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Droga oculta

Los ‘correos’ se las ingenian para burlar los estrictos controles de la Guardia Civil y colar la mercancía

RAMIRO VAREA

Aeropuerto de Barajas, Madrid. Son las 10 de la mañana y la jornada es frenética en la T1. Es julio, mes de vacaciones, y eso se nota en el aeródromo. Hay enormes colas frente a los mostradores de facturación, aglomeraciones en las cintas transportadoras de las maletas, miles de pasajeros que transitan por los pasillos...

Las pantallas de los monitores anuncian que un avión procedente de Caracas acaba de aterrizar. Antes de que las maletas lleguen de nuevo a sus dueños, la Guardia Civil las revisará una a una para evitar que se cuelen productos prohibidos en territorio de la UE: alimentos, semillas, cosméticos, animales y, por supuesto, droga.

España es uno de los destinos mundiales del narcotráfico, y muchos de los estupefacientes que entran en Europa lo hacen a través de nuestro país.Sólo en el mes de junio, pasaron por Barajas más de 4.500.000 pasajeros.

Este aeropuerto es un lugar de paso obligado para muchos narcos, cuya imaginación para hacer llegar la droga (casi siempre cocaína) al mercado no tiene límite. Las fórmulas para burlar los controles policiales son cada vez más rebuscadas. En ocasiones, lo consiguen. Pero sus métodos no siempre funcionan.

Sólo en 2007, la Guardia Civil aprehendió en Barajas 3.640 kilogramos de cocaína y detuvo a 891 personas. Y en lo que va de año, ya se han localizado más de 1.245 kilogramos de coca, con 363 arrestos (258 son hombres y 105 mujeres).

'No existe nacionalidad, raza, religión, estado social, cultural o
posición económica. Cualquier persona puede traficar con droga', señala el portavoz de la Guardia Civil en Barajas.

Hasta hace poco tiempo, Suramérica era el continente de la droga y los vuelos que procedían de Venezuela, Colombia, México o Ecuador eran de alto riesgo. Hoy eso ha cambiado. 'La coca puede estar oculta en cualquier vuelo. La droga puede venir de Suramérica, pero también de Europa y, por supuesto, de África', afirman fuentes del Instituto Armado.

Según expertos policiales en estupefacientes, el 90% de la cocaína que llega a Europa entra por África. Y países como Guinea Bissau y Guinea-Conakry se han convertido en parada obligada de los barcos nodrizas del narcotráfico que vienen de América.

Sólo en el principal aeropuerto de España trabajan 700 guardias civiles. Carlos y Carmen son dos de estos agentes. Tienen bastante prisa porque les esperan decenas de maletas del vuelo de Caracas que acaba de tomar tierra. Su objetivo: radiografiar a través del escáner, uno a uno, todos los bultos transportados en la bodega del avión.

Este aparato está situado en una furgoneta móvil, que los guardias trasladan de un lugar a otro del aeropuerto. Las valijas sospechosas son apartadas de la cinta transportadora.

A simple vista, las imágenes que muestra el escáner son todas parecidas, pero a los agentes no se les escapa casi nada. Son capaces de distinguir hasta el número de pantalones que lleva el pasajero por los simples pliegues de la ropa. Durante el reconocimiento, los guardias se incautan de productos cárnicos, fruta, botellas de ron, leche... Ni rastro de coca.

'La coloración que muestra la pantalla es uno de los indicadores de la droga', explica el agente Carlos. Si la cocaína, por ejemplo, está diluida, el líquido es más denso y el escáner muestra un color más oscuro. Cualquier cosa vale para intentar ocultar la droga.

La Guardia Civil ha hallado cocaína en dobles fondos de maletas, piernas ortopédicas, escayolas, sillas de ruedas, bicicletas, ruedas de maletas, zapatillas de deporte, alfombras, cortinas, velas, latas de conserva, pulpo y pescado congelado, frutos secos, botellas de ron y cerveza, paquetes de café, dulces navideños, figuras de porcelana... La lista es inmensa y los trucos de los narcos son cada vez más sofisticados. Todo vale para intentar burlar la seguridad. 'Una vez encontramos coca dentro de los bastoncillos de los botes de laca de uñas', recuerda Carlos.

A veces, la droga está impregnada en prendas de vestir mediante un proceso químico. También puede estar disuelta en botes de leche condensada o geles de baño. U oculta por los fajeros: personas que la llevan adosada al cuerpo (piernas, muslos, pecho...) mediante fajas especialmente preparadas. 'Hemos pillado a gente con ocho kilos encima y que apenas se les notaba', confirma la Guardia Civil.

En otra ocasión, detuvieron a una anciana y a su hija con cinco kilos de cocaína escondida entre los pechos, y al bebé con otros cuatro kilos en los pañales. Incluso se han requisado objetos, como guitarras o mesas, elaborados completamente con droga.

Y, por supuesto, están los muleros: los que introducen las bolas de coca ocultas en su cuerpo, ya sea en el estómago (de 8 a 20 gramos de peso por bola), en el ano (hasta 80 gramos) o en la vagina (hasta un kilo). Se trata de una práctica tremendamente peligrosa. 'Si una bola revienta, el mulero muere en pocos segundos', cuenta un agente.

Los muleros suelen presentar una serie de síntomas físicos como ojos enrojecidos o alitosis, que suelen poner en guardia a los agentes, que incluso han llegado a arrestar a gente por una inoportuna flatulencia. 'El olor de la coca envuelta en látex es muy característico y fácil de identificar', confirman.

Las maletas sospechosas pasan un segundo filtro: el de los perros. Turbo es todo un veterano en Barajas. Este pastor belga de cinco años ha hecho varias aprehensiones importantes en el aeropuerto, y otras tantas en registros domiciliarios. Carlos, su guía, pasa al animal por encima de cada bulto sobre la cinta transportadora.

Para los perros policía, su trabajo es un simple juego. Si huele droga, el perro araña la maleta. Entonces el agente, como premio, le dará un rodillo de tela impregnado de ese olor para que el perro juegue con él. La efectividad de los canes es bastante alta, pero a los 15 minutos de olfatear, se cansan y pierden interés por lo que hacen. Por eso hay que relevarlos con frecuencia.

En el aeropuerto trabajan 18 perros policía: 12 buscan estupefacientes y 6 están especializados en localizar explosivos. Antes de adjudicarles un destino, los perros deben superar un estricto periodo de formación que dura cinco meses, en las instalaciones del Servicio Cinológico de la Guardia Civil.

'Al animal le cuesta un poco adaptarse al aeropuerto', reconoce Carlos. Es lo que le ocurrió, por ejemplo, a Aro, un pastor alemán de perro largo de dos años que llegó a Barajas hace poco tiempo. Pero Aro ya está perfectamente integrado y es fiel a las indicaciones del guía.

Además de pastores alemanes y belgas, los agentes disponen de otras razas más pequeñas y discretas, pero igual de eficaces. 'Y después ya están los registros y los cacheos a los sospechosos', cuenta la Guardia Civil.

En una sala situada junto al control de aduanas, los agentes inspeccionan minuciosamente el equipaje del viajero. Allí vuelven a escanear las maletas, confirman la validez de los datos del pasaporte, interrogan con precisión al pasajero para ver si comete contradicciones en su declaración. Y, llegado el caso, le realizan una radiografía para ver si oculta droga en su cuerpo.

Cuando les pillan, muchos se lo toman con resignación. Un trabajo paciente y que requiere estar siempre alerta para evitar que la droga llegue al mercado.

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