Este artículo se publicó hace 16 años.
Bobby Fischer, el talento y la excentricidad de un genio
El mundo del ajedrez despide hoy al estadounidense Bobby Fischer, el mayor talento de la historia del tablero, que fue un Gran Maestro y prodigio, y cuya vida estuvo marcada por sus aptitudes de genio y su excéntrico carácter
Fischer, campeón mundial en 1972, podría haber sido uno de los grandes dominadores del deporte, pero su prodigiosa mente (su coeficiente intelectual de 184 se acercaba al de Albert Einstein), mantuvo una partida con su caprichosa forma de ver y afrontar las cosas. Finalmente, aparcó su gran pasión tras su mayor éxito para desaparecer de la vida pública, a la que sólo regresó esporádicamene y siempre envuelto en la polémica.
El americano, único de su país en poseer el campeonato mundial de ajedrez, acabó sus días en Islandia, país que le acogió con los brazos abiertos en 2005, y cuya capital, Reykjavik, vivió en julio de 1972, la denominada 'Partida del Siglo' ante el soviético Boris Spassky.
La URSS, gran dominadora hasta entonces del tablero, se topó en aquella fecha con este genio, que ya desde su más temprana edad demostró un talento y una mente inigualable para el juego, pero que tampoco se pudo quitar de encima un carácter caprichoso.
Fischer fue un autodidacta del ajedrez y prácticamente todo lo aprendió por sí solo, pero quiso imponer sus normas por encima de las que regían este deporte. El maestro estadounidense ganaba casi todo en lo que decidía competir, siempre y cuando no se retirase o no se presentase porque había algo que no le gustaba.
Así, su excentricidad le llevó incluso a retirarse del torneo que le daba la oportunidad de disputar el Mundial, pero las reglas cambiaron y los Estados Unidos tuvieron la oportunidad de presentar más de un aspirante, lo que le abrió de nuevo las puertas.
Fischer arrolló a todos los candidatos, incluido el soviético Tigran Petrosian, campeón del Mundo entre 1963 y 1969, y se ganó el derecho a ser el rival de otro ruso, Boris Spassky, en julio de 1972 en Reykjavik. Estados Unidos y la URSS volvían a enfrentar sus 'cerebros' y sus tácticas, en plena Guerra Fría, pero en la figura de dos deportistas y un deporte donde prima la mente por encima de la habilidad.
Pese a la importancia del evento, el americano logró retrasarlo por sus peticiones y sus desaires a los organizadores, que cedieron pese a las presiones rusas, e incluso parece ser que el secretario de Estado americano Henry Kissinger tuvo que mediar y hablar con su compatriota, que pidió disculpas a Spassky.
Simplemente, desapareció...
En la Gran Final, el ruso se adelantó 2-0, ayudado por las excentricidades de su rival, que se retiró de la segunda partida. Fischer se 'centró', y un mes después, se convirtió en el primer y único estadounidense en coronarse campeón del Mundo.
Con la fama, Fischer desapareció de la vida pública. Perdió su título por incomparecencia en la defensa ante el joven prodigio ruso Anataly Karpov y su nombre aparecía más en los medios por sus escándalos o encarcelamientos.
En 1992, reapareció, en contra de su gobierno, en un torneo en la extinta Yugoslavia, donde volvió a encontrarse con Spassky, al que derrotó otra vez. Volvió a 'esconderse' del mundo y siguió con sus agresivas críticas hacia los Estados Unidos.
Nuevamente detenido, esta vez en Japón, por uso de un pasaporte falso, encontró el amparo de Islandia, a quien había pedido asilo político. Nacionalizado islandés, llegó en 2005 al país que le dio su mayor logro y que le vio morir.
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