Este artículo se publicó hace 15 años.
Barcelona recupera al escultor Antoni Solà, uno de los grandes neoclásicos
El Museo Marés de Barcelona rinde homenaje a partir de hoy al escultor Antoni Solà, establecido en Roma desde principios del siglo XIX, en la exposición "La belleza ideal", que se dedica por primera vez en España a uno de los grandes y más afamados artistas europeos del Neoclasicismo.
Nacido en la capital catalana en 1780, Solà se estableció en Italia a partir de 1803 y desde allí trabajó para reyes, príncipes, nobles y la Iglesia, aunque, con la llegada del Romanticismo, cayó en el olvido, siendo en la actualidad un gran desconocido para el gran público.
Tanto la directora del Marés, Pilar Vélez, como la comisaria de esta exposición, Anna Riera, han coincidido este mediodía en que su ciudad tenía con él "una asignatura pendiente" y han mantenido que ahora se trata de "recuperar del olvido a un escultor buenísimo, de mucha calidad".
Hasta el próximo día 27 de septiembre, el público podrá ver once obras, las más representativas del autor, y que van desde la primera que se conoce, un relieve con el que ganó la pensión que le permitió establecerse en Roma, a su última obra acabada, "La Caridad romana".
Además, se expone su "Autorretrato", que regaló a la Academia de San Luca de Roma; el grupo de "La matanza de los Inocentes", de 1835; y un grupo de mármol, "Dos niños jugando con una mariposa", de 1839, firmado y fechado en Roma y que era un inédito hasta su aparición en una subasta madrileña, donde fue adquirido por el museo Marés.
Pensionado por la Junta de Comercio de Cataluña, Solà llegó a alcanzar la presidencia de la Academia de San Luca de Roma, entre 1838 y 1840, un cargo que sólo había ocupado otro extranjero, el danés Bertel Thorvaldsen.
Anna Riera, una historiadora del arte afincada en la capital italiana desde hace muchos años y especializada en artistas pensionados españoles, ha señalado que llevaba mucho tiempo tras la pista de Solà, un escultor no muy prolífico y que trabajó, especialmente, para encargos destinados a lugares públicos, tanto civiles (plazas públicas) como religiosos (iglesias o cementerios).
En este sentido, ha recordado que hay esculturas suyas en Madrid, como un "Cervantes" ante el Congreso de los Diputados, en La Habana o México, así como figuras funerarias en la catedral de Orense o en la cartuja de Bolonia.
En Barcelona, su ciudad natal, hay tres obras muy notables, en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi, un grupo de bronce en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y en el Marés se conservaba el relieve que le permitió ganar la pensión para marchar a Roma.
Además de sus esculturas y algunas pinturas, Anna Riera ha destacado que Antoni Solà también dejó, gracias a sus escritos, "un ideario estético".
Sin embargo, según ha reconocido, "murió ya muy mayor, en 1861, con lo que se podría decir que vivió demasiados años. Era un neoclásico convencido que fue superado por el Romanticismo y que quedó como demasiado académico. Incluso se puede decir que fue enterrado en una tumba en Roma en la que no se grabó ni su nombre ni un epitafio".
Por otra parte, Riera ha recordado que gracias a su interés por el artista y a la preparación de la exposición, hace unos cinco años apareció en una propiedad de la familia Fernández de Bobadilla una caja de caoba en la que se incluían algunos documentos manuscritos, que han permitido conocer la fecha exacta de nacimiento de Solà (29 de marzo de 1780) así como su segundo apellido, Llansas.
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