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La Guerra Civil permanece en el olvido museístico

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET

Al finalizar la Guerra Civil española, por los años 40, el dictador Francisco Franco ordenó recrear en Salamanca una logia con objetos reales incautados con la intención de abrir al público un museo antimasónico. Quería crear 'un lugar donde desprestigiar y ridiculizar a los miembros de esta sociedad secreta',  asegura Pilar Larumbe, directora de difusión del Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), en Salamanca. Pese al empeño del dictador por burlarse de los adeptos a la logia, el recinto no llegó a estar abierto al público hasta 1990, al menos de forma general, porque durante este periodo solo unos pocos elegidos, con permiso del Gobierno, podían visitarlo.

'Los objetos expuestos en la sala estaban colocados de manera que causaran una impresión negativa a los visitantes', relata Larumbe. Para explicar a los visitantes la masonería, su simbología y la persecución franquista, desde la ampliación que sufrió el edificio, en 2002, el centro cuenta, en la sala contigua, con un espacio para explicar la historia de la sociedad secreta y su relación con el régimen. 'No sé exactamente cuales fueron los motivos por los que Franco repelía a la masonería, pero la propia forma de ser de ellos puede dar alguna pista: eran libre pensadores, pacifistas y solo acataban a los gobiernos elegidos democráticamente, rechazaban las dictaduras, ya sean de izquierdas o de derechas...'.

El lugar elegido por Franco para el desprestigio fue el edificio que alberga el actual Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca. Hasta allí se dirigen cada año, además de investigadores, periodistas y otros interesados en estudiar sus bases de datos, miles de turistas, de España y el extranjero, esperando encontrar información sobre uno de los episodios más negros de nuestra historia reciente, la Guerra Civil. 'Desde su apertura por el régimen franquista hasta 1979 era un centro informativo al servicio del Gobierno y después se convirtió en un archivo. Hasta hace poco el edificio no contaba con las necesidades para poder exponer objetos', asegura Larumbe.

Los encargados del centro insisten en aclarar un punto: El CDMH no es un museo, sino un archivo. Pese a ello, cuenta con numerosos objetos de la época expuestos al visitante. Aunque en apariencia es una muestra modesta, éste puede recrearse con algunos objetos considerados hoy curiosidades de la guerra. La mayoría de lo que se muestra pertenece al bando republicano, ya que, como explica la directora de difusión del CDMH, lo expuesto antes de 1979 era lo incautado a los miembros de los ejércitos republicanos. Los responsables del centro aseguran que no les corresponde a ellos hacer la función de un museo.

Entonces, ¿a quién le corresponde? A no ser que el visitante haya oído hablar de un pequeño museo situado en un mesón, en Morata de Tajuña, propiedad de un paisano que decidió exponer los objetos que encontraba en el campo de batalla del Jarama desde pequeño y otros que recopiló con el tiempo, el turista tiene muy pocas opciones. Una de ellas es visitar, en Toledo, su Museo del Ejército, un edificio inmenso de cinco plantas que dedica una pequeña parte a este periodo.

A veces, uno de los momentos que más desespera a un periodista es cuando trata con los responsables de prensa de las instituciones. Solicitar una entrevista con un político puede ser una empresa absurda que a veces se extiende hasta el infinito. Cuando Público.es solicitó al gabinete de prensa del Ministerio de Cultura una entrevista con un representante para hablar sobre la gestión de los museos se plantearon dos cuestiones: La primera, si la entrevista tuviéramos que hacérsela a un portavoz del Gobierno o a uno regional, ya que las competencias en la gestión de los museos están cedidas a las comunidades. El dilema se resolvió llegando a la conclusión de que efectivamente debe haber una parte que sí es competencia del Ejecutivo central. A partir de aquí, pensamos quién sería la persona elegida. Finalmente, acordamos que ellos (prensa del Ministerio) se encargarían de encontrarla. De eso hace ya más de un mes... hasta ahora.

De haber podido dar con la persona idónea, la primera pregunta que nos hubiera gustado hacerle sería la siguiente: ¿Por qué no hay un museo dedicado exclusivamente  a la Guerra Civil en España? Y ya puestos... si nos animamos, ¿Por qué el busto de Franco, en el museo del Ejército, tiene una pegatina en la que pone Héroes de España?

La siguiente cuestión se centraba en quién tiene que darnos permiso para grabar en el museo del Ejército. Esta se resolvió fácil, no le correspondía al ministerio de Cultura, sino al de Defensa. Optamos por ponernos en contacto con el personal de prensa de la galería (todos sus miembros son militares). Fueron amables y colaborativos, y sin poner trabas, aceptaron que grabásemos las salas dedicadas a la Guerra Civil. Incluso propusieron a un experto que explicara lo que estábamos viendo. Finalmente pudimos rodar, pero sin experto. Una vez allí nos comunicaron que habían denegado la solicitud.

La mayoría de los objetos que se exponen en el museo del Ejército pertenecen al bando nacionalista

La mayoría de los objetos que se exponen en el museo del Ejército pertenecen al bando nacionalista. Lo contrario que en el centro Documental de la Memoria Histórica, donde la mayor parte pertenece al bando republicano. Las dos tienen otro denominador común, la disposición de los elementos se muestra al público sin ningún orden cronológico, y si nos apuramos casi lógico. Si hay alguna diferencia en el caso del dependiente del ministerio de Defensa,  los objetos están mezclados en una serie que recorre todo lo acontecido en el siglo XX.

Pero el desconcierto le llega al visitante en dos casos significativos: El primero está dibujado en una de las paredes. En ella se enumeran los ejércitos combatientes desde 1936 hasta 1939: Ejército Nacional. Ninguna información más. Se presupone que lucharon ellos contra ellos mismos. En este punto hay que añadir que el responsable de prensa del museo quedó extrañado con esta información y no supo dar una respuesta a este misterio. Si bien es cierto que señaló, una columna más allá, el póster de una cabeza con el casco de un soldado comunista sobre la que se podía leer: 'Todas las milicias fundidas en el ejército popular'. Pero el estilo de dicha imagen no corresponde al propuesto para la enumeración de los ejércitos. Por lo que uno no está obligado a relacionar ambas imágenes.

El siguiente caso significativo viene del emblema 'Héroe de España' que se coloca al lado de algunos bustos. Aquí cabe hacerse una pregunta, ¿En qué está pensando nuestro gobierno para permitir que se utilice la insignia 'Héroe de España' en el recuadro identificativo del busto de un dictador? Quizás haya que volver a redefinir la palabra héroe, para que en ella encajen otros dictadores como Hitler o Mussolini,  y así en alguna foto en la que aparezcan juntos, que haberlas haylas, puedan colocar nuevas insignias que glorifiquen estas personalidades.

No existe una conclusión suficiente para describir lo que hacemos por la preservación de la memoria histórica. Los habrá que piensen que lo que se hace es suficiente, incluso excesivo y los que opinen que deja mucho que desear, y que estamos a la cola de lo que hacen otros países. Mientras el debate continúa, que alguien con sentido común retire, al menos, la pegatina de héroe del museo del Ejército a los villanos que acompaña. No por honor a la historia, ya ni eso. Por un poco de vergüenza propia.

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