La alarma por la gripe A ha cedido paso en las últimas semanas a los mensajes de tranquilidad de las autoridades sanitarias, pero hay un asunto que aún preocupa a los expertos. Se trata de la vulnerabilidad de un grupo poblacional que habitualmente está muy lejos de hospitales y unidades de cuidados intensivos (UCI): los jóvenes sin patologías crónicas.

Un estudio científico que publica hoy la revista JAMA confirma parte de los temores de los especialistas, aunque desde el principio de la pandemia ya se empezó a observar en este grupo un inusual número de casos, que por ende evolucionaban muy rápido.

El trabajo, del Grupo Canadiense de Ensayos Clínicos en las UCI, analizó el comportamiento del virus en 38 centros del país, entre el 16 de abril y el 12 de agosto. La edad media de los 168 casos de pacientes graves localizados (el 14,3% de ellos murió en los primeros 28 días tras el diagnóstico) fue de 32,3 años.

El jefe del servicio de Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, Antoni Trilla, precisa que si bien la gripe A afecta más a gente menor de 60 ó 65 años, el porcentaje de casos complicados en jóvenes sanos 'es mínimo'. Entre el 60% y el 70% de los casos complicados en este grupo de edad se da en jóvenes con factores de riesgo 'como enfermedades crónicas o embarazo', asegura.

Trilla destaca que 'no necesariamente' hay que estar enfermo para tener una gripe. Pero, ¿de qué depende este comportamiento anómalo observado por los médicos y confirmado hoy en JAMA?

Para Trilla existen dos posibles explicaciones: que haya alteraciones genéticas aún desconocidas que impliquen la aparición de una infección pulmonar muy extensa, o bien que el organismo del joven afectado desencadene 'un mecanismo de defensa exagerado que lesiona el pulmón'. 'Es algo que ya se vio en la gripe de 1918, se desata lo que los médicos denominamos una tormenta de citoquinas, en la que estas células se descontrolan y las consecuencias son contraproducentes', concluye.