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La doble vida de Hannah Montana

'No me gusta que me llamen ídolo', dice la actriz y cantante Miley Cyrus en la presentación en España de su primera película

JESÚS ROCAMORA

Como Superman, Hannah Montana tiene una doble vida. Para salvar su intimidad y la de su familia, el superhéroe esconde su cara detrás de las gafas de pasta más grandes del mundo y se convierte en Clark Kent. Y nadie podría reconocerlo con esa cara de pánfilo. La historia de Hannah Montana es similar: una joven de 16 años, Miley Stewart, quiere mantener su privacidad y la de los suyos a salvo del brillo y los focos que acompañan a Hannah Montana, la superestrella pop en la que se convierte con sólo ponerse una peluca.

Con este planteamiento tipo superhéroe para chicas, la serie de televisión se ha convertido en un fenómeno las últimas dos temporadas para un público que va de los 6 a los 14 años. Fenómeno televisivo y discográfico que ahora asalta los cines con Hannah Montana: La película, que se estrena el 8 de mayo en nuestro país y que en su debut en EEUU fue el filme más visto del fin de semana del 10 de abril, recaudando 34 millones de dólares.

Dirigida por Peter Chelson (¿Bailamos?), que ayer confesó que no había visto la serie cuando aceptó dirigirla, la película recupera el espíritu familiar de las comedias de Disney de los años 60.

Su argumento, como en una de Marisol, parece sacado de la propia vida de Miley Cyrus (1992), encargada de interpretar a Hannah Montana y a su álter ego. Temeroso de que la chica se vuelva tarumba por el éxito, su padre se la lleva una temporada a su Tennessee natal, al caserón familiar, donde tendrá que centrarse en cosas más mundanas, como arreglar el granero o cantar bluegrass en el porche con primos y abuela. O enamorarse por primera vez.

Para empeorar el conflicto de personalidades, Miley ha venido a España acompañada del que es su padre en la realidad y en la ficción. 'Algún día tendré que dejar de trabajar con él, y será triste porque todo lo que ocurre en pantalla entre nosotros es natural. Pero es verdad que es algo que me vendrá bien para crecer profesionalmente', dijo ayer, con acento sureño y chicle fijo en la boca, tras confesar qué es lo que le ha vuelto loca de España: los huevos estrellados.

Paparazzi fuera

Ni que decir tiene que la joven Miley Cyrus también creció en ese mismo paisaje de Tennessee, entre calabazas y cowboys. 'Ha sido como volver a casa, algo muy importante para mí. Llega un momento en que tienes una doble vida. De hecho, en medio de la vorágine en que se ha convertido todo los últimos años, si no fuera por la película no podríamos haber vuelto a casa, a nuestras raíces, a descansar', dice.

A pesar de tanto revuelo ('todavía me parece raro ver en las tiendas pañuelos de Hannah Montana y cepillos de dientes: ¡alguien se lava los dientes con mi cara!'), Miley tiene los pies en el suelo: 'Es un honor que la gente quiera ser como yo. Pero no me gusta que me llamen ídolo. Una cosa es que haya chicas que quieran tener mi pelo, pero no pueden querer ser yo: eso es imposible, cada uno somos únicos'.

Lo peor, dice, son 'los paparazzi y la ausencia de privacidad al trabajar en la tele. Es una locura tener una cámara siempre delante. Hay gente respetuosa y otros que sólo quiere ver cómo pierdes los nervios. Entonces, mejor quedarse en casa. Pero lo bueno compensa con creces lo malo. No se puede decir que estoy perdiendo mi juventud. Me gusta lo que veo desde aquí arriba', ríe.

Miley es consciente de que ser chica Disney no es algo fácil de controlar. Que se lo digan a Britney Spears. Por ahora, no tiene prisa en abandonar su imagen y saltar a hacer algo... sexy. 'Quiero hacer películas, pero no cualquier película. Y si tengo que parar un tiempo para recapacitar, lo haré'. Por lo pronto, no tiene pinta: tras estrenar la tercera temporada de la serie le espera gira mundial (junto a su padre, cantando ambos) y para 2010, una película que ha escrito para ella el escritor cristiano Nicholas Sparks.

 

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