros elementos químicos. En el delta del río Ganges, los sedimentos son ricos en este mineral, se supone que procedente de aluviones de tierra del Himalaya.
Hay dos millones de personas afectadas y 3.000 mueren al año
Desde finales de los años setenta, los pozos de agua potable en las zonas rurales de Bangladesh presentan concentraciones de más de 50 partes de arsénico por mil millones, cinco veces más de lo que permite la Organización Mundial de la Salud. Cada año, unos dos millones de personas caen envenenadas y unas 3.000 mueren de cáncer relacionado con el arsénico.
Harvey descubrió en 2002 una relación entre el carbono de la materia orgánica (desechos y restos de origen vegetal) presente en el agua y el envenenamiento. Según descubrió entonces, los microbios, al metabolizar estos residuos, provocaban una reacción química que disolvía el arsénico de los sedimentos. Lo que no consiguió averiguar entonces era cómo se realizaba este proceso.
El propio hombre, culpableLos microbios disuelven el arsénico, que pasa al agua de los pozos
Harvey, que abrió varios pozos en una zona de 1.500 hectáreas controlada por sensores hidrológicos, ha encontrado ahora la respuesta. "Nuestra investigación muestra que el agua de los pozos lleva carbono biodegradable de origen orgánico hasta los acuíferos superficiales", explica Harvey, que ha contado con la ayuda de dos antiguos alumnos suyos. Una vez el agua se filtra hacia abajo, los microbios hacen su trabajo, disolviendo el arsénico. El círculo vicioso se completa cuando el hombre bombea el agua de los pozos para beber o regar. La succión en ese nivel hace que las aguas más profundas, ya viciadas, suban hasta los pozos.
"Cuando comparamos las características químicas de las diferentes fuentes de agua de nuestro campo de estudio con las del acuífero, vemos que el agua con elevadas concentraciones de arsénico procede de los pozos construidos por el hombre, mientras que la que presenta menos cantidad proviene de los campos de arroz", explica Rebecca Neumann, ex alumna de Harvey y ahora profesora en la Universidad de Harvard.
Esperanza de agua limpiaEste último dato ha dado esperanza a los investigadores. Por razones que aún no tienen claras, el agua que hay debajo de los campos de arroz no presenta arsénico. Descartado que sea absorbido por las plantas, queda la posibilidad de que el agua, al filtrarse, deje el metaloide por el camino, volviendo de nuevo a la tierra.
"Es muy probable que este proceso esté ocurriendo en otros sitios, lo que sugiere que el problema podría ser aliviado cavando pozos de agua más profundos y lejanos de la zona de influencia de los anteriores, o abriéndolos entre los campos de arroz", explica Neumann.
Harvey, resuelto el misterio del arsénico, pretende abrir varios pozos de 150 metros de profundidad (los actuales apenas superan los 30 metros) en dos pueblos de Bangladesh para comprobar si el agua limpia mejora la salud de los envenenados por evitarles el cólera. D
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